El lado oscuro de la realidad
Lo mejor de la cinematograf¨ªa de cada pa¨ªs entronca con una tradici¨®n cultural aut¨®ctona. El cine franc¨¦s hereda una tradici¨®n literaria y teatral; el alem¨¢n se nutre de ciertas experiencias pl¨¢sticas; el n¨®rdico de una lucha con una naturaleza hostil; y el norteamericano la hibridaci¨®n entre la epopeya sobre la conquista del Oeste y las comedias derivadas de un music-hall de tres al cuarto.El cine espa?ol, desde su situaci¨®n de segundo orden, y en un contexto en el que lo popular equivale a degradado, en muy pocas ocasiones saca provecho de su pasado, y opta por dejarse colonizar, incluyendo en el modelo importado unas pinceladas de color local. Diario de invierno es una excepci¨®n.
Diario de invierno
Director: Francisco Regueiro. Gui¨®n: ?ngel Fern¨¢ndez-Santos y F. Regueiro. Int¨¦rpretes: Eusebio Poncela, Fernando Rey, Francisco Algora, Lil¨ª Murati, Terele P¨¢vez, Victoria Pe?a y Rosario Flores. Fotograf¨ªa: Juan Amor¨®s Director art¨ªstico: Gumersindo Andr¨¦s. Espa?a, 1988. Estreno en Conde Duque y Renoir.
?ngel Fern¨¢ndez-Santos y Francisco Regueiro recuperan para el cine el esp¨ªritu valleinclanesco, ese lenguaje abarrocado en el que se dan la mano los cultismos y las expresiones sacadas del habla popular, con un sentido del humor tr¨¢gico y cruel, en el que el sarcasmo es rey; una recuperaci¨®n pasada por un filtro bu?ueliano y por el de otros materiales, de origen lejano, pero que se integran en el paisaje de la meseta sin problemas.
Por ejemplo, la sabidur¨ªa de la que hace gala el padre (Fernando Rey) es la misma ciencia del western. La secuencia en la que se explica el descubrimiento de la penicilina, despu¨¦s de una intervenci¨®n quir¨²rgica realizada con la ayuda de una anestesia consistente en la amenaza de un fusil de dos ca?ones, podr¨ªa estar incluida en alguna de las aventuras de los pioneros del Oeste. Y es esa secuencia la que le dio a Fernando Rey el merecido premio de interpretaci¨®n en el ¨²ltimo festival de San Sebasti¨¢n.
Un Ca¨ªn ib¨¦rico
Bu?uel, Valle, Goya..., los padres no son para la personalidad de Regueiro figuras tan absorbentes como la de Fernando Rey para Eusebio Poncela, polic¨ªa, violador y Ca¨ªn empe?ado en un parricidio frustrado y que mata a Abel involuntariamente, cuando ¨¦ste le roba el fuego o la luz al viejo proyeccionista, ahora empe?ado en ayudar a morir a los que lo necesitan, el padre asesino que reivindica la eutanasia activa, pero que no se da cuenta de que la abuela (Lil¨ª Murati) se envenena ante sus ojos.
Desde su deb¨² en 1962, con Sor Ang¨¦lica virgen, Regueiro ha acrecentado su fama de maldito con una serie de pel¨ªculas mal estrenadas o desconocidas, que s¨®lo pareci¨® cambiar con el ¨¦xito de Padre nuestro (1985). Ahora, con Diario de invierno, que tiene mucho de continuaci¨®n natural de aqu¨¦lla, se muestra muy ambicioso, con una ficci¨®n que va en busca de los mitos m¨¢s antiguos, que juega con ellos en tanto que elementos tr¨¢gicos, pero tambi¨¦n los desmonta proponiendo una imaginer¨ªa psicoanal¨ªticos, desde esa asimilaci¨®n de la infancia como para¨ªso perdido hasta ese espacio prohibido guardado por un muro de adobe que no debe derribarse.
En Diario de invierno la acci¨®n arranca en la ciudad, en una comisar¨ªa brutal y misteriosa, en la que reina la arbitrariedad de la Bicha y a la que acude la Madre, prostituta reciclada en monja laica, que cabalga en vespino sin sacarse los h¨¢bitos. Como la pr¨¢ctica totalidad del mejor cine espa?ol -habr¨ªa que exceptuar a Almod¨®var y Bigas Luna- Diario de invierno se interesa por el lado oscuro de la realidad, y lo halla negando la modernizaci¨®n del pa¨ªs, descubriendo que los ordenadores conviven con los crucifijos, y los hospitales dotados de las ¨²ltimas innovaciones tecnol¨®gicas, con un culebrero que proporciona ponzo?as que no dejan rastro.
Ese escepticismo negro, que niega o relativiza el progreso para sacar a la superficie los demonios que el acero y el cristal procuraban ocultar, pasa siempre por un retorno a la ruralidad, que no s¨®lo simboliza la infancia del protagonista y su pecado original, sino tambi¨¦n el de la cultura espa?ola.
Diario de invierno es un filme extremadamente ambicioso y arriesgado, que produce una extra?a sensaci¨®n de falta de metraje, sin duda derivada del hecho de que no logre ensamblar los muy distintos materiales con los que trabaja: la mitolog¨ªa b¨ªblica, la figura de Valle, una infancia poblada de capitanes intr¨¦pidos, la sorna bu?ueliana, la panoplia de figuras cl¨¢sicas del psicoan¨¢lisis, son algunos de los que Regueiro intenta fundir en una obra personal, monstruosa, deslumbrante y enigm¨¢tica.
El resultado es una aleaci¨®n en la que cada metal sigue existiendo por separado, que tiene una forma definida, pero rugosa, y un tanto grosera: un concepto poderos¨ªsimo, pero una visualizaci¨®n d¨¦bil del mismo.
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