Brutalidad asesina
?Por qu¨¦ raz¨®n, en la mayor parte de los pa¨ªses ¨¢rabes, cuando los ciudadanos se vuelcan a la calle para manifestarse contra la intolerable miseria, ya sea el brutal aumento del coste de los alimentos esenciales o la penuria, el Gobierno apela al ej¨¦rcito y da la orden de tirar sobre la muchedumbre? ?Qu¨¦ es lo que hace que a una expresi¨®n masiva y frecuentemente espont¨¢nea se responda con fuego, sangre y muerte? ?Por qu¨¦ esta brutalidad asesina? ?A qu¨¦ podemos atribuir ese terrible desequilibrio entre la palabra de la calle y la extrema violencia con que reacciona el Gobierno?Esta desproporci¨®n se explica por la estructura misma del poder en el pa¨ªs. Cuanto mayor sea la carencia de legitimidad de un r¨¦gimen, mayor ser¨¢ la violencia con que reaccione ante el menor jaleo, porque sabe que no lo sustenta una base s¨®lida con instituciones incontestables. Un r¨¦gimen nacido de la violencia de un golpe de Estado no tiene otras referencias para imponer su legalidad que la fuerza. Toda su energ¨ªa se emplea en preservar ese poder que arrebat¨® sin el consentimiento del pueblo.
Desprecio de una elite
En la mayor¨ªa de los Estados ¨¢rabes, la democracia es un tema de discursos pol¨ªticos y no un m¨¦todo para ejercer el poder. B¨¢sicamente, existe el desprecio de una elite hacia un pueblo en gran parte analfabeto, como si el hecho de no saber leer y escribir equivaliera a una forma de atraso mental, a una forma de imperfecci¨®n que otorgar¨ªa el derecho a quienes gobiernan de tratar al pueblo como a un delincuente infantil al que hay que corregir cada vez que se manifiesta.
El Gobierno act¨²a como padre absoluto. De ah¨ª que se mantenga el partido ¨²nico. ?Un Estado con varios padres ser¨ªa un Estado depravado! Es necesario pensar por ese pueblo, actuar por su bien, hablar en su lugar y en su nombre... Cuando se adquiere la costumbre de hacerlo todo en lugar de otro, se llega a olvidar hasta su misma existencia. Entonces, cuando protesta, se le ahoga sembrando ciegamente la muerte. Es cierto que existen medios civilizados para dispersar una muchedumbre. Recurrir al ej¨¦rcito se inscribe en la l¨®gica y en la tradici¨®n de esa violencia con la cual se cree resolverlo todo. Y adem¨¢s existe una impunidad que hace que ning¨²n tribunal vaya a juzgar a los jefes de un ej¨¦rcito al que se apela para mantener el orden.
En esas sociedades, el individuo no tiene mucha importancia. No s¨®lo no cuenta su voz; su punto de vista no es requerido, sino que su vida y la de los suyos no cuentan tanto. Si se manifiesta en las calles es, pues... ?un sinverg¨¹enza, un ingrato! Desgraciadamente, los ejemplos no faltan en el mundo ¨¢rabe, donde el orden ha estado manteni¨¦ndose al precio de cientos de muertos. Muertos an¨®nimos que nadie recordar¨¢. Muertos a los que se les ha robado su propia muerte; heridos que se esconden en sus casas para no ser descubiertos por la polic¨ªa y mueren a consecuencia de sus graves lesiones; cementerios y dep¨®sitos de cad¨¢veres bajo estricta vigilancia, porque -nunca se sabe- los muertos podr¨ªan despertar, retorcerle el cuello a la ignominia e imponer el orden de los inocentes.
Si existe una diferencia fundamental entre el mundo ¨¢rabe y Europa occidental es ¨¦sta: el ej¨¦rcito no abre fuego contra una muchedumbre de manifestantes en Europa; en el mundo ¨¢rabe, s¨ª. Lo que resulta parad¨®jico es que el Magreb, por su historia y por su elecci¨®n reciente, tambi¨¦n por su emigraci¨®n, se imbrica cada vez m¨¢s en el ambiente europeo. Los tres millones de magreb¨ªes en Europa ya no son una masa abstracta, un compacto bloque resignado. Evolucionan, cambian -incluso cuando algunos se aferran celosamente a sus ra¨ªces-, tienen elementos de comparaci¨®n, se informan m¨¢s y conocen las virtudes de la democracia, incluso aquella que les permite hacer una huelga o manifestarse sin riesgo de sus vidas.Capital humano
Aunque s¨®lo fuera a causa de ese capital humano expatriado, el Magreb debe cambiar, adaptando sus instituciones al verdadero progreso, concretamente el que respeta los derechos humanos. Si no, a esta locura asesina seguir¨¢n otras violencias y y otras matanzas. La suerte del Magreb es su Juventud. Hay que aprender a escucharla. Y si se vuelca a las calles, es porque no tiene otro lugar para expresarse y porque no ha encontrado otro medio para clamar por sus esperanzas y sus exigencias.
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