Se ahondan las diferencias entre los laboristas brit¨¢nicos
El Congreso del Partido Laborista concluy¨® ayer en Blackpool con intercambios de acusaciones y advertencias que hacen presagiar un a?o dif¨ªcil para Neil Kinnock. El partido parece m¨¢s dividido que nunca entre quienes quieren adaptar la oferta a la realidad creada por una d¨¦cada de thatcherismo y quienes quieren aplicar remedios cl¨¢sicos a la nueva situaci¨®n. La escisi¨®n es casi esquizofr¨¦nica. Los que el pasado domingo votaron abrumadoramente por Kinnock le negaron el jueves una de las palancas imprescindibles para desplazar a Margaret Thatcher.
"No es bueno celebrar el que se me haya dado una gran victoria a m¨ª y a Roy Hattersley [el vicel¨ªder laborista] y despu¨¦s se act¨²e de modo que se elimina la credibilidad que esa victoria [por una mayor¨ªa de nueve a uno sobre la izquierda del partido] lleva aparejada", dec¨ªa ayer Kinnock al glosar lo que hab¨ªa ocurrido el d¨ªa anterior, cuando el congreso se neg¨® en redondo a flexibilizar una pol¨ªtica de defensa basada en un desarme nuclear unilateral que no es de recibo por los votantes.La imagen que ha ofrecido durante esta semana el principal partido de la oposici¨®n brit¨¢nica le ha infligido un nuevo baj¨®n en el aprecio de un electorado que en los ¨²ltimos sondeos le segu¨ªa colocando por detr¨¢s de los conservadores. Kinnock reconoce que "mucha gente que quer¨ªa votar laborista va a esperar" hasta ver c¨®mo se resuelven las querellas internas mostradas a los cuatro vientos.
El l¨ªder laborista, que ha conseguido convencer a sus correligionarios de la necesidad de acomodarse a la econom¨ªa de mercado, de aceptar la competitividad y de asumir con naturalidad la libre empresa, no ha logrado redondear, con la pol¨ªtica de defensa, las bases de una oferta con visos de aceptabilidad electoral. "Ha sido impedido por los acontecimientos de las ¨²ltimas 24 horas, y la consecuencia es que no hemos podido obtener el apoyo popular que se hubiese logrado si alguna gente hubiese actuado de modo diferente", asegur¨®.
Ron Todd, el l¨ªder del sindicato del transporte, el principal del Reino Unido, es el mascar¨®n de proa de la oposici¨®n al cambio en defensa, e insiste en que ¨¦l no va a dejar abogar por un desarme nuclear unilateral que lleva 27 a?os siendo un principio b¨¢sico de su sindicato.
Kinnock espera que la comisi¨®n que estudia este punto y que debe perfilar la estrategia de defensa brinde el a?o que viene un documento no maximalista. La izquierda ya le ha advertido que "no debe esperar un cambio en cuestiones como la eliminaci¨®n de las armas micleares", en palabras de Dennis Skinner, presidente del partido, o que corre el riesgo de provocar una guerra civil en el partido si insiste en forzar un criterio contrario al aprobado por la asamblea.
La influencia de los sindicatos, otra de las cargas electorales que arrastra el partido, se ha mostrado avasalladora en el congreso, y el de nuevo se ha vuelto a poner en tela de juicio su poder, derivado de ostentar el 40% de los votos congresuales.
"Quieren nuestro dinero, pero no quieren nuestro poder", ha dicho Todel, a lo que ha replicado Kinnock que "todo depende de c¨®mo se use ese poder" y que si tal influencia es ejercida para frustrar los prop¨®sitos de reforma que desean las bases del partido habr¨¢ que reconsiderar la situaci¨®n.
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