Shevardnadze:"Estamos haciendo una revoluci¨®n"
El ministro de Asuntos Exteriores de la URSS habla de pol¨ªtica y de s¨ª mismo
Edvard Shevardnadze, ministro de Asuntos Exteriores de la URSS, miembro del Politbur¨® y muy pr¨®ximo a Mijail Gorbachov, nos recibi¨® durante hora y media en su visita oficial a Par¨ªs para hablarnos del nuevo pensamiento sovi¨¦tico. Esta conversaci¨®n informal, en ruso, sin int¨¦rprete, pretend¨ªa adem¨¢s situar mejor las respuestas escritas a las preguntas que le hab¨ªamos planteado en Mosc¨². El jefe de la diplomacia sovi¨¦tica, georgiano sonriente y muy meridional en su forma de ser, est¨¢ convencido de que participamos todos, en el Oeste y en el Este, de una ¨²nica y misma civilizaci¨®n. La oposici¨®n entre la cultura socialista y la burguesa no tiene, seg¨²n ¨¦l y en estas condiciones, ning¨²n sentido, puesto que una y otra forman parte de un mismo patrimonio com¨²n. Desde esta perspectiva, que se sit¨²a en las ant¨ªpodas de la antigua teor¨ªa del car¨¢cter de clase de cada cultura, hasta los m¨¢s tradicionales llamamientos por la paz y la coexistencia adquieren una resonancia completamente in¨¦dita. Para la diplomacia sovi¨¦tica, afirma categ¨®ricamente Shevardnadze, la defensa de los valores universales tiene prioridad sobre la lucha de clases.Este nuevo pensamiento tiene sus ra¨ªces en los cambios que se est¨¢n produciendo en la URSS, que califica de "revoluci¨®n pac¨ªfica". Partidario decidido del Estado de derecho y del parlamentarismo sovi¨¦tico, proyecta estos conceptos sobre el tapete internacional y aboga por un fortalecimiento de la ONU y por una colaboraci¨®n m¨¢s estrecha entre los Estados de derecho. En su opini¨®n, es este acercamiento el que ha permitido la conclusi¨®n del tratado norte americano-sovi¨¦tico sobre la destrucci¨®n de dos tipos de misiles nucleares.
Nuestra conversaci¨®n arranca con dificultad. Fiel a la tradici¨®n de su pa¨ªs, a Edvard Shevardnadze no le gusta personalizar su pol¨ªtica. Insisto en que hable de s¨ª mismo. Nuestros lectores y la opini¨®n occidental en general necesitan conocer al hombre que se est¨¢ dirigiendo a ellos. "No son buenas preguntas", dice ¨¦l, aceptando, sin embargo, responder a las mismas.
Pregunta. Acaba usted de celebrar su 60? cumplea?os y es hijo de un profesor. Es m¨¢s o menos todo lo que sabemos de usted. Sabemos tambi¨¦n, seg¨²n lo que hemos o¨ªdo, que le habr¨ªa gustado ser profesor.
Respuesta. Es cierto. Admiraba a mi padre y termin¨¦ los estudios en el Instituto Pedag¨®gico de Kutaisi. Pero tambi¨¦n recib¨ª mi educaci¨®n en la escuela superior del partido y opt¨¦ por la carrera de funcionario del partido.
P. Digamos m¨¢s bien de hombre pol¨ªtico, suena mejor.
R. (Se r¨ªe.) No, no,funcionario no tiene para m¨ª connotaci¨®n peyorativa alguna.
P. Despu¨¦s de haber pasado por distintos grados en la escala del poder, usted fue, a los 42 a?os de edad, primer secretario del partido en Georgia y, seg¨²n lo que me han dicho en Tiflis, estableci¨® estrechos contactos con la elite intelectual de Georgia, ayudando, a muchos cineastas, escritores y universitarios.
R. No me gusta la palabra ayudar. Siento, en efecto, mucha estima por el mundo de la cultura y me intereso por las ideas, las nuevas concepciones. Sobre la base de una comunidad de ideas hemos colaborado y discutido con cineastas y dramaturgos como Ioseliani, Chenguelaia, Sturua, Abuladze, entre otros.
P. Justamente, a prop¨®sito de Abuladze, usted le dio pista libre en 1982, en pleno per¨ªodo brezneviano, para rodar El arrepentimiento, que ser¨ªa con Gorbachov la pel¨ªcula m¨¢s representativa de la glasnost y que obtuvo en 1987 la Palma de Oro del Festival de Cannes.
