El adi¨®s m¨ªstico de Falla, completado por Halffer
El d¨ªa de ayer quedar¨¢ incorporado al desarrollo de la m¨²sica espa?ola, y de Un modo especial a la significaci¨®n musical y cultural de Madrid. Por vez primera en su historia, la villa de las siete estrellas cuenta con un centro musical a la altura de las circunstancias y al estilo de los que existen en el mundo: el Auditorio de Garc¨ªa de Paredes, bello, moderno y de esplendorosa ac¨²stica.No me importa insistir, para comenzar, en una ausencia: la de la m¨²sica espa?ola -actual, apartada de estas grandes jornadas positivas. Dicho lo cual, aplaudo totalmente la elecci¨®n de Atl¨¢ntida como primera m¨²sica que suena en la nueva construcci¨®n, dados los valores intr¨ªnsecos y la belleza de la obra p¨®stuma que Falla dej¨® incompleta al morir y que termin¨® su disc¨ªpulo Ernesto Halffter. Anoche, Halffter recibi¨® el caluroso homenaje de todos por su labor y porque en ¨¦l ve¨ªamos un testimonio vivo de nuestro primer m¨²sico.
Orquesta Nacional de Espa?a
Orfe¨®n Donostiarra, Coral Carmina, Coro Nacional, Escolan¨ªa del RecuerdoDirectores: Juan Antanio Sanz, Josep Pons, Alberto Blancafort y C¨¦sar S¨¢nchez. Solistas: Teresa Berganza, Montserrat Caball¨¦, Vicente Sardinero, Jos¨¦ Ibarrondo, Santiago de la Cruz, Jos¨¦ Gabriel Vivas, Miguel Angel Zapater, Mar¨ªa Luisa Castellanos Julia Casamayor, Mariluz Fern¨¢ndez, Silvia Levinson, Esperanza Melguizo, Adriana D¨ªaz de Le¨®n, Hilda Rivas, Teresa Verdera e Ignacio Herranz. Director: Jes¨²s L¨®pez Cobos. Auditorio Nacional, 21 de octubre.
Problem¨¢tica
Como toda obra en la que a la mano del autor se sum¨® otra fiel e identificada, pero distinta, Atl¨¢ntida vivir¨¢ con su problematicidad a cuestas. S¨®lo el tiempo la borrar¨¢, cualquiera que sea la estimaci¨®n que el futuro dispense a Atl¨¢ntida. Ya hace mucho que el tema de lo que Mozart hizo o no hizo en el Requiem ha pasado a ser mero asunto de music¨®logos; el p¨²blico y los int¨¦rpretes hacen caso omiso de la cuesti¨®n para incidir en las bellezas del Requiem: las de Mozart y las de sus continuadores.Que Atl¨¢ntida contiene tres cuartos de hora de la mejor m¨²sica europea del siglo XX es algo reconocido por grandes directores, cr¨ªticos y estudiosos. S¨®lo aquel que tenga el alma sorda para las emociones hondas podr¨¢ escuchar imp¨¢vido ese Falla in¨¦dito del pr¨®logo de Atl¨¢ntida o ese transido y esperanzado adi¨®s que nos dej¨® en la parte tercera, verdadero cierre del misticismo musical espa?ol, de tan larga historia.
Como hecho de cultura, Atl¨¢ntida sobrepasa en mucho las sugestiones de Verdaguer, a veces de tan hermosa po¨¦tica, y nos da una trabajada e infinitamente serena s¨ªntesis historicocultural, que va desde el canto eclesi¨¢stico visig¨®tico a la modernidad de los a?os treinta, pasando por el popularismo catal¨¢n o una serie de reinvenciones: el romance, la danza renacentista, el madrigalismo se unen a la alta entonaci¨®n de un corifeo que viene a jugar un papel an¨¢logo al del Trujam¨¢n en el Retablo, con distinta intenci¨®n, otro estilo Y otra voz.
Atl¨¢ntida, obra eminenteinente coral, nacida con intenciones pl¨¢sticas junto a las pinturas de Sert para el Museo de San Telmo de San Sebasti¨¢n, encontr¨® en esta ocasi¨®n una interpretaci¨®n excelente por parte del director L¨®pez Cobos y de los coros Nacional, Coral Carmina, Orfe¨®n Donostiarra y Escolan¨ªa del Recuerdo.
Mensaje fallesco
Esta versi¨®n de concierto de Atl¨¢ntida que L¨®pez Cobos present¨® en el festival de Lucerna el a?o 1976, incluye las partes fundamentales de la obra y pone especial ¨¦nfasis en las m¨¢s religiosas. L¨®pez Cobos y la Orquesta Nacional, junto a las voces, distribuidas en la escena y en tres partes altas del auditorio, habitualmente destinadas al ¨®rgano -ahora en construcci¨®n- y al p¨²blico, situado frente a la orquesta, lograron una t¨®nica natural del mensaje fallesco, unas l¨ªneas tan claras que nos permitieron admirar el juego de relaciones tem¨¢ticas que unifica el continuo de una polifon¨ªa coral/instrumental de una belleza exigente, rigurosa, pero menos austera, en general, que la del Concierto para clave, enriquecida por elementos tan varios como el bienhumorado n¨²mero de Gerion, el tric¨¦falo, o el gratificante lirismo sin concesiones que campea en el Huerto de las Hesp¨¦rides.El bar¨ªtono Vicente Sardinero entendi¨® perfectamente su grave parte de corifeo; Teresa Berganza asumi¨® emocionadamente el aria de Pyrene, y Montserrat Caball¨¦, El sue?o de Isabel, ambas divas dentro de un estilo no totalmente consecuente con los or¨ªgenes de las partes interpretadas: Monteverdi, para el aria; el romance renacentista, para El sue?o, que por momentos se torna expresi¨®n popularizada, se, trate de El rey marinero catal¨¢n o la Bamba granadina. Las voces del tric¨¦falo, del paje, de la dama de corte y de las siete pl¨¦yades se impostaron bien en la elevada t¨®nica general. Pero quiz¨¢, Junto a L¨®pez Cobos, los protagonistas del triunfo fueron los coros. No en vano les est¨¢ encomendado lo principal de la singular partitura.
Babelia
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