El principio del fin
El plebiscito que el r¨¦gimen chileno convocar¨¢ para octubre puede ser el principio del fin para la dictadura del general Augusto Pinochet. La Junta Militar design¨® el martes 30 de agosto al mismo Pinochet, como ¨²nico candidato presidencial, y dej¨® a los ciudadanos la opci¨®n de votar afirmativa o negativamente.Si el s¨ª supera al no, Pinochet ser¨¢ presidente por otros ocho a?os. En caso contrario, s¨®lo lo ser¨¢ por un a?o y deber¨¢n realizarse elecciones presidenciales libres dentro de los nueve meses siguientes al plebiscito. Sea cual fuese el resultado, en marzo de 1989 se elegir¨¢ un Parlamento, siempre de acuerdo con la Constituci¨®n impuesta por el r¨¦gimen en 1980.
Cuando se impuso esa Constituci¨®n, que fij¨® los plazos para el refer¨¦ndum, nadie dudaba en el r¨¦gimen, s¨®lo unos pocos en la oposici¨®n. Hoy, sin embargo, se puede afirmar que existen las condiciones para que triunfen los partidarios de la democracia (que votar¨¢n no a la dictadura), que puedan contar sus votos, fiscalizar los resultados y evitar un fraude escandaloso. La ciudadan¨ªa chilena perdi¨® el miedo y los partidarios de la democracia ganaron la calle, con sus locales pol¨ªticos funcionando, mesas en las aceras pidiendo firmas para el no y ¨®rganos de expresi¨®n en los quioscos.
El pueblo chileno tiene una experiencia electoral hist¨®rica, sabe votar y conoce los entresijos de un acto de tal tipo. Para la oposici¨®n chilena no es imposible contar con fiscales bien entrenados en todas las mesas de votaci¨®n. De hecho, los tres partidos inscritos legalmente superan en conjunto la cantidad de fiscales necesarios, y hasta es posible que dos de ellos (la Democracia Cristiana y el Partido por la Democracia) puedan tener fiscales propios en todas las mesas.
El Gobierno controla los tres canales de televisi¨®n, la mitad de las radios y lo secundan los diarios que venden m¨¢s del 90% de los ejemplares editados. La oposici¨®n cuenta con dos radios fuertes, dos diarios y cuatro semanarios de tirada reducida y econom¨ªa precaria por la ausencia de publicidad.
Es en este campo donde la solidaridad internacional deber¨ªa hacerse sentir con m¨¢s fuerza, con el fin de dotar a los partidos democr¨¢ticos chilenos de los medios necesarios para hacer o¨ªr su voz en todo el pa¨ªs y contrarrestar, aunque sea en parte, los efectos de la bien aceitada m¨¢quina publicitaria que tiene la dictadura.
Ventaja del 'no'
Las encuestas realizadas a fines de julio por organismos t¨¦cnicos independientes indicaban que el no aventaja en m¨¢s de 10 puntos al s¨ª, y que en las tres grandes ciudades (Santiago, Concepci¨®n y Valpara¨ªso) m¨¢s de la mitad de los votantes lo har¨¢n contra Pinochet.
Esto no es de extra?ar. Cuando el Gobierno abri¨® los registros electorales (para reemplazar a los que quem¨® despu¨¦s del golpe de 1973) aspiraba a que se inscribieran entre tres y cuatro millones de ciudadanos. En ese momento toda la oposici¨®n rechaz¨® inscribirse y s¨®lo se anotaron algo menos de un mill¨®n y medio de personas. Despu¨¦s, la oposici¨®n -menos el partido comunista y un sector socialista- se moviliz¨® para inscribir al m¨¢ximo posible. A fines de julio la cifra super¨® los seis millones sobre siete posibles. A esa altura tambi¨¦n el PC acept¨® participar en el refer¨¦ndum apoyando el no, pero sin renunciar a "otras formas de lucha".
En esa movilizaci¨®n participativa fue decisiva la acci¨®n del Partido por la Democracia (PPD), una envoltura legal ad hoc creada por el PS -secretario, Ricardo N¨²?ez-, liderado por el tambi¨¦n socialista Ricardo Lagos, y en el que participan dirigentes de todos los partidos de la oposici¨®n, incluido el PC.
En definitiva: el no a la dictadura podr¨¢ triunfar, y demostrar su triunfo, sobre todo, si cuenta con los medios suficientes para hacer llegar su mensaje a todo el pa¨ªs. Pero ser¨ªa ingenuo pensar que s¨®lo con eso se acabar¨ªa la dictadura.
Un prestigioso periodista chileno coment¨® al presidente de Extremadura, Juan Carlos Rodr¨ªguez Ibarra, con una mezcla de desaz¨®n e iron¨ªa, que Pinochet no aceptar¨¢ los resultados, sean cuales fueren. "P¨®ngase en el peor de los casos y que Pinochet gane. ?Se lo imagina usted gobernando con un Parlamento, ¨¦l, que demostr¨® hasta la saciedad ser incapaz de tolerar la diversidad de opiniones incluso dentro de la Junta Militar?". Seg¨²n el periodista, la clave est¨¢ en la persona del dictador que simboliza y a¨²na la dictadura.
De ah¨ª la importancia la noticia dada en agosto por el diario La ?poca, dirigido por el democristiano progresista Emilio Filipi, que no fue desmentida ni confirmada y seg¨²n la cual la Junta Militar decidi¨® que Pinochet se presentara al plebiscito como candidato civil, para lo que ser¨¢ reemplazado en la comandancia en jefe del Ej¨¦rcito.
El Ej¨¦rcito chileno, disciplinado y con una estructura vertical que obedece a su c¨²spide, vio reforzada su cohesi¨®n por purgas internas peri¨®dicas y por la creaci¨®n de s¨®lidos lazos econ¨®micos.
A 15 a?os del golpe, Pinochet todav¨ªa acumula a sus varios cargos el de jefe de personal del Ej¨¦rcito, que ejerce desde un peque?o despacho militar al que acude una ma?ana cada semana. All¨ª revisa personalmente las hojas de servicio y autoriza o deniega ascensos y traslados.
Las fuerzas armadas, adem¨¢s, controlan directamente sectores productivos de la econom¨ªa, que usufruct¨²an en beneficio de sus oficiales, como grandes fincas y granjas costeras que pasaron a su poder en 1973, lo que se constituye un sobresueldo distribuido seg¨²n cargos y grados. Estos y otros privilegios forman una verdadera complicidad del escalaf¨®n.
Si Pinochet se mantuviese en el cargo de comandante en jefe, la transici¨®n hacia la democracia despu¨¦s del triunfo del no podr¨ªa resultar diflicil en extremo y, con toda probabilidad, dolorosa. Sin excluir la posibilidad de un golpe dentro del golpe, con el que el dictador eliminar¨ªa incluso su propia y discutida legalidad. En cambio, si se confirmase su retiro -aunque nunca llegase a ingresar en la civilidad por motivos obvios-, la transici¨®n ser¨ªa m¨¢s clara, aunque distase de transitar sobre un lecho de rosas.
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