El cambio checo
LA MANIFESTACI?N que recorri¨® las calles de Praga hace una semana, cuando se cumpl¨ªa el vig¨¦simo aniversario de la intervenci¨®n militar del Pacto de Varsovia en el coraz¨®n del proyecto reformista que fue conocido como la primavera de Praga, sorprendi¨® al mundo como una resurrecci¨®n ins¨®lita de un s¨ªmbolo que parec¨ªa definitivamente enterrado. Resulta irrelevante si los participantes en aquella manifestaci¨®n fueron 10.000, como se?alan observadores occidentales, o 4.000, como afirma el Gobierno.Lo interesante es que supone una muestra del cambio que se est¨¢ operando en Checoslovaquia. Indica, por una parte, que muchos checos han perdido el miedo a expresar su opini¨®n pese a las amenazas de represalias, que no han desaparecido. Por otra parte, es ins¨®lita en este pa¨ªs la tolerancia demostrada por la polic¨ªa permitiendo m¨¢s de seis horas de debates p¨²blicos en la plaza de San Wenceslao, un centro tradicional de la vida de Praga, y una marcha popular por toda la ciudad vieja. Que las fuerzas intervinieran a ¨²ltima hora para evitar que la multitud cruzara el puente y se acercara al Hradschin, donde se ubica el palacio presidencial, no empalidece en absoluto el cambio de actitud de las autoridades. Son a¨²n recientes las brutales intervenciones de la polic¨ªa contra grupos min¨²sculos de j¨®venes que intentaban rendir homenaje a John Lennon en el barrio de Mala Strana, de Praga, o actuaciones masivas y violentas contra activistas cat¨®licos en Eslovaquia.
Los hechos ocurridos en la capital de Checoslovaquia demuestran que a medio plazo ning¨²n pa¨ªs socialista podr¨¢ sustraerse a los cambios si no quiere recurrir a m¨¦todos represivos estalinistas e implacables y aislarse de la comunidad internacional como es el caso de Ruman¨ªa. Checoslovaquia es un pa¨ªs que cuenta con todos los requisitos previos para volver a jugar un papel destacado en el concierto europeo. Sin embargo, carece, en su historia reciente, de lo que podr¨ªa denominarse como una reconciliaci¨®n real entre Gobierno y gobernados. Durante 20 a?os el r¨¦gimen ha mantenido la tranquilidad recurriendo a la polic¨ªa, las represalias y el temor. Y eso no se olvida de la noche a la ma?ana.
Checoslovaquia, adem¨¢s, ha carecido de l¨ªderes en muchas fases de su ampl¨ªsima historia. En 1620, el emperador austro-h¨²ngaro decapit¨® a los principales cabecillas del levantamiento nacional de 1618. Hasta 1918 la naci¨®n checa no pudo recuperarse de aquella p¨¦rdida de la elite nacional. En Praga, el pasado domingo, los manifestantes coreaban el nombre de Alexander Dubcek, el arquitecto de la primavera, y el de Thomas Masaryk, un pensador que se convirti¨® en el primer jefe de Estado de la Rep¨²blica checoslovaca tras la I Guerra Mundial. Checos en las calles de Praga volv¨ªan a pedir l¨ªderes para restituir al Estado checoslovaco en el puesto que ocup¨® en la Europa de entreguerras. Ped¨ªan l¨ªderes propios, no delegados de un poder extranjero.
Adolece Checoslovaquia, como todos los Estados socialistas europeos, de la falta de credibilidad de sus autoridades y del recelo generalizado de la poblaci¨®n, la falta de incentivos para el trabajo bien hecho y la responsabilidad y una corrupci¨®n que surge del consenso sobre la irreconciliabilidad entre ret¨®rica oficial y pr¨¢ctica cotidiana.
Las autoridades checoslovacas est¨¢n tan recelosas como la poblaci¨®n. Nadie puede darles garant¨ªas de que, una vez montados en el tren de la perestroika, ¨¦sta no vaya a fracasar estrepitosamente y los checoslovacos vuelvan, como en 1968, a cargar con las consecuencias. Los actuales l¨ªderes checoslovacos se granjearon los odios de sus compatriotas por lealtad a Mosc¨². Hoy el Kremlin les pide que practiquen una pol¨ªtica en abierta contradicci¨®n con la que entonces, en 1968, les encomendaron. Algunos, como el jefe del Estado, Gustav Husak, o Vasil Bilak, no pueden, por edad o por dignidad, llevar a cabo esa misi¨®n imprescindible. Otros, pol¨ªticos realistas con sentido del poder, como Milos Jakes y Lubomir Strougal, lo est¨¢n intentando. Strougal conoce la situaci¨®n real de la econom¨ªa checoslovaca y sabe que el relativo bienestar de la poblaci¨®n -que puede actuar como factor anestesiante- desaparecer¨¢ en poco tiempo de no producirse los cambios adecuados. Adem¨¢s, la corrupci¨®n a todos los niveles se ha convertido en el aut¨¦ntico consenso nacional. Frente a todo esto est¨¢ surgiendo una generaci¨®n libre de los traumas de 1968, que exige realismo pol¨ªtico y que presiona para reinstaurar la moralidad p¨²blica en el pa¨ªs.
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