Marruecos, el Rif y nuestras plazas
Las recientes declaraciones de Hassan II a favor de una federaci¨®n de pueblos marroqu¨ªes involucran directamente las relaciones entre Madrid y Rabat. En este contexto, argumenta el autor de este art¨ªculo, Espa?a no puede mantener indefinidamente el silencio institucional sobre Ceuta y Melilla.
El rey Hassan II, en unas declaraciones de alcance (Le Monde, 3 de agosto), apuesta por una federaci¨®n de los pueblos marroqu¨ªes, y aunque su objetivo natural persiga seccionar los argumentos saharauis hacia la independencia, su gesto devuelve la esperanza a los oprimidos, en este caso el Rif y el Pa¨ªs Yebala (nuestro antiguo Protectorado).Es una acci¨®n alauita de enorme valor estrat¨¦gico, que dinamiza el proceso del Gran Magreb e involucra direct¨ªsimamente las relaciones entre Espa?a y Marruecos. En ese empe?o de liberaci¨®n interna tendr¨ªa la m¨¢xima solidez un futuro conjunto de Ceuta y Melilla abierto a un equilibrio de soberan¨ªa hispano-marroqu¨ª y enmarcado en esa autonom¨ªa ber¨¦ber del Norte que el monarca alauita se ha cuidado muy mucho de mencionar expresamente.
Pero ello propiciar¨ªa una coexistencia firme entre ambas naciones y har¨ªa fluidos los apoyos socioecon¨®micos de Rabat y Madrid sobre estas zonas deprimidas e inmersas tradicionalmente en el feudalismo institucional alauita. Toda el ¨¢rea del Estrecho y Albor¨¢n dispondr¨ªa as¨ª de una estabilidad coherente y ese Rif auton¨®mico, aunque depediente de Rabat -en gran parte, tambi¨¦n de Espa?a, como raz¨®n de viabilidad comercial y cultural- se instalar¨ªa como el nexo de uni¨®n entre ?frica y Europa.
En oposici¨®n con esta racionalidad, Espa?a, su Gobierno, permanece de vacaciones tras la comunicaci¨®n de sendos estatutos de singobierno para nuestras plazas, ejemplo de insensatez pol¨ªtica a la que se han adherido los principales partidos de la oposici¨®n. Espa?a no puede mantener indefinidamente una presi¨®n de silencio institucional sobre Ceuta y Melilla.
?Pero c¨®mo podemos tener la desfachatez de llamar estatutos a lo que en realidad son meras cartas municipales? Sin capacidad legislativa ni menos a¨²n ejecutiva, los presidentes y consejos de ambas ciudades se convertir¨¢n en simples t¨ªteres de despacho, a merced de los susurros de Madrid y el florentinismo de Rabat, ahora sesteando.
La viabilidad de Ceuta y Melilla, en una ¨®ptica de lo patri¨®tico, resid¨ªa en su inclusi¨®n profunda en la comunidad andaluza. Esta coherencia fue yugulada en el tristemente c¨¦lebre Pacto de Torremolinos (1977), donde la intransigencia de AP y el espanto del PSOE a perder la mayor¨ªa de diputados en Sevilla dejaron hu¨¦rfanas de espa?olidad a nuestras plazas.
Limbo pol¨ªtico
Aquella grav¨ªsima falta de Estado se quiere subsanar hoy con esta inconsciencia, que no es ya tanto el de enviar a ambas ciudades directamente al limbo pol¨ªtico como la de introducirlas en un pozo de serpientes (conflictos entre Estados por la regeneraci¨®n del irredentismo marroqu¨ª en oposici¨®n al numantismo espa?ol, y resurrecci¨®n de la crispaci¨®n entre las comunidades musulmana y cristiana por la estimaci¨®n de quienes ser¨ªan sus representantes electos).Hemos hecho del miedo a Ceuta y Melilla un mandamiento del que ning¨²n presidente de Gobierno espa?ol se ha atrevido a abjurar. Madrid y la Corona est¨¢n tan lejos como Bruselas. Todo con tal de no desairar a Marruecos. Y ahora les proporcionamos la notoriedad de esta aberraci¨®n estatutaria como garant¨ªa de seguridad. Si es que somos tan est¨²pidos como para seguir adelante, en cuanto ese doble proyecto llegue a las Cortes, prepar¨¦mosnos a la crucifixi¨®n de la palabra de Espa?a en el Magreb y en los foros internacionales, desde la OUA a Naciones Unidas. Ceuta y Melilla deben ser due?as de su propio destino. Y esa raz¨®n pasa por un Rif aut¨®nomo, pues si ambas ciudades son de alguien, primero son de s¨ª mismas y luego de su personal hinterland rife?o y yebal¨ª.
