Una penuria generalizada
Ante el alarmante deterioro de servicios generales que son imprescindibles para el buen funcionamiento de la econom¨ªa espa?ola, afirma el autor de este art¨ªculo, seimpone un proceso de reflexi¨®n y toma de decisiones que siente las bases para una adecuada correcci¨®n de la situaci¨®n en los momentos actuales.
La actividad econ¨®mica se desarrolla en un entorno de servicios generales (comunicaciones, transportes, energ¨ªa, informaci¨®n estad¨ªstica, resoluci¨®n de contenciosos, regulaci¨®n de actividades, control de niveles de contaminaci¨®n, formaci¨®n profesional ... ) que, a modo de lubricante, deber¨ªan facilitar su funcionamiento.La actuaci¨®n del agente econ¨®mico individual (consumidor o empresario) depende en gran medida de estos servicios, que generalmente se prestan en r¨¦gimen de monopolio de hecho, bajo control directo o con regulaci¨®n de la Administraci¨®n del Estado.
Las limitaciones a la posibilidad de elecci¨®n de los demandantes permiten que, con frecuencia, no se produzca la respuesta adecuada de la oferta a los niveles y la calidad de los servicios generales que la evoluci¨®n de la actividad econ¨®mica demanda. Ello es debido a que, en general, los oferentes act¨²an bajo la protecci¨®n de los Presupuestos del Estado, de forma que sus cuentas de resultados o no existen o no son realmente significativas. En estos casos ocurre que las se?ales o incentivos que sirven para conducir la actividad en una econom¨ªa de mercado no existen o pueden ser ignorados, sin poner en riesgo la supervivencia de la empresa u organismo encargado del servicio. Otras se?ales deben, por ello, ser consideradas para detectar la adecuaci¨®n de la oferta a las necesidades. En general, la se?al m¨¢s inmediata de que los servicios generales funcionan correctamente es que, como el fluir del riego sangu¨ªneo, act¨²en sin hacerse notar; algo que sin duda no viene ocurriendo en la econom¨ªa espa?ola en los ¨²ltimos a?os: a diario se discute sobre el nivel y la calidad de servicios esenciales para el desarrollo de la actividad econ¨®mica. En algunos casos hay suficientes pruebas a la vista (pujanza de las empresas privadas de mensajer¨ªa y seguridad, utilizaci¨®n masiva de transporte individual, utilizaci¨®n de redes alternativas de comunicaci¨®n, amplitud de los per¨ªodos de espera en la tramitaci¨®n de licencias, permisos o concesiones, o en la resoluci¨®n de contenciosos, proliferaci¨®n de centros privados de formaci¨®n profesional ... ) como para que tal discusi¨®n sea innecesaria. El coste social del mal funcionamiento de los servicios generales es de dif¨ªcil evaluaci¨®n, debido a que afecta a un n¨²mero muy elevado de individuos y a que no es posible conocer la situaci¨®n que se tendr¨ªa en el caso de que su funcionamiento fuese el correcto.Mal funcionamiento
Atendiendo a situaciones concretas, se puede llegar a concluir que las p¨¦rdidas de bienestar social por el mal funcionamiento de los servicios generales son muy elevadas, aun cuando se descuente el posible ahorro de coste que acompa?e a cada actuaci¨®n deficiente: a los importantes efectos directamente percibidos por los consumidores (p¨¦rdidas incalculables de horas de ocio o descanso por insuficiencia de transportes de cercan¨ªas, desasosiego por la apreciable sensaci¨®n de incomunicaci¨®n, inseguridad o insalubridad, nivel alarmante de molestias y trastornos por ruidos evitables ... ) hay que a?adir la p¨¦rdida global de productos finales por la ineficiencia provocada en el sistema productivo.
Los retrasos provocados en el cierre de acuerdos o en la entrega de productos, la toma de decisiones con escasez de informaci¨®n, las paralizaciones o retrasos por la lentitud de la burocracia, la falta de calidad en las comunicaciones, las oscilaciones no justificadas en la tensi¨®n el¨¦ctrica y otros muchos ejemplos que cada uno puede a?adir en relaci¨®n con su actividad profesional producen p¨¦rdidas de capacidad productiva -al consumir en exceso tiempo, esfuerzos y otros recursos y propiciar el incremento de errores en la toma de decisiones- y elevan el coste necesario para mantener cada nivel de capacidad productiva -al tener que sustituir o complementar los servicios deficientes-. Todo ello parece indicar que, si bien las p¨¦rdidas individuales pueden parecer de escasa entidad, su generalizaci¨®n debe alcanzar un valor tal que cuesta creer que no superen en mucho el gasto requerido para un razonable funcionamiento de las empresas y los organismos responsables de ofrecer los servicios a los que nos estamos refiriendo.
