La temporalidad de la relaci¨®n laboral
El autor analiza el malestar de las c¨²pulas sindicales por el fen¨®meno laboral que titulan "precarizaci¨®n del contrato de trabajo" fen¨®meno que no es otro, asegura, que la proliferaci¨®n de la contrataci¨®n temporal como medio que considera eficaz para acabar con el importante desatre social que representa un desempleo que afecta a casi tres millones de trabajadores espa?oles.
La soluci¨®n al paro est¨¢ implantada por el Gobierno de la naci¨®n mediante una meditada normativa que rompe la inflexibilidad establecida por la legislaci¨®n anterior en cuanto a duraci¨®n indefinida de los contratos de trabajo.Despu¨¦s hay que decir que, gracias a la contrataci¨®n temporal, se ha logrado la incorporaci¨®n de muchos trabajadores al sistema productivo, en momentos en que determinadas actividades est¨¢n saliendo de una tenebrosa crisis econ¨®mica que ha durado m¨¢s de 10 a?os. Basta este dato para comprobar mi afirmaci¨®n:
En el mes de mayo de 1988, por primera vez en muchos a?os, se ha superado en Madrid la cifra de 50.000 contratos mensuales, que por su naturaleza se dividen as¨ª: fijos, 10.000; temporales, 40.000.
Porque lo que resulta innegable es que las empresas no han podido ni podr¨¢n quedar sometidas en el futuro al yugulador compromiso de mantener de por vida cada puesto de trabajo que creen, so pena de exigirles un imposible: mantener la invariabilidad cualitativa y cuantitativa de su producci¨®n a trav¨¦s de los a?os, en un mercado cambiante y competitivo, donde la adaptaci¨®n a las nuevas tecnolog¨ªas y las exigencias de los consumidores, exigen una movilidad en el factor humano tanto en n¨²mero como en especializaci¨®n, para situarse en l¨ªnea de competencia, es decir, para asegurar la supervivencia de la empresa.
Estas realidades son constantemente olvidadas por las c¨²pulas sindicales cuando hablan de "lucha contra la contrataci¨®n temporal" o contra la "precarizaci¨®n del contrato de trabajo" o cuando se lanzan con los m¨¢s asombrosos argumentos para sostener la necesidad de que todo empleo sea fijo, inmodificable a trav¨¦s del tiempo y de las imprevisibles mutaciones y cambios de rumbo empresarial o de situaci¨®n en el mercado, con el ¨²nico objetivo de que los trabajadores mantengan los grandes beneficios que establecen los art¨ªculos 3 8, 40 y 41 del Estatuto de los Trabajadores, cuando, adem¨¢s, los defensores de tales consignas saben que las cambiantes circunstancias actuales que rodean a la producci¨®n exigen una contrataci¨®n
temporal m¨¢s amplia que la que permite hoy la legalidad.
Plantillas variables
Y si nos centramos en la construcci¨®n, industria temporal por naturaleza, esencialmente m¨®vil o itinerante en cuanto al previo desconocimiento de la localizaci¨®n geogr¨¢fica de sus centros de trabajo, surgidos en su mayor parte de la inc¨®gnita que representa una re?ida licitaci¨®n y plantillas muy variables por la intervenci¨®n necesaria de m¨²ltiples especialidades, que se sustituyen r¨¢pidamente durante un proceso constructivo que culmina con su terminaci¨®n, la posici¨®n del se?or Garnacho, secretario general de la Federaci¨®n de Construcci¨®n de UGT, raya ya en lo ins¨®lito y lesivo para el sector. Iniciar una campa?a que "haga frente a los empresarios contra la contrataci¨®n temporal" (EL PA?S, 29-6-88), adem¨¢s de ser un claro ataque a la indiscutible pol¨ªtica gubernamental, que es la autora de las normas que combate el dirigente sindicalista-socialista, revela una grave ignorancia de la actividad constructora, y un intento coaccionante en los momentos en que esta actividad es pieza maestra de dos grandes acontecimientos espa?oles, de dos focos de trabajo para muchas personas desempleadas: la Olimpiada de Barcelona y la Exposici¨®n de Sevilla, cuya realizaci¨®n es puesta en peligro por una serie de huelgas realizadas o anunciadas por las centrales sindicales denominadas mayoritarias.De otra parte, los argumentos que fundamentan la oposici¨®n