El coloso en llamas
El devastador incendio de Yellowstone enmarca un verano de desastres ecol¨®gicos en Estados Unidos
Las primeras nieves, lluvias y 1.200 marines est¨¢n a punto de contener los incendios masivos que llevan casi tres meses arrasando el parque nacional de Yellowstone, El Escorial de la naturaleza salvaje de Estados Unidos. Los norteamericanos quieren olvidar cuanto antes este catastr¨®fico verano, que ha castigado, como nunca en su corta historia, una de las naturalezas m¨¢s espectaculares del mundo.
Y aqu¨ª, el paisaje, las inmensas praderas del centro, los ca?ones, las cordilleras y los altiplanos del Oeste forman parte del alma nacional. Y el Oeste ha ardido por los cuatro costados Casi dos millones de hect¨¢reas devastadas, la mitad pr¨¢cticamente en Yellowstone. Una superficie superior a todo el Estado de Connecticut. Al contribuyente le ha costado 250 millones de d¨®lares la lucha contra un fuego que s¨®lo la naturaleza que lo inici¨® puede volver a apagar.Y no s¨®lo ha sido Yellowstone. Tambi¨¦n han ardido Oreg¨®n, Sierra Nevada y, en Montana, un incendio lleg¨® hasta una milla de un silo de misiles intercontinentales.
El Este ha estado a salvo de lo que se ha calificado como los peores incendios desde que este pa¨ªs es una naci¨®n. En la costa atl¨¢ntica, el desastre ecol¨®gico ha estado constituido por la llegada a las playas de toneladas de jeringuillas y material m¨¦dico de desecho, arrojado al mar por los hospitales de Nueva York. Necesitan desprenderse diariamente de 500 toneladas, en tierra o en el oc¨¦ano, de material sobrante, en mucha proporci¨®n peligrosamente contaminado. Hubo que cerrar las playas de Nueva York.
La costa del golfo de M¨¦xico se ha convertido en un inmenso vertedero de pl¨¢stico de los centenares de barcos que hacen la limpieza en un mar reducido y pr¨¢cticamente cerrado. Se habla, con una exageraci¨®n muy norteamericana, del lento pero seguro "envenenamiento de Am¨¦rica". Y ahora, como despedida del verano de 1988, se a?ade la llegada del hurac¨¢n Gilberto, el m¨¢s violento de este siglo.
Para los medios de comunicaci¨®n, sin embargo, ha sido el verano perfecto: los fuegos abriendo durante semanas seguidas los telediarios, llevando en directo las llamas a la sala de estar; con proyecciones constantes sobre el viento -velocidad y direcci¨®n- y sobre la esperada lluvia, que s¨®lo ha llegado en septiembre.
La sequ¨ªa m¨¢s severa
Estados Unidos ha sufrido tambi¨¦n este verano la m¨¢s severa sequ¨ªa desde los a?os treinta, lo que ha contribuido a empeorar el problema de los incendios. Mientras ard¨ªa el Oeste, con incendios en California, Washington, Idaho, Wyoming, Montana, Utali y Colorado, el Medio Oeste, el granero de Am¨¦rica, se retorc¨ªa seco al sol. Se ha perdido un 30% de las cosechas de trigo y ma¨ªz y de haba de soja, necesaria para el pienso del ganado. El precio de la cesta de la compra se ha disparado, amenazando con avivar la inflaci¨®n."Podr¨ªamos haber parado esto, pero no nos dejan", se quej¨® uno de los 8.000 bomberos que han luchado este verano con los incendios de Yellowstone. El fuego de este verano ha provocado una pol¨¦mica que ha llegado hasta la Casa Blanca y que probablemente acabar¨¢ con la pol¨ªtica oficial seguida hasta ahora de dejar a los incendios seguir su curso y no combatirlos. Los cient¨ªficos llegaron en 1972 a la conclusi¨®n de que el fuego no es necesariamente nocivo para los bosques y que incluso puede ser positivo y un elemento que ayude a regenerarlos.
En consecuencia, lo adecuado era dejar a la naturaleza a su aire y s¨®lo intervenir cuando los incendios amenacen vidas humanas o propiedades. Los ecologistas conf¨ªan en que el fuego preparar¨¢ el suelo para la nueva flora e incrementar¨¢ la calidad de vida de insectos, p¨¢jaros y mam¨ªferos que habitan el parque. "Son parte del renacimiento del ecosistema del parque, representan el fin de un ciclo vital y el comienzo del siguiente".
Esta pol¨ªtica de tierra quemada hizo que este verano se esperara m¨¢s de un mes hasta iniciar la contenci¨®n de los incendios, que amenazaban a zonas pobladas. Y ya era tarde cuando el 22 de julio, el Gobierno federal comenz¨® a abrir cortafuegos.
Revisar la pol¨ªtica ecol¨®gica
El presidente Ronald Reagan, que confes¨® el martes que no sab¨ªa que exist¨ªa esta pol¨ªtica, ha sugerido ya que va a ser reevaluada. El ministro de Agricultura y los responsables de los parques nacionales explicaron al presidente esta semana, en la Casa Blanca, que la destrucci¨®n causada por los incendios es comparable a los resultados de la erupci¨®n del volc¨¢n Santa Helena.Yellowstone, en la frontera norte del Estado de Wyoming con Montana e Idaho, es el parque nacional por excelencia de Estados Unidos, un pa¨ªs donde hay un derroche tal de naturaleza que, por ejemplo, los accesos a la ciudad de Washington ser¨ªan en Espa?a por s¨ª solos un parque nacional. Cada a?o, como si fuera Lourdes, 2,6 millones de norteamericanos peregrinan a Yellowstone para disfrutar del mill¨®n de hect¨¢reas de picos, inmensos bosques, centenares de especies animales -como ciervos, bisontes (2.800) y alces (25.000)-, praderas, cascadas y 250 g¨¦iseres. El m¨¢s famoso, el Old Faithfui, erupta cada 67 minutos.
Al menos una vez en su vida, la familia norteamericana hace el viaje del Oeste, y recorre, en los modernos carromatos -casas ambulantes que recuerdan la conquista del Pac¨ªfico-, las catedrales geol¨®gicas del ca?¨®n del Colorado, Yellowstone y Yosemite. Este a?o, los 13 incendios de Yellowstone obligaron por primera vez a evacuar a los turistas en algunas zonas del parque creado hace 116 a?os por el presidente Ulysses Grant.
Pero ya se piensa que la recuperaci¨®n de Yellowstone puede ser un atractivo tur¨ªstico mas para 1989. La capacidad de regeneraci¨®n de la naturaleza da?ada es sorprendente, y ya est¨¢ creciendo la hierba en muchos lugares. Las cenizas del incendio son un fant¨¢stico abono para el parque. Mientras humean a¨²n las brasas en Yellowstone contin¨²a el debate sobre si este verano -informativamente calificado de catastr¨®fico- no ha sido en realidad una bendici¨®n del cielo para el rebrote de unos parques nacionales m¨¢s fuertes.
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