Una obra de teatro escandaliza a los austriacos
En 'Heldenplatz', Thomas Bernhard acusa a sus compatriotas de antisemitas y de "d¨¦biles y locos"
Un escritor conmociona Austria. Thomas Bernhard, uno de los prosistas m¨¢s brillantes de la literatura en alerm¨¢n, ha provocado una violenta controversia con una obra que nadie conoce a¨²n. Una reflexi¨®n sobre la reciente historia austriaca, sobre el nazismo y el antisemitismo, ten¨ªa que ser conflictiva en una sociedad a¨²n conmocionada por la crisis de identidad que origin¨® el esc¨¢ndalo Waldheim. Seg¨²n algunas frases del texto filtradas a la Prensa, Bernhard dice que sus compatriotas son "seis millones y medio de d¨¦biles y locos".
Se estrenar¨¢, si nadie lo impide, en el Burgtheater, la gran catedral del teatro de Viena, el pr¨®ximo d¨ªa 4 de noviembre. El mism¨ªsimo Kurt Waldheim, encerrado en su palacio presidencial, ha pedido la censura de la obra de Bernhard. "Es una burda ofensa al pueblo austriaco", ha dicho Waldheim, muy preocupado ahora por el prestigio de la naci¨®n.El nombre de la nueva obra de teatro de Bernhard irrita y divide a la opini¨®n p¨²blica austriaca como s¨®lo puede hacerlo el nombre de su presidente, Kurt Waldheim. Se llama Heldenplatz (Plaza de los H¨¦roes). Esta plaza, en el mismo centro de Viena, una de las de m¨¢s bellas de Europa, es todo un s¨ªmbolo de grandezas y miserias de la historia de Austria.
All¨ª est¨¢n el Hofburg, el palacio que fue durante siglos centro de un gran imperio, y el Ballhaus, sede del Congreso de Viena. Pero tambi¨¦n es all¨ª donde centenares de miles de austriacos vitorearon a Hitler en 1938 y all¨ª reside, en un ala del antiguo palacio imperial, el jefe del Estado que con el esc¨¢ndalo sobre. su pasado en el Ej¨¦rcito alem¨¢n nacional socialista someti¨® a Austria a un grave desprestigio internacional.
La obra trata de un cient¨ªfico jud¨ªo que abandona Austria en 1938 huyendo del nazismo y regresa a Viena en los a?os de posguerra. En 1988, convencido de que no puede vivir entre los austriacos y de que ¨¦stos siguen siendo iguales que cuando aclamaban a Hitler se quita la vida en la plaza de los H¨¦roes.
Apenas se han hecho los austriacos a la idea de soportar a un jefe del Estado, Kurt Waldheim, impresentable en toda Europa, se ven lanzados a una nueva pol¨¦mica muy ligada a la que mantuvieron con ins¨®lita virulencia en torno a su presidente. Los demoledores juicios sobre la naturaleza de los austriacos los vierten en la obra protagonistas jud¨ªos, la familia del anciano suicida, con lo que Bernhard tiende una "p¨¦rfida trampa" a sus adversarios, como dice la cr¨ªtica de teatro Sigrid L¨¹ffier. Atac¨¢ndolos, los austriacos se ven expuestos a la temida acusaci¨®n de antisemitismo.
Desmesura
Thomas Bernhard amenazaba con una obra de teatro en el a?o de conmemoraci¨®n de la anexi¨®n de Austria al III Reich. Era seguro que los austriacos no saldr¨ªan muy bien parados en ella, conocida la obsesi¨®n de Bernhard por insultar a sus compatriotas. Su libro La tala. Una excitaci¨®n ya hab¨ªa provocado dur¨ªsimas reacciones en 1984 tanto de antiguos amigos de Bernhard que se consideraban difamados en el texto, como de un sector de la opini¨®n p¨²blica austriaca que soporta con poco humor las cr¨ªticas y los furiosos y siempre desmedidos ataques de Bernhard a los austriacos. Bernhard siempre se ha considerado un "artista de la exageraci¨®n".Parad¨®jicamente, el nuevo esc¨¢ndalo en torno a la plaza de los H¨¦roes ha llevado a la derecha austriaca y a los habituales ¨®rganos del populismo derechista y pro Waldheim a hacer realidad algunas exageraciones de Bernhard. El frente de defensa de Waldheim se ha movilizado ahora en contra de Bernhard y del director del teatro, germano occidental Claus Peymann.
El l¨ªder del partido derechista FP2, J¨¹rg Haider, ha pedido "la expulsi¨®n" del director teatral en abierta contradicci¨®n con sus tesis pol¨ªticas pangerm¨¢nicas. El diario sensacionalista Krone, que durante la crisis Waldheim pr¨¢ctico una agitaci¨®n antisemita desconocida desde el fin del III Reich, llama a una campa?a para impedir el estreno. El jefe del partido conservador OVP y ministro de Asuntos Exteriores, Alois Mock, clama por su censura.
Dict¨¢menes psiqui¨¢tricos
Algunos han llegado a hacer dict¨¢menes psiqui¨¢tricos de Bernhard para explicarse el odio de este escritor que dice detestar a sus compatriotas y no poder vivir sin ellos. La desmesura de Berrihard ha despertado la desmesura de sus cr¨ªticos. Unos quieren impedir la puesta en escena de sus obras. Otros, encerrarlo en un psiqui¨¢trico.Los pocos que han le¨ªdo la obra aseguran que Bernhardt est¨¢ ya tan obsesionado por el exabrupto que ha perdido gran parte de la iron¨ªa y la sutileza que caracterizaba su obra. Bernhard no deja t¨ªtere con cabeza en Heldenplatz. Insulta por igual a Bruno Kreisky, a Waldheim, al canciller Franz Vranitzky, a la Iglesia, a los intelectuales, a los pol¨ªticos, a la gente. Con su genial dominio del idioma, reparte calificativos injuriosos a diestro y siniestro.
El canciller Vranitzky y los socialistas del principal partido del Gobierno no se han dejado irritar por Bernhard y han salido en defensa de la libertad de expresi¨®n. La irritaci¨®n hacia Bernhard parece servir a todos, los vieneses pueden dedicarse a su gran vocaci¨®n de polemizar sobre teatro sin tener que ver la obra. Y Thomas Bernhard logra su m¨¢xima aspiraci¨®n: ser motivo de irritaci¨®n y centro de una crispada pol¨¦mica de sus compatriotas, objeto supremo de su amor y su odio.
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