Cerrado por vacaciones
HA COMENZADO la soledad de agosto. Diez millones de personas -de unos 40 millones de habitantes- han huido de sus ciudades; el 75%, los otros, se quedan solos, aun siendo muchos m¨¢s. Ocurre que los que se van son elementos rectores de la sociedad, su costado pudiente y decisivo. Los rectores de la sociedad no son s¨®lo los funcionarios, altos y peque?os, que desertizan sus oficinas y paralizan la Administraci¨®n, sino los m¨¦dicos de confianza, los que arreglan autom¨®viles y los que fabrican el pan, quienes arreglan los electrodom¨¦sticos, reparten el correo o se ocupan de los ordenadores de la Telef¨®nica -eligiendo as¨ª unas simples muestras de esa inmensa y heterog¨¦nea clase-; personas sobre las que reposa la maquinaria del pa¨ªs.F¨¢bricas, oficinas, talleres, cl¨ªnicas, restaurantes de zonas no tur¨ªsticas, han colocado ya sus carteles de "cerrado por vacaciones". Se han ido, atravesando los riesgos de las carreteras, las inseguridades de los aeropuertos, hacinados en los trenes o los autobuses quienes no tienen otro remedio, en este movimiento compulsivo del que forma parte una noci¨®n de dignidad y situaci¨®n social, un sistema de consumismo, una noci¨®n arraigada de lo que es el descanso. Se churruscan al sol, comen paellas, desnudan sus cuerpos y cumplen el querido rito. Y al mismo tiempo forman el engranaje que hace funcionar las industrias y los trabajos de verano. Esta situaci¨®n se acrecienta a?o tras a?o. Se dice que es un signo de bienestar social, de buena econom¨ªa y del disfrute por los espa?oles de las vacaciones pagadas. En cuanto a la posibilidad de medidas de sustituci¨®n, como el escalonamiento de vacaciones, no se consideran. Ser¨ªa tanto como reconocer una sacralizaci¨®n del trabajo, de su presteza y su minuciosidad; de la atenci¨®n que necesita el p¨²blico en todo momento del a?o; de la idea de servicio a los dem¨¢s. Una cosa antigua. Poco digna de un pueblo de se?ores. O de los se?ores de un pueblo.
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