El fracaso de Shultz
PREPARADA DESDE hace ya mucho tiempo, la reuni¨®n del secretario de Estado norteamericano, George Shultz, con los ministros de Exteriores de Costa Rica, Guatemala, Honduras y El Salvador no ha dado el resultado esperado en Washington. El proyecto de comunicado redactado previamente por los norteamericanos, y en el que figuraba una condena neta del r¨¦gimen sandinista, ha sido rechazado por los cancilleres de Guatemala y Costa Rica. El texto suscrito se limita a expresar un apoyo ret¨®rico a la democracia y al desarrollo econ¨®mico y social de la zona, sin nada que dificulte a los cuatro pa¨ªses centroamericanos proseguir, junto con Nicaragua, los esfuerzos de pacificaci¨®n definidos hace un a?o en Esquipulas.Sorprende que el Departamento de Estado, y una persona tan experta como Shultz, no hayan sacado experiencia de lo que les ha ocurrido en ocasiones anteriores. Desde que el presidente Arias, hace m¨¢s de un a?o, puso en pie su plan de paz, Washington ha querido hacerle fracasar. Intento que le ha costado varios reveses. Ahora Shultz se ha encontrado con la negativa de Guatemala y Costa Rica a suscribir un texto que, seg¨²n fuentes guatemaltecas, equival¨ªa a "una declaraci¨®n de guerra" contra Nicaragua. Que El Salvador y Honduras, pa¨ªses sometidos a una total dependencia de las ayudas que reciben de EE UU, estuviesen dispuestos a aceptar lo que Washington les ped¨ªa, no era suficiente. Shultz tuvo que contentarse con un comunicado anodino de los cuatro para evitar una divisi¨®n manifiesta.
El fondo de la cuesti¨®n estriba en que la Administraci¨®n de Reagan no ha asumido a¨²n que existe una voluntad nueva de los pa¨ªses centroamericanos de actuar con voz propia en la vida internacional, y concretamente en las cuestiones que les afectan m¨¢s directamente. Ello responde a una toma de conciencia que abarca al conjunto de Latinoam¨¦rica. Por eso el Plan Arias, tendente a lograr la democratizaci¨®n de la zona -y especialmente de Nicaragua- por una v¨ªa evolutiva y gradual, mediante acuerdos de reconciliaci¨®n en cada pa¨ªs para superar la lucha armada y facilitar el establecimiento de reg¨ªmenes pluralistas y democr¨¢ticos, ha sido respaldado por el grupo de apoyo, integrado por los principales pa¨ªses de Am¨¦rica Latina. Frente a esos esfuerzos pacificadores, EE UU se ha aferrado a una pol¨ªtica de intervenciones y presiones militares, mediante el apoyo a la contra. Esa pol¨ªtica ha creado grandes obst¨¢culos al Plan de Esquipulas y ha estimulado, en el seno de la resistencia nicarag¨¹ense, a los sectores m¨¢s intransigentes. Pero la justificaci¨®n de esa pol¨ªtica es endeble. Nadie se puede creer que Nicaragua es una amenaza para la seguridad de EE UU.
Ahora cometer¨ªan un grave error los sandinistas si interpretasen el fracaso de Shultz de modo triunfalista. El reciente endurecimiento del Gobierno de Managua ha facilitado los esfuerzos de Reagan por obtener nuevos cr¨¦ditos para la contra y es un obst¨¢culo muy serio para la pol¨ªtica de independencia de los Gobiernos centroamericanos que han dejado abierto el camino de Esquipulas. El hecho de que haya reaparecido La Prensa es una buena noticia. Pero es necesario, para que la posibilidad de soluci¨®n pac¨ªfica no se esfume, que el sandinismo supere las tendencias que le empujan hacia un cerrilismo sin salida.
Con su etapa en Guatemala, Shultz no ha empezado con buen pie su gira. No le ser¨¢ f¨¢cil encontrar argumentos para defender la pol¨ªtica de EE UU en Centroam¨¦rica. En cambio, las discusiones pueden ser fruct¨ªferas en temas econ¨®micos y bilaterales. En todo caso es positivo que Shultz haya sentido la necesidad -aunque tarde, casi como una despedida- de celebrar consultas pol¨ªticas con diversos pa¨ªses latinoamericanos.
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