Conversaciones en los pasillos
Los intelectuales sovi¨¦ticos 'de dentro' y los 'de fuera' confraternizan entre bastidores
![Pilar Bonet](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F20305dc5-7626-4aae-ba59-6e4ab29f2aac.png?auth=637102860dc774e4edecc8d35394dc6e08d620e804b66b7dbdb83c18f1a37160&width=100&height=100&smart=true)
PILAR BONET, "Nuestro destino depender¨¢ de la medida en que nuestros dirigentes aprendan a tolerar las cosas que no les gusten y las ideas que no les convengan. Aqu¨ª, nosotros aprendemos a ser tolerantes". Quien as¨ª se expresaba, tras tomarse un sorbete de lim¨®n, era Anatoli Streliany, un escritor sovi¨¦tico que particip¨® en el simposio sobre la perestroika celebrado en Barcelona. Streliany pronunciaba un brindis en nombre de los representantes sovi¨¦ticos durante una cena oficial en el palacio G¨¹ell de Barcelona y se dirig¨ªa a sus "compatriotas", los de aqu¨ª y los de all¨ª.
Los primeros, residentes en Occidente, fueron forzados a exiliarse por un sistema esclerotizado. Los segundos, viven hoy en la URSS y est¨¢n comprometidos en un proceso de reforma pol¨ªtica que, de llevarse a cabo, habr¨¢ de suprimir necesariamente barreras geogr¨¢ficas y pol¨ªticas entre unos y otros.Algunas de estas barreras -de di¨¢logo, de comprensi¨®n y de actitudes personales- se suprimieron en Barcelona del 25 al 29 de octubre durante el simposio sobre la perestroika. La convivencia de un elenco de intelectuales sovi¨¦ticos y un sector de la emigraci¨®n pol¨ªtica fue uno de los logros m¨¢s destacados de un intenso debate donde Lenin, Stalin, Trotski, Bujar¨ªn y todas las reformas frustradas del sistema se sometieron a disecci¨®n.
En la tarima, Jacques Sapir, profesor de la universidad de Nanterre, elaboraba brillantes construcciones sobre la "rnovilizaci¨®n" de la econom¨ªa sovi¨¦tica y comparaba las purgas estalinianas con "el Hiroshima y Nagasaki del sistema sovi¨¦tico". El economista Nikolai Shmelov, del Instituto de Estados Unidos y Canad¨¢, no pudo evitar alguna mordaz observaci¨®n sobre las filigranas de Sapir y, rebajando el tono a lo prosaico, conclu¨ªa que lo importante era que hubiera embutido en las tiendas. Por su parte, Andrei Sinlavski, el escritor exiliado en Par¨ªs, criticaba la concepci¨®n de Stalin formulada por Anatoli Butenko, del Instituto de los Sistemas Econ¨®micos de los pa¨ªses del Este, y recordaba que el terror en la URSS hab¨ªa comenzado en tiempos de Lenin.
Revistas clandestinas
El di¨¢logo m¨¢s fruct¨ªfero, sin embargo, estuvo en los pasillos, los salones y las habitaciones del hotel, frente a la catedral de Barcelona, donde se hospedaban los de aqu¨ª y los de all¨ª. En las habitaciones de los h¨²espedes, junto a una botella de co?¨¢, o en paseos nocturnos por las Ramblas, el tel¨®n de acero se resquebrajaba y viejos y nuevos conocidos intercambiaban experiencias.
Cronid Lubarski, el astrorisico que dirige la revista Strana i Mir (El Pa¨ªs y el Mundo), repart¨ªa generosamente ejemplares a sus compatriotas, y Valeri Chalidze, cofundador en 1970 del Comit¨¦ de Defensa de los Derechos del Hombre, hac¨ªa lo propio con la suya, La URSS: Contradicciones Internas, que se publica en EE UU. Los materiales circulaban de mano en mano. Otra cosa es que estas publicaciones, consideradas hostiles y prohibidas en la URSS, acaben llegando a un p¨²blico sovi¨¦tico m¨¢s mayoritario.