R. Tengiz Ahuladze es mi amigo. Despu¨¦s de leer su gui¨®n, que me impresion¨® y me sedujo, le dije francamente que deb¨ªa rodar esa pel¨ªcula, aunque no estaba seguro de si podr¨ªa exhibirse y que tal vez nos crear¨ªa problemas. En estas condiciones, Abuladze estaba dispuesto a renunciar para no crearme problemas. Pero yo no estaba de acuerdo e insist¨ª para que realizase El arrepentimiento con independencia de lo que pudiese ocurrir.
P. La perestroika se inici¨®, por tanto, en Georgia antes que en el conjunto del pa¨ªs.
R. La perestroika no naci¨® en el desierto. La lucha que permiti¨® su advenimiento hab¨ªa comenzado mucho antes y no era yo el ¨²nico en combatir. Mijail Gorbachov, mi vecino del norte, la hab¨ªa ya iniciado en su departamento de Stravropol y otros muchos siguieron el movimiento. La elecci¨®n de Gorbachov en 1985 no fue una sorpresa.
P. ?Hab¨ªa usted previsto con antelaci¨®n los cambios que se est¨¢n produciendo actualmente?
R. La revoluci¨®n es un fen¨®meno complejo, una larga lucha que nos depara necesariamente sorpresas. Para m¨ª, personalmente, la mayor sorpresa fue mi nombramiento como ministro de Asuntos Exteriores.
P. Usted se ha adaptado aparentemente muy deprisa a su nueva funci¨®n y ha sabido encontrar enganches con hombres tan distintos de usted como el secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y el vicecanciller alem¨¢n, Hans Dietrich Genscher. ?No es esto un poco sorprendente?
R. En absoluto. He tenido con el secretario de Estado 29 encuentros y hemos recorrido juntos un largo camino hasta llegar al acuerdo sobre desarme. Es un hombre muy abierto, muy inteligente, muy expresivo incluso, y aunque seguramente no he cambiado sus ideas -ni ¨¦l las m¨ªas-, siento mucha estima por ¨¦l y ¨¦l por m¨ª.
P. El vicecanciller Genscher tambi¨¦n obtuvo su simpat¨ªa y parece ser que durante su ¨²ltima visita a Mosc¨² fue su hu¨¦sped privado.
R. Resid¨ªa en su embajada y pas¨® con mi familia su tarde y velada libres. Esto denota relaciones humanas perfectamente normales. De la misma manera pas¨¦ una velada muy agradable en Washington con la familia de George Shultz. Y el secretario de Estado, en su visita a Tiflis, fue a casa de mis hijos.
P. ?Cu¨¢ntos a?os tienen y qu¨¦ hacen?
R. Mi hija tiene 30 a?os y es music¨®loga; mi hijo, un a?o menor, es un universitario, un fil¨®sofo. Tambi¨¦n tengo nietos. Pero, por favor, dejemos de hablar de m¨ª.
P. De acuerdo. Usted lucha por la supresi¨®n de todas las armas nucleares antes del a?o 2000, mientras que mucha gente en nuestro pa¨ªs, y me parece que tambi¨¦n en el suyo, piensa que la existencia de la disuasi¨®n nuclear ha impedido la guerra en Europa desde 1945. ?Tienen raz¨®n en su opini¨®n?
R. Nosotros luchamos por la supresi¨®n de todas las armas ofensivas, porque algunas de ellas son f¨¢ciles de manejar y pueden ser tan peligrosas como las armas nucleares. Queremos establecer de com¨²n acuerdo con los otros pa¨ªses, grandes y peque?os, un umbral razonable de armamento, suficiente para la defensa, pero que ni permita un ataque [ ... ]. Qui¨¦n sabe, tal vez m¨¢s tarde llegaremos a un mundo sin armas.
Concubinato Este-Oeste
P. Usted ha evocado recientemente la imagen de un mundo en el que el Este y el Oeste vivir¨ªan en concubinato compartiendo sus bienes. ?No es esto un poco id¨ªlico?
R. En absoluto. Todos los que viven en un mismo sitio, grande o peque?o, disponen de bienes comunes. El mundo, y en lo que nos concierne, Europa, constituye nuestra propiedad colectiva. Respiramos el mismo aire, todos somos vecinos incluso cuando no tenemos fronteras comunes. Debemos luchar juntos contra el peligro nuclear y, tambi¨¦n en el segundo frente, contra la amenaza de una cat¨¢strofe ecol¨®gica. En la biosfera no existen fronteras.
P. S¨ª, pero tambi¨¦n vivimos en un mundo muy conflictivo en el que las diferencias de intereses y las batallas ideol¨®gicas son dificiles de hacer desaparecer. Aunque todos los pa¨ªses se remitieran a la sabidur¨ªa de la ONU, no es un mundo f¨¢cilmente gobernable.
R. Tengo m¨¢s confianza en la humanidad y creo, por el contrario, que nuestro mundo es gobernable.
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