Democracia o ley marcial
, La dram¨¢tica desaparici¨®n de la escena pol¨ªtica de Pakist¨¢n de Mohamed Zia Ul Haq, en un momento en que el pa¨ªs se debate entre la democracia y la relajaci¨®n del imperio de los militares, sume a la naci¨®n en una profunda inc¨®gnita. Ghulam Ishaq Jan, presidente del Senado, ha asumido, de acuerdo a la Constituci¨®n, la jefatura del Estado, y ha garantizado que las elecciones del 16 de noviembre siguen en pie. Sin embargo, Ishaq Jan, que ha desempe?ado diversos cargos gubernamentales, entre ellos la cartera de Finanzas, es un hombre sin peso pol¨ªtico espec¨ªfico, y los paquistan¨ªes est¨¢n acostumbrados desde su independencia del Reino Unido y separaci¨®n de la India, en 1947, a promesas electorales que tardan d¨¦cadas en cumplirse.No hay que olvidar que Zia, cuando por primera vez, en 1977, se hizo con el poder derrocando al posteriormente ejecutado Al¨ª Bhuto, prometi¨® que antes de tres meses habr¨ªa elecciones y, sin embargo, transcurrieron 90.
Hasta su fallecimiento, Zia no hab¨ªa querido pronunciarse sobre si permitir¨ªa que las elecciones se celebraran con la participaci¨®n plena de los partidos pol¨ªticos o si, como orden¨® en 1985, se desarrollar¨ªan en base a personas individualizadas. Esta segunda hip¨®tesis le hubiera permitido ganarlas, con amplia holgura, si hubiera colgado el uniforme y darle al pa¨ªs la imagen democr¨¢tica que le estaba exigiendo su m¨¢s cercano aliado, Estados Unidos. Hoy, sin Zia, esta modalidad electoral, contestada absolutamente por la oposici¨®n, carece de sentido. Pero la participaci¨®n abierta de los partidos puede poner muy nervioso a un Ej¨¦rcito que se ha quedado totalmente capitidisminuido.
A la muerte de Zia se suma la de su mano derecha y jefe del Alto Estado Mayor, general Ajtar Abdul Rahman, adem¨¢s de otros ocho generales. El impacto ha sido tan fuerte que en medios pol¨ªticos civiles de Pakist¨¢n se descarta la posibilidad de que se trate de otro de los mucho cambios violentos forzado por los militares.
Un pa¨ªs en bancarrota fue una de las razones alegadas por Zia para dar el golpe constitucional del pasado 29 de mayo, en el que disolvi¨® el parlamento y destituy¨® al Gobierno en pleno, empezando por su primer ministro, Mohamed Jan Junejo. La grave situaci¨®n econ¨®mica que atraviesa Pakist¨¢n -fuerte endeudamiento exterior, disminuci¨®n en picado de las remesas de los emigrantes y un sistema tributario ineficaz que permite a los ricos reirse de los impuestos- hab¨ªa dificultado las relaciones del poder civil con el militar. Las acusaciones mutuas de corrupci¨®n eran rampantes y la sensaci¨®n de inestabilidad no hac¨ªa sino multiplicarla. El desencanto de 11 a?os continuados de gobierno militar, nueve de ellos bajo el reino de la ley marcial, era otro aliciente para intrigas y corruptelas.
En los ¨²ltimos meses, la agitaci¨®n de las minor¨ªas se ha hecho palpable y los brotes de violencia florec¨ªan. Sindis y beluchistanos, al sur y al oeste del pa¨ªs, respectivamente, han hecho valer sus reivindicaciones separatistas con decenas de asesinatos. La vecina India, que acusa a Islamabad de fomentar el terrorismo sij, ve con cierta complacencia estas agitaciones.
La negra perspectiva interna paquistan¨ª se ha visto complicada por la situaci¨®n en el vecino Afganist¨¢n. Zia, que se resist¨ªa a los acuerdos de Ginebra, era el m¨¢s claro defensor de la jihad (guerra santa) de los muyahidin, y ello hab¨ªa llevado a los Servicios Especiales Afganos (KHA) ha cometer numerosos atentados dentro de Pakist¨¢n. Sin duda, para el r¨¦gimen tocado de muerte de Mohamed Najibula, la desparici¨®n de Zia no es una mala noticia.
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