Francia y Espa?a, inevitables aliados
EL FUERTE tono europe¨ªsta con que oficialmente se ha querido te?ir el encuentro interministerial hispano-franc¨¦s celebrado el pasado fin de semana en Le¨®n no ha impedido que, a la postre, sean los temas estrictamente bilaterales, sobre todo el de la cooperaci¨®n contra el terrorismo, los que hayan trascendido con m¨¢s fuerza entre todos los tratados por el numeroso grupo de ministros y secretarios de Estado de Espa?a y Francia que se han dado cita en la cumbre de la ciudad espa?ola.La presencia de los ministros de Interior por primera vez en este tipo de reuniones, iniciadas hace casi seis a?os, y la simult¨¢nea y fallida operaci¨®n policial efectuada al otro lado de los Pirineos para capturar a la plana mayor de ETA han contribuido, sin duda, a que la atenci¨®n de la opini¨®n p¨²blica espa?ola haya estado m¨¢s atenta a lo que podr¨ªa acordarse en este campo que al marco pol¨ªtico que prestaba, a la reuni¨®n del pasado fin de semana un inter¨¦s especial: la coordinaci¨®n entre las presidencias espa?ola y francesa de la Comunidad Europea, que se suceder¨¢n a lo largo de 1989.
En la perspectiva del mercado ¨²nico previsto para 1993, cada vez comienza a tener menos sentido la diferencia entre asuntos de car¨¢cter bilateral y de car¨¢cter europeo en las relaciones que sostienen pa¨ªses comprometidos en la construcci¨®n de una Europa unida. No puede decirse ya, en efecto, que la desaparici¨®n del terrorismo en Europa sea exclusivamente un tema bilateral de los pa¨ªses afectados. La supresi¨®n de toda barrera fronteriza entre los Estados miembros de la CE, prevista para el primero de enero de 1993, convierte en necesariamente limitada toda pol¨ªtica que no tenga una proyecci¨®n a escala continental.
En el caso del terrorismo etarra, que sigue disponiendo de una s¨®lida base log¨ªstica en el sur de Francia, su erradicaci¨®n no es ya un asunto que deba interesar coyunturalmente a este u a otro Gobierno del pa¨ªs vecino o que pueda ser utilizado como moneda de cambio en transacciones entre los gobernantes del norte y del sur de los Pirineos.
Sean cuales sean las diferencias de ritmo o de procedimiento que pueda haber, la din¨¢mica de la unidad europea empuja a Francia, y a Espa?a al establecimiento de una cooperaci¨®n antiterrorista sin segundas intenciones. Por eso, volver a escuchar estos d¨ªas en medios de la delegaci¨®n francesa la vieja argumentaci¨®n de que la lucha contra el terrorismo de ETA es "un problema exclusivamente espa?ol" recuerda con preocupaci¨®n tiempos anteriores a la din¨¢mica de colaboraci¨®n activa puesta en pr¨¢ctica desde la llegada al poder de Fran?ois Mitterrand. La preocupaci¨®n persiste, aunque haya algunas se?ales positivas como la decisi¨®n del Gobierno franc¨¦s, adoptada ayer mismo, de retirar su condici¨®n de refugiado pol¨ªtico al dirigente etarra Santiago Arr¨®spide, Santi Potros, pendiente de un proceso de extradici¨®n a Espa?a.
Pero la cooperaci¨®n antiterrorista, con ser importante, no puede agotar el contenido de las relaciones bilaterales entre los dos pa¨ªses, cuyos intereses cada vez m¨¢s coincidentes y su vecindad geogr¨¢fica les convierten en inevitables aliados dentro de la Europa de 1993. Adem¨¢s, la circunstancia de que Espa?a y Francia dispongan de todo el a?o 1989 para dirigir los destinos de la CE les obliga a¨²n con mayor raz¨®n a coordinar sus esfuerzos y acercar sus posiciones respecto del contenido que deba darse al futuro mercado ¨²nico. A medida que se aproxima esa hist¨®rica fecha se hacen evidentes las divergencias que separan a los doce sobre el sentido que deba darse a la libre circulaci¨®n de personas, bienes y servicios en el marco comunitario.
Frente a las tesis librecambistas defendidas, sobre todo, por el Reino Unido y la Rep¨²blica Federal de Alemania, se levantan las de quienes no renuncian a dotar a Europa de un entramado, pol¨ªtico y social que posibilite de manera equilibrada su desarrollo econ¨®mico. Espa?a y Francia, gobernadas por fuerzas pol¨ªticas afines, no han ocultado que est¨¢n a favor de la cohesi¨®n econ¨®mico-social como hilo conductor que permita avanzar sin traumas a los doce hacia el objetivo unitario europeo, sin olvidar por ello las responsabilidades frente a un mundo no europeo al que hay que empezar a tratar con generosidad.
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