Jaruzelski, Solidaridad y el futuro de Polonia
El desaf¨ªo que para el general Jaruzelski y su partido constituye la actual ola de huelgas en Polonia es a¨²n m¨¢s temible, en algunos aspectos, que aqu¨¦llos -por cierto, memorables- de hace ocho a?os. Contrariamente a lo que sucedi¨® entonces -durante el verano de 1980 o, m¨¢s recientemente en abril ¨²ltimo-, el movimiento no ha estallado a causa de uno de esos aumentos de precios que sacan a los obreros de sus casillas. Esta vez todo comenz¨® en fr¨ªo, sin un pretexto econ¨®mico inmediato y, para colmo, en Silesia, regi¨®n de mineros, tradicionalmente los m¨¢s privilegiados dos en lo que a ingresos se refiere. Desde el primer d¨ªa la legalizaci¨®n de Solidaridad en cabeza la lista de sus reivindicaciones, lo que le da a su huelga un color pol¨ªtico y reduce el campo de maniobra del Gobierno. Una semana m¨¢s tarde, cuando los astilleros Lenin de Gdansk se unieron al movimiento, su l¨ªder hist¨®rico, Lech Walesa, afirmaba a su vez que la soluci¨®n negociada del actual conflicto pasaba, ante todo, por el restablecimiento del pluralismo sindical y el renacimiento de Solidaridad. Los dados, por tanto, est¨¢n echados y el bal¨®n se halla en el campo de Jaruzelski.El cambio de escenario con respecto a 1980 es significativo por muchos aspectos. Es preciso recordar, en primer lugar, que el l¨ªder de entonces, Edvard Gierek, parec¨ªa jugar con el tiempo esperando agotar a los huelguistas de Gdansk y otras ciudades y que s¨®lo cedi¨® cuando los mineros de Silesia -en principio, su feudo- terminaron tambi¨¦n por plegarse a ellos. Su entrada en escena, le oblig¨® a realizar todas las concesiones, incluso las que tanto en los astilleros de Gdansk y de Szczecin ni siquiera se osaba formular: la fundaci¨®n de un sindicato autogestionado e independiente. La ca¨ªda de Gierek, a finales de agosto de 1980, se explica no tanto por la humillaci¨®n que sufri¨® al ver su Silesia haciendo huelga, sino por la convicci¨®n de que el carb¨®n constituye la principal riqueza de Polonia y que detener su extracci¨®n arruinar¨ªa toda su econom¨ªa. No es, por tanto, una casualidad que el acta de nacimiento de Solidaridad fuera firmada tambi¨¦n en Jastrzebie, uno de los grandes centros mineros, aunque la huelga, contrariamente a lo sucedido en los astilleros Lenin de Gdansk, s¨®lo dur¨® 48 horas.
Deficiente reforma
Para comprender la din¨¢mica de los acontecimientos actuales es preciso preguntarse por qu¨¦, esta vez, la ola de huelgas parti¨® precisamente de Jastrzebie, constituyendo una mancha de aceite a lo largo de toda Silesia. La situaci¨®n en esta regi¨®n fundamental ilustra claramente las limitaciones y los errores de la reforma econ¨®mica introducida por Jaruzelski y que, igualmente, est¨¢ de actualidad en la URSS. Basada en el incentivo de la ganancia dentro de una econom¨ªa donde el Estado ya no subvenciona los precios de los art¨ªculos de primera necesidad, este sistema permite a los mineros ganar mucho a condici¨®n de que hagan horas extraordinarias, trabajando pr¨¢cticamente los siete d¨ªas.Por otra parte, las primas a la productividad se pagan en cupones autorizando compras en tiendas exclusivas y bien aprovisionadas incluyendo mercader¨ªas importadas. Al tener de este modo acceso a las maravillas de la sociedad de consumo, los mineros parec¨ªan integrarse perfectamente a la nueva sociedad hasta el d¨ªa en que se dieron cuenta de que eran v¨ªctimas de la peor de las explotaciones y que les privaba de aquello que se Hame calidad de vida. M¨¢s a¨²n, un minero jam¨¢s est¨¢ solo en el mundo y es imposible que no se d¨¦ cuenta de que el salario de su mujer y la pensi¨®n de sus padres est¨¢n completamente devaluados debido al incre¨ªble alza de los precios actuales. Por ¨²ltimo, la regi¨®n de Silesia no est¨¢ separada del resto del pa¨ªs por un tel¨®n de acero y no puede permanecer insensible a las huelgas que han estallado de manera espont¨¢nea el pasado abril para protestar contra el descenso del poder adquisitivo y una inlaci¨®n galopante (60%, seg¨²n las previsiones -optimistas- para 1988).