Con ser importantes, no son ¨¦sos los ¨²nicos efectos que cabe esperar del mal funcionamiento de los servicios generales en nuestra econom¨ªa. Parece evidente que, adem¨¢s de entorpecer el normal desarrollo de la actividad econ¨®mica, contribuye a fomentar sentimientos de incapacidad individual que se extienden y calan en la sociedad, dando lugar a una perceptible sensaci¨®n de ineficiencia colectiva; lo que, por, ejemplo, se ve reflejado en la aceptaci¨®n del tono de minusvaloraci¨®n que suelen adoptar las continuas referencias -no siempre desinteresadas y fundamentadas- a nuestra situaci¨®n, en servicios y en general, respecto a pa¨ªses que nos son pr¨®ximos.
Se genera as¨ª un ambiente poco propicio para que fructifiquen esfuerzos encaminados a promover el gusto por las cosas bien hechas, haciendo in¨²tiles los intentos de avanzar en el desarraigo de la supuesta predisposici¨®n nacional hacia la chapuza y la improvisaci¨®n ("capacidad de improvisaci¨®n", en la visi¨®n narcisista).Importantes inversiones
El proceso de crecimiento y cambio en el que se encuentra la econom¨ªa espa?ola podr¨ªa facilitar la correcci¨®n de la insuficiencia en servicios generales que padecemos. Las acciones encaminadas a promover tal correcci¨®n deber¨¢n configurarse teniendo siempre presente que la producci¨®n de servicios generales, en una econom¨ªa con el nivel de desarrollo de la espa?ola, exige un continuo de importantes inversiones que, por sus largos per¨ªodos de maduraci¨®n, impone respuestas lentas en producci¨®n y dificultades a las rectificaciones coyunturales en los niveles potenciales de producci¨®n.
Esto obliga a considerar dos l¨ªneas b¨¢sicas de actuaci¨®n a la hora de tratar de imponer un cambio de rumbo en la actuaci¨®n de las empresas u organismos responsables de la producci¨®n de servicios esenciales para el normal desarrollo de la actividad econ¨®mica: primero, el reforzamiento de la profesionalizaci¨®n y la permanencia de los equipos de gesti¨®n -erradicando su imagen de lugares de paso y promoci¨®n personal inmediata y desanimando sin ambig¨¹edad las esperanzas que, por conveniencias empresariales o pol¨ªticas, puedan ponerse en la manipulabilidad coyuntural de resultados-, imponiendo la actuaci¨®n de largo plazo apoyada en servicios de previsi¨®n y planificaci¨®n cualificados, bien dotados y estables, y segundo, la elaboraci¨®n rigurosa y continuada de evaluaciones de los costes y los beneficios sociales -y, en su caso, privados- asociados a las posibles inversiones, de modo que se puedan establecer prioridades fundamentales que respalden la toma de decisiones y faciliten su justificaci¨®n ante quienes, directamente como propietarios o indirectamente como contribuyentes a la hacienda p¨²blica, deber¨¢n asumir la financiaci¨®n.
En contra de esto, las actuaciones coyunturales destinadas a corregir desajustes corrientes, que no sean las de puesta en funcionamiento de capacidad potencial, pueden considerarse como un primer s¨ªntoma de fracaso en la gesti¨®n del servicio; los anuncios de la existencia de planes que, a medio o largo plazo, corregir¨¢n tales desajustes son interpretables como reconocimientos expl¨ªcitos de dicho fracaso. Parece evidente que s¨®lo la planificaci¨®n sosegada y sin alardes, que destierre la improvisaci¨®n, el deseo de notoriedad o el aventurerismo, podr¨¢ evitar que, en un futuro, servicios generales imprescindibles para el desarrollo de la actividad econ¨®mica entorpezcan la actuaci¨®n eficiente de la econom¨ªa espa?ola y mermen su competitividad internacional. Si ello se consigue adem¨¢s se contribuir¨¢ a mitigar el sentimiento de dependencia y desamparo que, por la insignificancia individual frente al monopolio de servicios, se suele generar en los usuarios.
es profesor de An¨¢lisis Econ¨®mico en la universidad Complutense.
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