Harry Kupfer y Barenboim presentaron un 'Anillo' radicalmente contempor¨¢neo
La maldici¨®n del anillo lanzada por el nibelungo Alberich y que durante la ¨²ltima d¨¦cada parec¨ªa perseguir a cualquier nueva puesta en escena de la tetralog¨ªa wagneriana en Bayreuth qued¨® rota el mi¨¦rcoles cuando el p¨²blico, tradicionalmente conservador, que asiste a la primera serie de funciones en la verde colina, ovacion¨® largamente la versi¨®n de El oro del Rin de Daniel Barenboim (direcci¨®n musical) y Harry Kupfer (direcci¨®n esc¨¦nica). Atr¨¢s quedaban el mal recuerdo del ya m¨ªtico pateo que recibi¨® la propuesta de Pierre Boulez-Patrice Ch¨¦rau, en 1976, y los problemas derivados del abandono de Georg Solti al a?o de estrenarse el montaje de Peter Hall.
Harry Kupfer no ha ocultado en los pasados d¨ªas lo mucho que debe a la versi¨®n historicista de Boulez-Ch¨¦rau, que en cierto modo abri¨® un surco cuyos frutos ¨¦l, ha podido recoger 12 a?os despu¨¦s. La suya es tambi¨¦n una visi¨®n historicista, marcando las distancias de aquella otra m¨¢s intimista, m¨¢s preocupada por la densa trama de relaciones psicol¨®gicas entre los personajes, escenificada por Peter Hall.Arriesgaba Kupfer, pues el p¨²blico que suele darse cita en el Festpielehaus durante la primera tanda de representaciones no suele significarse por su especial apertura hacia las nuevas ideas. El esmoquin y el vestido largo tienen por estas fechas mayor¨ªa absoluta en el refrendo de los espectadores, entre los que suele contarse lo m¨¢s distinguido de la sociedad alemana. No faltaron a la cita, por ejemplo, el ministro de Exteriores de la Rep¨²blica Fe deral de Alemania, Hans Dietrich Genscher, ni tampoco el jefe de la oposici¨®n, Hans-Jochen Vogel, o el conservador b¨¢varo Franz Josef Strauss. Y ah¨ª estaba tambi¨¦n la princesa Begum Salima, dando color con un elegante sari. La representaci¨®n espa?ola fue por su parte la mejor nutrida de las extranjeras, al contar con los ministros Narc¨ªs Serra y Javier Solana.
Exito
Terminada la obra, no hubo lugar a la contestaci¨®n: Harry Kupfer, su escen¨®grafo Hans Schavernoch y su dise?ador de vestuario Reinhard Heinrich, salieron a saludar al final, una y otra vez, incluso en solitario, y fueron siempre recibidos por convencidas salvas de aplausos. Barenboim, el actual astro bayreuthiano que tiene bien tomada la medida al p¨²blico del festival, no se mostr¨® menos reservado: sabe que su lectura intimista, casi reservada, de la partitura del Oro es lo que convence hoy, en oposici¨®n al magm¨¢tico mezzo-forte de etapas finiquitadas.Pero la de Kupfer era una apuesta por lo radicalmente nuevo. Para este ciudadano de la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, de 53 a?os, que ha dirigido la pr¨¢ctica totalidad de los t¨ªtulos wagnerianos -uno de ellos, El holand¨¦s errante, en 1978-, no cab¨ªan las medias tintas. Ha apostado y ha ganado. En buena medida se lo debe a Patrice Ch¨¦rau y Pierre Boulez.
Babelia
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