En su entrevista, el rey Hassan II habla de que "siempre he deseado dejar a mi heredero un Marruecos edificado a la imagen de los landers (Estados federales)". Y a?ade luego que "la regionalizaci¨®n del reino es para ¨¦l la sagesse (sabidur¨ªa). La verdad es que su pol¨ªtica nacional siempre ha contradicho esta raz¨®n oculta. Pero lo importante es que se pronuncie ahora.
No deja de ser sintom¨¢tico que el agotamiento del mito sahariano, que fructific¨® en su aislamiento regional e internacional, desemboque ahora en la superaci¨®n de las fobias alauitas (el Rif siempre ha sido considerado como sospechoso). No deja de ser doloroso que para evitar lo indiscutible (autonom¨ªa del S¨¢hara) hayan tenido que transcurrir 12 a?os de guerra y se proceda en el futuro al reconocimiento de la libertad de quien lleva siglos demand¨¢ndola (Rif).
Muro institucional
Todo ello se sit¨²a en esa iniciativa del Gran Magreb inaugurada en Argel. La monarqu¨ªa alauita se presentaba como el muro institucional a superar para lograr la conjunci¨®n magreb¨ª. Con sus palabras, Hassan II elimina argumentos hostiles y sopla con inteligencia en la llama, hoy mortecina, del fervor popular hacia su r¨¦gimen. ?Hasta qu¨¦ punto es factible la promesa real?.
El problema no es que el monarca alauita quiera ser revolucionario, el problema es que consientan en serlo todos aquellos a los que la generosidad y el c¨¢lculo del propio rey han convertido en reyes. ?Asistiremos entonces al sacrificio del clientelismo de las diferentes familias alauitas, tal y como ocurri¨® con las Cortes de Arias Navarro? Si es capaz de vencerse a s¨ª mismo, el r¨¦gimen habr¨¢ dado no s¨®lo un ejemplo al mundo euromediterr¨¢neo, sino consolidado la dinast¨ªa, proceso hoy aleatorio.
Espa?a queda nuevamerite aislada. Hemos mantenido nuestra historia en ?frica durante casi 500 a?os, sinti¨¦ndola como una prolongaci¨®n de nuestro poder estatal, nunca espiritual o pol¨ªtico, y ahora nos descubrimos perplejos ante el hundimiento de su validez temporal. El ejemplo de nuestros partidos es significativo. AP hablar¨¢ siempre de defender la patria, nunca la raz¨®n, y el CDS se gubernamentaliza, en ese af¨¢n suyo por no definirse, que es su idealizaci¨®n de la nada. Marruecos est¨¢ dispuesto a creer en los sue?os; favorezcamos ese esp¨ªritu conformando una nueva palabra de Espa?a en el Sur. Y el veto de la Constituci¨®n no est¨¢ ah¨ª para temerlo o refugiarse bajo ¨¦l, est¨¢ para adecuarlo y reformarlo.
La hora de los derechos hist¨®ricos en ?frica ha caducado. Que eso se nos meta en la cabeza como norma electoral de prudencia. El tiempo social y geopol¨ªtico es la raz¨®n final. Siempre que asimilemos lo colonial a lo racional negaremos nuestra seguridad. Ceuta y Melilla siguen siendo dos ciudades-cuartel. Pero Espa?a nada tiene que temer del Sur ni puede defenderse de ¨¦l por la ftierza. Echemos abajo las alambradas de tanta prevenci¨®n y necedad seculares. Incluso el olvido de los peones de Alhucemas y V¨¦lez, m¨¢s las islas Chafarinas, en esas cartillas de racionamiento que llamamos estatutos, puede ser una oportunidad del Estado espa?ol ante Marruecos. Espa?a nunca ha necesitado de rocas ni troneras para defender su palabra.
es historiador.
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