5 de octubre: digamos no
Han transcurrido 15 a?os desde el golpe militar que rompi¨® la larga tradici¨®n democr¨¢tica del pueblo chileno. El general Pinochet, en nombre de la Junta Militar, pretende mantenerse en el poder por la v¨ªa de un plebiscito convocado para el pr¨®ximo 5 de octubre. Es el momento adecuado para repasar todo el proceso vivido por los ciudadanos chilenos durante estos tres lustros. Todos los reg¨ªmenes dictatoriales que se prolongan lamentablemente en el tiempo ofrecen necesariamente inflexiones en el ejercicio y la pr¨¢ctica de la dureza represiva. El pragmatismo que preside las relaciones internacionales inclina a los sectores m¨¢s conformistas a convivir con cierta naturalidad y sin mayores traumas con situaciones que deben ser repudiadas a la luz de los valores que constituyen el patrimonio com¨²n de todas las personas que asumen el mensaje de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos y de los pactos que la desarrollan.El general y la Junta Militar han debido pensar que la situaci¨®n era propicia para1ratar de consolidar en los foros internacionales la implantaci¨®n violenta de su r¨¦gimen, acudiendo a la ficci¨®n democr¨¢tica de un plebiscito en el que se solicita la aprobaci¨®n de todas las violaciones de los derechos humanos que han jalonado estos a?os de f¨¦rrea dictadura. Intentan diluir el ba?o de sangre en las aguas purificadoras de un plebiscito, invitando a los ciudadanos chilenos a respaldar con su voto los cr¨ªmenes que les han permitido mantenerse en el poder.
Los militares, en su primera manifestaci¨®n p¨²blica despu¨¦s del asalto al Palacio de la Moneda, se limitaron a proclamar su prop¨®sito de rescatar las libertades frente al peligro totalitario. Para demostrar sus apetencias de libertad, asumieron el mando supremo y concentraron en sus manos el ejercicio de todas las atribuciones que correspond¨ªan a las personas y ¨®rganos que -componen el poder legislativo y ejecutivo, incluido el poder constituyente.
La f¨®rmula del decreto-ley pasa a ser la ¨²nica fuente de donde emana la legalidad, y ocupa un rango superior a cualquier otra norma jur¨ªdica, aun de ¨ªndole constitucional, consumando el vaciamiento de la estructura formal que pod¨ªa servir de cobertura frente a los excesos del poder.
'Muertes civiles'
La situaci¨®n no mejor¨® sustancialmente con el intento legitimador que culmin¨® con la llamada Constituci¨®n de 1980. Su texto no resiste el m¨¢s leve contraste con los principios que la ciencia pol¨ªtica exige a cualquier texto constitucional que pretenda su homologaci¨®n democr¨¢tica. Basta la lectura del art¨ªculo octavo. Su ambig¨¹edad y extensi¨®n permiten excluir de la vida pol¨ªtica a las personas o grupos que atenten contra la familia, reduciendo a los disidentes a la condici¨®n de muertos civiles por un per¨ªodo de hasta 20 a?os.
En este marco jur¨ªdico a nadie debe extra?ar la situaci¨®n a la que se ven reducidos los derechos humanos. Desapariciones, torturas y ejecuciones extrajudiciales se suceden ante impotentes ciudadanos que in¨²tilmente denuncian ante los tribunales todos los excesos del poder sin posibilidades de ¨¦xito.
Las reiteradas violaciones de los derechos humanos han merecido el rechazo de la comunidad internacional. Ser¨ªa interminable hacer una rese?a de todas las condenas emanadas de organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales, entidades culturales, religiosas y humanitarias. Este largo cat¨¢logo ha servido para que el general Pinochet, con dudoso sentido del humor, haya replicado con un desplante t¨ªpico de mentes autoritarias, revelador de su sensibilidad democr¨¢tica.
