Un ¨¦xito de Rocard
EL ARCHIPI?LAGO de Nueva Caledonia, situado en el Pac¨ªfico sur y habitado por unas 150.000 personas, mitad ind¨ªgenas melanesios y mitad europeos e inmigrantes de otros pa¨ªses de Asia y del Pac¨ªfico, se halla en el centro de la vida pol¨ªtica francesa, a pesar de la distancia geogr¨¢fica y de su escaso peso econ¨®mico y demogr¨¢fico. La descolonizaci¨®n de este territorio ha venido levantando en una parte de la opini¨®n metropolitana los mismos fantasmas que sobresaltaron a los franceses durante las guerras de Indochina y de Argelia. Las reacciones nost¨¢lgicas y chovinistas han envenenado, adem¨¢s, en numerosas ocasiones las relaciones con importantes pa¨ªses de la zona, como Australia y Nueva Zelanda.Durante a?os han fracasado tanto los proyectos de autonom¨ªa o de independencia como los de asegurar una vinculaci¨®n definitiva a Francia. El precario equilibrio de comunidades y el desequilibrio de riquezas y de oportunidades explica la imposibilidad de hallar salidas pol¨ªticas a un conflicto que ha ido ahond¨¢ndose y tomando cada vez m¨¢s los perfiles de un enfrentamiento civil: de un lado, una comunidad de colonos franceses, de alto nivel de vida en su mayor¨ªa, en la que destaca una peque?a clase de comerciantes del m¨¢s puro estilo colonial, y del otro, una comunidad de ind¨ªgenas melanesios o canacos, pobres y sin dirigentes pol¨ªticos ni empresariales, pero cada vez m¨¢s orgullosos y conscientes de su identidad, que reivindican la exclusiva soberan¨ªa sobre el territorio.
La derecha francesa se ha visto arrastrada en varias ocasiones hacia lo que le parec¨ªa la soluci¨®n m¨¢s sencilla para preservar los intereses, militares y geopol¨ªticos, de Francia: poner todo el aparato del Estado a disposici¨®n de los caciques caldoches (colonos franceses) y ningunear a los canacos, puestos en minor¨ªa mediante una deliberada pol¨ªtica de est¨ªmulo a la inmigraci¨®n. Sus resultados fueron visibles en v¨ªsperas de la elecci¨®n presidencial, cuando el enfrentamiento civil dio un brusco viraje hacia el ba?o de sangre y se registraron 25 muertos entre canacos independentistas y polic¨ªas y soldados franceses. Los 200 presos canacos, la marginaci¨®n o el cierre de las instituciones culturales canacas hablan con elocuencia de una pol¨ªtica que llevaba a la resurrecci¨®n de los peores h¨¢bitos de comportamiento colonial.
La izquierda francesa no hab¨ªa sido tampoco hasta ahora muy imaginativa. Los sucesivos Gobiernos socialistas que funcionaron entre 1982 y 1986 propiciaron un esquema mec¨¢nico de descolonizaci¨®n que olvidaba con demasiada facilidad los derechos de millares de ciudadanos instalados en Nueva Caledonia desde hace decenas o incluso un centenar de a?os. El primer ministro socialista, Michel Rocard, en cambio, acaba de tomar el toro por los cuernos, con un ¨¦xito tan fulgurante como espectacular, basado principalmente en su fe en la sociedad civil. Su m¨¦todo se ha caracterizado por el di¨¢logo, la concertaci¨®n y la paciencia. Primero mand¨® una misi¨®n de hombres buenos, entre los que se hallaban representantes de las tres principales religiones y de la masoner¨ªa. Luego consigui¨® que canacos y caldoches se hablaran, despu¨¦s de muchos a?os en que no hab¨ªa otro lenguaje que el de la violencia. Finalmente, se han hallado f¨®rmulas pragm¨¢ticas para encuadrar los acuerdos.
Canacos y caldoches cuentan ahora con 10 a?os para asegurar sus intereses y para reconstruir el pa¨ªs. El poder del territorio quedar¨¢ distribuido durante este per¨ªodo. Cada comunidad contar¨¢ con oportunidades para su desarrollo econ¨®mico y cultural, pero tendr¨¢ tambi¨¦n la oportunidad de convencer a la otra de la mejor salida para su tierra com¨²n. Ninguna posibilidad ha quedado cerrada, ni la independencia ni la uni¨®n con Francia. El Parlamento y todos los ciudadanos franceses deber¨¢n, en oto?o, confirmar lo que los dos partidos han aprobado ya y que todas las fuerzas pol¨ªticas han aplaudido, a excepci¨®n del Frente Nacional y de un peque?o grupo independentista.
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