Un hortera en Atlanta
No hay manera de entender algunos cambios que los comercializadores de pel¨ªculas extranjeras se empe?an en hacer en los t¨ªtulos originales de ¨¦stas y que con frecuencia resultan disparatados, cuando no c¨®micos.El caso de este filme que comentamos es uno de ellos, y de los flagrantes. El t¨ªtulo original es Barras y estrellas, que hace alusi¨®n a un fetiche, signo o s¨ªmbolo t¨®pico de la identidad nacional de Estados Unidos. Pues bien, se lo ha retitulado aqu¨ª como Un se?orito en Nueva York, que, una vez vista la pel¨ªcula, es de carcajada, pues ni el protagonista es un se?orito (sino un hortera, en sentido incluso etimol¨®gico: vendedor, empleado de tienda), ni la acci¨®n del filme ocurre en Nueva York -salvo las secuencias iniciales y la ¨²ltima-, sino en una aldea sure?a, en los alrededores de la ciudad de Atianta.
Un se?orito en Nueva York (Stars and Bars)
Direcci¨®n: Pat O'Connor. Gui¨®n: William Boyd, basado en su propia novela. Fotografia: Jerry Zielinski. M¨²sica: Stanley Myers. Estados Unidos, 1988. Int¨¦rpretes: Daniel Day Lewis, Harry Dean Stanton, Kent Broadhurst, Maury Kaykin, Matthew Cowies, Joan Cusack, Keith David. Estreno en Madrid: cines Rialto y (en versi¨®n original subtitulada) Torre de Madrid.
Esta Barras y estrellas tan pintorescamente traducida es una pel¨ªcula que inicialmente interesa. Producida con escasos medios -se ve materialmente su escaso presupuesto en la pantalla-, tiene en cambio un argumento original, que luego se encuentra en el camino algunas torpezas y reiteraciones en director, guionista y actores que hacen bajar bastante su aceptable grado de inter¨¦s inicial.
Localismo
Por lo pronto, el filme est¨¢ lastrado por su localismo: las andanzas de un joven brit¨¢nico, con aires repulidos de aprendiz de ejecutivo de la City londinense, que pretende hacer fortuna como vendedor en Estados Unidos.Hace falta, para descubrir los hilos de gracia que con estos elementos argumentales trenza el filme, captar las chispas que produce el choque de idiomas y de composturas entre el los estiramientos del protagonista brit¨¢nico y las arrugas de quienes lo rodean. Pero esto s¨®lo es posible ante la versi¨®n original no doblada, por personas que conozcan bien el idioma ingl¨¦s y gocen de los contrastes de sintaxis y acentos.
Por otra parte, actores y director no han sabido combinar acertadamente la comedia y la farsa. Las escenas de comedia son seguidas de otras de aire esperp¨¦ntico, sin que ambas se entremezclen y conformen un tercer estilo que aglutine a los otros dos. Esto provoca saltos de ritmo y, por consiguiente, cierta dificultad para averiguar cu¨¢ndo la pel¨ªcula va en serio, en suave broma o en desmelenado disparate. De esta manera, la pel¨ªcula funciona a saltos, pero las rupturas de atenci¨®n que provocan estos saltos pesan cada vez m¨¢s a medida que la historia avanza, y al final el desinter¨¦s se adue?a de la sala.
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