La historia nos muestra que todos los dictadores que en el mundo han sido tienen una irrefrenable tendencia a considerar el pa¨ªs que gobiernan como una finca que les pertenece, por lo que no debe extra?arnos que pretendan acudir a f¨®rmulas ya acu?adas por los romanos para consolidar el dominio sobre las cosas. El despojo violento de una cosa o de Un fundo puede llegar a ser reconocido en el mundo de las relaciones jur¨ªdicas por el transcurso de un largo per¨ªodo de tiempo y la inactividad de sus titulares. Ahora bien, en ning¨²n caso el reconocimiento formal del t¨ªtulo de adquisici¨®n consigue sanar la inmoralidad de su origen.
Los derechos inalienables de la persona y el reconocimiento de su dignidad no son cosas ni fincas que puedan entregarse al poder por la voluntad o simplemente la inercia de sus titulares. Los derechos humanos son intransmisibles, imprescriptibles e irrenunciables, y nadie puede apropi¨¢rselos ni pretender administrarlos seg¨²n su caprichoso y arbitrario criterio.
Situaci¨®n compleja
El plebiscito coloca al pueblo chileno ante una situaci¨®n compleja y de perfiles inciertos. La derecha democr¨¢tica debe repudiar inequ¨ªvocamente la intervenci¨®n militar en la vida p¨²blica, mientras la izquierda debe reflexionar sobre el pasado y alinearse unitariamente en un programa m¨ªnimo de libertades. Los dem¨®cratas chilenos pueden tomar como punto de reflexi¨®n un pasaje del discurso pronunciado en la universidad de Guadalajara (M¨¦xico) por Clodomiro Almeyda -hoy preso por la aplicaci¨®n arbitraria del art¨ªculo 8? de la Constituci¨®n de 1980-: "A trav¨¦s de la vivencia del fascismo hemos aprendido a valorar la libertad perdida, a amar y anhelar m¨¢s que antes la democracia, que, con todas sus limitaciones y deformaciones, era y es la condici¨®n insustituible del progreso humano, sin la cual es imposible hacer conciencia y construir las herramientas destinadas a transformar la sociedad para hacerla m¨¢s justa, m¨¢s libre, m¨¢s humana".
Los esfuerzos del dictador para legitimarse por el voto mayoritario de los chilenos son vanos. La voluntad soberana de un pueblo no puede autoinmolarse apoyando a un r¨¦gimen responsable de cr¨ªmenes contra la humanidad que la doctrina jur¨ªdica internacional considera imprescriptibles.
Desde un punto de vista pol¨ªtico y ¨¦tico, el voto s¨ª encarna la voluntad viciada de los partidarios de la opresi¨®n; el voto s¨ª es el producto del miedo a la libertad; el voto s¨ª es el reflejo de la insensibilidad democr¨¢tica y social; el voto s¨ª representa una traici¨®n a la vocaci¨®n democr¨¢tica del pueblo chileno; el voto s¨ª es ego¨ªsta e insolidario, es un voto excluyente, es un voto desintegrador de la sociedad.
En ning¨²n caso un hipot¨¦tico recuento mayoritario del s¨ª tendr¨ªa m¨¢s fuerza legitimadora que los gritos y adhesiones del estadio de Nuremberg.
En la voluntad de los que van a votar no descansa la dignidad y la vitalidad democr¨¢tica del pueblo chileno y todos los ciudadanos del mundo que han hecho de la democracia un modelo de convivencia. El voto no es generoso y solidario, es un voto de los que aman la libertad y tratan de conquistarla para todos, incluso para los que la temen y para los que no la aman.
La solidaridad internacional se agrupa en estos momentos en torno a los dem¨®cratas chilenos. Hace unos d¨ªas, el cantautor Raimon estuvo, con otros artistas e intelectuales, en un festival organizado por iniciativa de un grupo denominado Chile Crea. Hoy, como hace unos a?os en Espa?a, la comunidad internacional, expresando la fe com¨²n en los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana, vuelve a corear su conocida canci¨®n: Digamos no.
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