'Cocktails mundiales'
Por el local de Chicote, abierto hace 57 a?os, ha pasado buena parte de la historia de la ciudad
"Obligaciones del barman. Primera: respetar y querer al cliente sobre todas las cosas. Segunda: no utilizar jam¨¢s su nombre sin previa y expresa autorizaci¨®n. Tercera: venerar sus gustos. Cuarta: honrarle en presencia y ausencia. Quinta: no darle de beber con exceso. Sexta: no serle molesto por acci¨®n ni por omisi¨®n. S¨¦ptima: no cobrarle sino exactamente lo que bebiere. Octava: no hablar de ¨¦l sino lo preciso y cierto. Novena: no desear los caprichos amorosos que tenga. D¨¦cima: no envidiar su posici¨®n ni bienestar, etc¨¦tera".
Para m¨¢s; sabidur¨ªa y entendimiento jocoso hay que fisgar en alguna librer¨ªa de viejo hasta dar con Cocktails mundiales, un asombroso libro de 336 p¨¢ginas que hace ya 40 a?os escribiera el madrile?o Pedro Chicote, dicho Perico por el mundo entero hasta que hace dos lustros, cuando hab¨ªa vivido 78 a?os, entregara su cuerpo y su ¨¢nima vaya usted a saber a qui¨¦n, porque la sonrisa sin fronteras de Chicote, en su bar americano de la Gran V¨ªa madrile?a, se ofreci¨® a todo dios: desde los Negr¨ªn y La Pasionaria de la II Rep¨²blica, con el Jos¨¦ Antonio de la "dial¨¦ctica de las pistolas" servido al tiempo, hasta los nuevos ricos de la democracia posfranquista, sin olvidar, claro, su edad de oro, protagonizada por los m¨¢s jerifaltes de la dictadura, con Jos¨¦ Antonio Gir¨®n al frente, que sol¨ªa copear en solitario, leyendo un libro mientras de reojo desnudaba a las hist¨®ricas "se?oritas" de Chicote, meretrices de lujo para toreros de rumbo, pol¨ªticos ansiosos, literatos insatisfechos y se?oritos de cala?a sin punto final.Las "se?oritas" (jam¨¢s Chicote las entrecomill¨®) han desaparecido, porque hoy "la que no sea se?orita, que levante el dedo", de acuerdo con el c¨®digo de buenas costumbres de la libertad de expresi¨®n; tambi¨¦n se fue al m¨¢s all¨¢ el Perico que, mordido por el hambre, a los ocho a?os, vend¨ªa cafelito y orujo a los asentadores y mozos transportadores de mercanc¨ªa a la plaza de los Mostenses; la tertulia de Jacinto Benavente, la de Luis Miguel Domingu¨ªn y Julio Aparicio, y la de los abogados, y las otras, hasta una veintena, ceniza son; hace tres semanas se dio de baja en este mundo el. ¨²ltimo chicotero, el m¨¢s grande sin duda, el ¨²nico que "ha muerto en el ruedo" (frase de Antonio Romero, el barman decano del lugar); es decir, a la hora del caf¨¦; predicando en su tertulia, le fall¨® el coraz¨®n: fue llamado don Marcelino Cano, ejerci¨® de bibliotecario y de chicotero irreprochable; era enano, llev¨® pantal¨®n corto hasta hace poco, y en su edad madura fue mascota de Domingu¨ªn y Aparicio a las horas del cachondeo, pero con el respeto que todos le deb¨ªan por lo que ¨¦l impresionaba.
Tambi¨¦n desapareci¨® la m¨¢s preciada. colecci¨®n del mundo posiblemente, de 20.000 botellas, llegada alguna de las dichas de la bodega del zar Nicol¨¢s II de todas las Rusias. Pero en el mismo lugar, intacto, ah¨ª ha quedado el hoy Museo Chicote. Como desde aquel d¨ªa de 1931 en que se abri¨® de piernas para la historia de todas las gentes con modales (aunque fueran unos canallas) con su dise?o art-d¨¦co creado por el arquitecto Guti¨¦rrez Soto. Igualito: no hay m¨²sica, no hay cuadros, la luz es una creaci¨®n, los rincones con mesas y las mesas sin rincones son confesonarios si as¨ª place, y son plataforma de todos los sentidos de desearlo. Chicote es un retrato del dandismo cuando el dandismo es la reivindicaci¨®n del estilo de saber estar; en el Madrid sucio, grosero, roto, este rinc¨®n es la resurrecci¨®n de la penumbra del mundo imaginario de G¨®mez de la Serna.
48 a?os tras la barra
Y por si falla algo, bajo la tutela de los hermanos Portilla, los nuevos guardianes del templo, ah¨ª est¨¢, vivo como una llamarada, como el incienso del dec¨¢logo de "las obligaciones del barman", don Antonio Romero, el pozo del saber ser lo que se es: 48 a?os en Chicote. "Me vine aqu¨ª a los 13 a?os comiendo lentejas y sigo comiendo lentejas"; un respeto, es un decir. Don Antonio Romero, hoy barman jefe se retrat¨® con Franco, con la Begun, con Manolete, "que ven¨ªa todos los d¨ªas, siempre rodeado de 10 o 12 personas; impresionaba verle; era seco, no era f¨¢cil llegar a ¨¦l; no se liaba con las se?oritas". Ava Gardner arribaba con su se?ora de compa?¨ªa y hab¨ªa una orden seg¨²n la cual "no se le cobraba nunca, y ella ped¨ªa el recado de escribir y dejaba una carta". Bu?uel, recuerda don Antonio, "era entra?able; si le gustaba el dry martini saludaba al despedirse, y si no se marchaba en silencio".El p¨²blico de hoy es el de Michael Jackson y cercan¨ªas; no pocos son hijos o nietos de la era de la sonrisa de Perico Chicote. "La gente de ahora est¨¢ empezando a saber beber; los de la primera ¨¦poca sab¨ªan lo que ped¨ªan; pero es m¨¢s c¨®modo trabajar hoy; entonces hab¨ªa que andar de puntillas; ahora no hay diferencia de clases", dice don Antonio.
Perico Chicote se equivoc¨® al pontificar un d¨ªa: "Cuando desaparezcan las floristas y los abrecoches todo desaparecer¨¢". No. Todo lo que es esencia sigue, con don Antonio y sus cinco compa?eros de la belle ¨¦poque: Manuel, Luis, Gallito, Fernando, Agust¨ªn, para servirles a ustedes como se debe. Chicote fue una sonrisa sigue siendo una pel¨ªcula subvencionada por la inmortalidad.
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