Contrariamente a lo que sucede en la URSS, donde los institutos de opini¨®n est¨¢n dando sus primeros pasos, en Polonia funcionan desde hace mucho tiempo y sus estudios muestran de manera regular, desde hace por lo menos dos a?os, que en el pa¨ªs las diferencias sociales se acent¨²an m¨¢s all¨¢ de los l¨ªmites tolerables. En el semanario oficial Polityka se reconoce que un cierto n¨²mero de polacos parte de vacaciones en Mercedes a la Costa Azul, mientras que los menos favorecidos caen en una pobreza desconocida hasta ahora y que, en una situaci¨®n semejante, cada capa social quiere desempe?ar su propia representaci¨®n pol¨ªtica. Desde hace ocho a?os los trabajadores polacos, teniendo en cuenta el condicionamiento del bloque del Este, luchan sobre todo por una representaci¨®n sindical independiente que, en teor¨ªa incluso, no est¨¢ prohibida por la ley.
Sin embargo, en la pr¨¢ctica, los comit¨¦s de Solidaridad de las diferentes empresas presentan regularmente su solicitud de registro y todas las veces se enfrentan a una negativa. La obsesi¨®n del general Jaruzelski de no reconocer bajo la forma que sea a este sindicato maldito, le ha obligado a amputarle a su reforma un elemento esencial de la democratizaci¨®n antiburocr¨¢tica. Mientras en Mosc¨² Gorbachov preconiza el desarrollo de la democracia en las f¨¢bricas y organismos estatales para retomar el control de la econom¨ªa, en Varsovia el general Jaruzelski ha introducido en este programa una peque?a correcci¨®n: "De acuerdo con las elecciones y la autogesti¨®n, pero a condici¨®n que los electos no pertenezcan a Solidaridad".
El deterioro del nivel de vida en Polonia, sin equivalente en ning¨²n otro pa¨ªs europeo, no puede explicarse por la cuant¨ªa de su deuda exterior sus acreedores occidentales no cesan de facilitarle condiciones para el pago-, sino por la incapacidad del r¨¦gimen para dialogar con los trabajadores, para llevar a cabo ese m¨ªnimo de concertaci¨®n social sin la cual el pa¨ªs entra en la delicada situaci¨®n de una crisis sin fin, o bien estalla. En cierto modo, la existencia de Solidaridad, lejos de constituir una amenaza para las instituciones polacas, podr¨ªa ofrecerles una posibilidad de renovarse pac¨ªficamente a la manera de la perestroika de Gorbachov. Cuando el general Jaruzelski hac¨ªa rodear por sus grupos- de choque las minas y las f¨¢bricas en huelga, los dirigentes de Solidaridad se declararon dispuestos al di¨¢logo y hablaron de la necesidad de un pacto anticrisis entre todos los componentes de la sociedad polaca. Naturalmente, los j¨®venes mineros y los j¨®venes huelguistas de los astilleros gritan sobre todo:. "?Es demasiado tarde!". S¨ª bien su furia es comprensible, podemos dar por sentado, debido al prestigio de Walesa y su vieja guardia, que no rechazar¨¢n- ninguna soluci¨®n negociada que ¨¦stos logren.
Contactos entre bastidores
Todo consiste en saber si el muy r¨ªgido general con gafas negras acepta negociar, anteponiendo el inter¨¦s del pa¨ªs sobre su amor propio de duelista vencedor de Lech Walesa. Recurrir a la fuerza es t¨¦cnicamente posible -el golpe de Estado de diciembre de 1981 lo ha demostrado-, pero resultar¨ªa pol¨ªticamente suicida tanto en el plano interior como exterior. Entonces, una vez m¨¢s, Polonia estar¨ªa muy aislada del mundo.No siendo inevitable lo peor, puede esperarse, al considerar el important¨ªsimo papel de las f¨¢bricas y minas en huelga, que las amenazas del ministro del Interior, general Kiszczak, no impedir¨¢n los contactos entre bastidores. El retorno del primado de Polonia, cardenal Glemp, que participaba en el aniversario de la cristianizaci¨®n de Hungr¨ªa, facilitar¨¢ la b¨²squeda de un compromiso que permita a Solidaridad desempe?ar su papel de sindicato independiente, de lo cual tiene imperiosa necesidad un pa¨ªs en pos de la autogesti¨®n.
L¨®gicamente, el conflicto no se deber¨ªa eternizar debido a su costo para la econom¨ªa. Las medidas policiales han incitado a los mineros a ocupar el interior de algunos pozos (por ejemplo, en la mina Treinta A?os de Polonia Popular). No se ve claramente c¨®mo se podr¨ªan desalojar. Su llamado a la solidaridad a los mineros de todo el mundo no puede tener efectos inmediatos; sin embargo, su combatividad y su sentido de la organizaci¨®n crean problemas insolubles a los halcones de Varsovia. Las palomas tendr¨¢n la posibilidad de imponer una negociaci¨®n con el comit¨¦ de huelga de Silesia, ofreciendo aumentos salariales y fingiendo no darse cuenta de que ese comit¨¦ est¨¢ dirigido por los militantes de Solidaridad. Ser¨ªa un reconocimiento impl¨ªcito del sindicato y, tal vez, el primer paso hacia un di¨¢logo con el propio Walesa sin vencedores ni vencidos.
Traducci¨®n: C. Scavino.
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