a la contrataci¨®n temporal no son v¨¢lidos, porque, l¨®gicamente, partiendo de que se van a crear en un reducido n¨²mero de puestos de trabajo de duraci¨®n indefinida, como est¨¢ demostrando machaconamente la realidad durante estos ¨²ltimos a?os, ser¨¢ personal y socialmente preferible que el trabajador est¨¦ colocado durante un determinado per¨ªodo de tiempo a que permanezca apartado de toda actividad laboral en la desesperante lista del Inem. Porque es incierto, totalmente incierto, que la reducci¨®n general de jornada laboral provoque un incremento de los puestos de trabajo, como aplicaci¨®n del principio de que si hay poca actividad, debemos repartirla entre m¨¢s personas. Las estad¨ªsticas dicen todo lo contrario, y as¨ª vemos que, a partir de la entrada en vigor de la Ley 4/83, de 29 de marzo, por la que se fij¨® la jornada m¨¢xima de 40 horas semanales y se establecieron en 30 d¨ªas naturales las vacaciones anuales m¨ªnimas, la cifra de parados aument¨® vertiginosamente hasta llegar a los tres millones. Esta llamada conquista sindical, realizada en plena crisis, fue una de las grandes causas de esa escalofriante galopada del paro hasta cotas dif¨ªcilmente concebibles y, sobre todo, del paro m¨¢s doloroso y amenazador: el juvenil.
Empresa y sindicato
Y, naturalmente, el argumento de que la contrataci¨®n temporal dificulta la labor de sindicalizaci¨®n en la empresa, al estar el personal contratado bajo esa modalidad s¨®lo atento a la renovaci¨®n o pr¨®rroga de su contrato de trabajo -argumento que pocas veces se menciona en la pr¨¦dica sindicalista, pero que subyace en toda oposici¨®n al sistema de movilidad laboral-, hemos de hacer constar que si todos los empresarios creemos en la necesidad de que existan sindicatos fuertes y representativos, estimamos que en primer lugar y por encima de cualquier pretensi¨®n de potenciaci¨®n sindical est¨¢ la necesidad de que la iniciativa privada genere el abundante empleo que resuelva el grav¨ªsimo problema nacional del paro, tanto por la v¨ªa de la aparici¨®n de nuevas empresas como por el fortalecimiento al m¨¢ximo de las existentes. Pi¨¦nsese tambi¨¦n, por muy doloroso que sea para el aut¨¦ntico sindicalismo, en que sin empresa no hay sindicato y sin sindicato puede haber empresa, hecho demostrable con echar una mirada atr¨¢s o dirigirla hacia los llamados pa¨ªses del Este europeo.Tambi¨¦n es momento de recordar al se?or Garnacho que la Confederaci¨®n Nacional de la Construcci¨®n (CNC) lleva mucho tiempo esperando a que se decida a formar la mesa negociadora para la iniciaci¨®n de la sustituci¨®n de la vigente y vetusta Ordenanza Laboral de la Construcci¨®n, por medio de una negociaci¨®n colectiva de ¨¢mbito nacional que dote al sector de una normativa laboral acorde con las exigencias de una moderna relaci¨®n de trabajo sectorial.
Y, por ¨²ltimo, quiero decir que seguir hablando del empresario como enemigo del trabajador o del trabajador como enemigo del empresario es no s¨®lo estar anclado en 1898, sino, adem¨¢s, dejar evidenciado que se carece de imaginaci¨®n para renovar unas consignas m¨¢s obsoletas que la referencia al arco y las flechas cuando se habla de guerra moderna.
Son momentos, seg¨²n mi opini¨®n y la de muchos trabajadores, t¨¦cnicos y empresarios, de reflexi¨®n y serena discusi¨®n de cuantos problemas van a surgir de una relaci¨®n laboral actualizada, v¨¢lida para los tiempos en que la competitividad es el objetivo m¨¢ximo de todos los que intervienen en la producci¨®n, y no podemos seguir anulando con huelgas y conflictos incre¨ªbles el esfuerzo de adaptaci¨®n que se est¨¢ realizando en leg¨ªtima defensa de nuestra producci¨®n industrial.
No podemos seguir exigiendo, por ejemplo, que se elimine la temporalidad de la relaci¨®n laboral en la construcci¨®n, cuando esta temporalidad es una consecuencia esencial y directa de aquella actividad econ¨®mica de especial¨ªsimas caracter¨ªsticas.
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