El convenio Espa?a-EE UU, a debate

La comparecencia de los ministros de Exteriores y Defensa en el Congreso el viernes pasado fue interesante y coherente. Lo habr¨ªa sido m¨¢s si los diputados presentes hubieran podido disponer de un borrador del Convenio hispano-norte americano que los ministros hab¨ªan ido a explicarles. As¨ª y todo, Fern¨¢ndez Ord¨®?ez y Serra hablaron pormenorizadamente de los temas espec¨ªficos que preocupan a la opini¨®n p¨²blica espa?ola. Y demostraron convincentemente tres cosas: en primer lugar, que hab¨ªa sido necesario negociar duramente para cambiar una relaci¨®n aliada que, hasta ahora, ha sido de dependencia y no de amistad y cooperaci¨®n. En segundo lugar, que la relaci¨®n ha sido efectivamente cambiada hasta niveles insospechados, incluso m¨¢s favorables que los que otros aliados tienen con Washington. Y, finalmente, que, con el nuevo Convenio hispano-norteamericano, se cumple rigurosamente la condici¨®n tercera de la pregunta del refer¨¦ndum sobre pertenencia de Espa?a a la OTAN (reducci¨®n progresiva de la presencia militar de EE UU).La ¨²nica salvedad fue que, en su comparecencia, los ministros pasaron como sobre ascuas por el asunto de la c¨¦lebre cl¨¢usula incorporada a un anejo al nuevo Convenio y por la que el Gobierno espa?ol se compromete a no preguntar sobre la carga de los buques estadounidenses que llegan a nuestras aguas. El tema es sencillo: en el anterior convenio, Washington aceptaba que era pol¨ªtica espa?ola no permitir "la instalaci¨®n y almacenamiento" de armamento nuclear. Tras el refer¨¦ndum de marzo de 1986, se hac¨ªa preciso incluir la palabra "introducci¨®n", para hacer que la cl¨¢usula del nuevo Convenio fuera acorde con la pregunta. Esto, para los estadounidenses, quer¨ªa decir que tambi¨¦n se prohib¨ªa el tr¨¢nsito de armamento nuclear por Espa?a. Este tr¨¢nsito les es esencial y, por consiguiente, pidieron la inclusi¨®n de una garant¨ªa escrita de que Madrid no preguntar¨ªa lo que llevaban los buques, pr¨¢ctica que, no escrita, es normal entre miembros de la OTAN. Para las aeronaves, se sigue aplicando el sistema del anterior Convenio: un intercambio de cartas por el que Espa?a recuerda a EE UU su pol¨ªtica de desnuclearizaci¨®n; y Washington, a su vez, le asegura que la respeta. ?Frusler¨ªas florentinas? Desde luego. Nos las exige nuestra pertenencia a un mundo occidental extremadamente complejo, como lo demuestra la existencia de una alianza defensiva global, la OTAN, formada por pa¨ªses de diversa estructura, poder¨ªo y tendencia pol¨ªtica, pero cuyo principio esenciales la disuasi¨®n at¨®mica.

Limitaciones estrat¨¦gicas

Al ministro de Exteriores se le escap¨® el viernes el meollo de la cuesti¨®n cuando afirm¨® que no se pod¨ªa exigir al Gobierno la autoimposici¨®n de limitaciones estrat¨¦gicas cuya mera existencia har¨ªa inviable nuestra condici¨®n de miembros de la Alianza Atl¨¢ntica. No hace falta ser m y buen entendedor.

Un argumento que subyace n toda la estrategia del Gobierno es que, en el fondo, estamos tan desnuclearizados como, por ejemplo, lo est¨¢n en tiempo de paz Noruega o Dinamarca, que tambi¨¦n aplican la "pol¨ªtica de no preguntar". Lo ¨²nico que hace Madrid, nos aseguran, es ponerla por escrito. Pues debe reiterarse que para obtener tal resultado no se requer¨ªa un refer¨¦ndum. En realidad, el Gobierno quiere sugerir que, con el refer¨¦ndum, nos equiparamos a Noruega o Dinamarca. Pero eso es una falacia. A quienes nos equiparamos mediante el refer¨¦ndum fue a Nueva Zelanda, que no es que pregunte, es que ni siquiera admite el tr¨¢nsito de buques sospechosos de llevar armamento nuclear. Por esta raz¨®n, la cl¨¢usula incorporada al anejo 4 del nuevo Convenio con EE UU deshace la no nuclearidad de Espa?a. Como no puede ser menos, porque la nuclearidad potencial en tiempo de guerra y la pasividad ante el tr¨¢nsito de armamento nuclear de EE UU y de Francia y el Reino Unido es la condici¨®n m¨ªnima para la pertenencia a la OTAN.

?Qu¨¦ es lo que ha ocurrido? Sencillamente que, para convencer al pueblo espa?ol de que, si quer¨ªamos integramos en la CE, era esencial seguir siendo miembro de la Alianza, el Gobierno puso tantos caveat a la pregunta del refer¨¦ndum como consider¨® que era necesario, fueran o no cumplibles. Entre otros, se comprometi¨®, sin condici¨®n suspensiva alguna, a que Espa?a mantendr¨ªa la prohibici¨®n de instalar, almacenar o introducir armamento nuclear (claro que ahora, perdido en el texto del nuevo Convenio con EE UU, se aclara que el Gobierno puede, si ¨¦sa es su voluntad, cambiar esta pol¨ªtica). Parece evidente que, en 1982, el Ejecutivo desconoc¨ªa las verdaderas exigencias de su pertenencia a la OTAN. Consiguientemente, en 1986, puso una condici¨®n segunda al refer¨¦ndum que es incompatible con su consulta principal (quedarse en la OTAN). Deshacer el entuerto de nuestra nuclearidad, explic¨¢ndoselo al pueblo, simplificar¨ªa la tarea del gobierno hacia dentro y hacia fuera.