En las comidas, los de aqu¨ª y los de all¨ª discut¨ªan animadamente. Korotich pod¨ªa estar sentado, por ejemplo, al lado de Siniavski, el escritor que junto con Yuli Daniel fue juzgado en 1965 en un proceso que abri¨® un abismo entre el r¨¦gimen sovi¨¦tico y la intelectualidad del deshielo de Nikita Jruschov. Siniavski, que pas¨® siete a?os en un campo de concentraci¨®n, se exill¨® en 1971.
No lejos de Korotich y Siniavski se sentaba Ales Adamovich, que por negarse a firmar una carta contra Siniavski, cay¨® en desgracia y tuvo que abandonar Mosc¨² y exiliarse en su tierra natal de Bielorrusia. "Si no me hubiera ido a Bielorrusia no hubiera escrito algunas de mis mejores obras. As¨ª que, en parte, debo agradecer que me marginaran", dice coloquialmente, recordando a los vetustos profesores iracundos ante su exigencia de leer la obra cuya condena se pretend¨ªa. Hoy, Adamovich recibe llamadas de Gorbachov.
En las veladas nocturnas, los sovi¨¦ticos relataban cotilleos dom¨¦sticos sobre los amigos y enemigos comunes, detalles de los enfrentamientos con el Poder por un art¨ªculo o una publicaci¨®n censuradas o pormenores de la presi¨®n ejercida por medio de llamadas telef¨®nicas desde el Cornit¨¦ Central. Los emigrantes daban otro tipo de informaci¨®n. Uno explicaba c¨®mo funcionan la Bolsa y los seguros en EE UU. Otro contaba las penurias sufridas a su llegada a Occidente. Hab¨ªa detalles tristes de la muerte de Andrei Tarkovski, el director cinematogr¨¢fico fallecido en el exilio en 1987 sin llegar a presenciar el deshielo.
"?A partir de qu¨¦ altura se puede fotografiar la ciudad de Barcelona?", preguntaba, muy en serio, un periodista sovi¨¦tico asombrado de que no existieran limitaciones para tomar una vista panor¨¢mica de la ciudad como las que hay en la URSS.
El encuentro de Barcelona hab¨ªa tenido un precedente el mes de marzo en Copenhague. Aquella reuni¨®n, a la que se hab¨ªa opuesto Ligachov, fue muy tensa. Andrei Siniaski, Cronid Lubarski o el escritor Vasili Skander, hab¨ªan asistido a ambas y pod¨ªan comparar. "Aqu¨ª ha sido mucho m¨¢s relajado que en Dinamarca. All¨ª todos est¨¢bamos muy r¨ªgidos y hab¨ªa representantes de la Embajada sovi¨¦tica que controlaban lo que se dec¨ªa", nos explica Siniavski. "En Copenhague las conversaciones francas se manten¨ªan de forma m¨¢s clandestina. Aqu¨ª todo ha sido mucho m¨¢s p¨²blico".
Ausencia oficial
En Barcelona, que se sepa, no se vio hasta la clausura de los debates ni un solo representante diplom¨¢tico sovi¨¦tico ni tampoco a ninguno de los corresponsales de aquel pa¨ªs acreditados en Espa?a.
Entre los soviet¨®logos no oriundos presentes en Barcelona estaba Mar¨ªa Lavigne, la directora del Centro de Econom¨ªa Internacional de los Pa¨ªses Socialistas de la universidad de la Sorbona, cuya ponencia gust¨® mucho a Nikolai Shmelov y Anatoli Butenko, y eso que Lavigne cree que la URSS y Europa del Este no pueden convertirse en un cuarto polo de desarrollo mundial junto a EE UU, Europa occidental y Jap¨®n, entre otras cosas por "su incomprensi¨®n profunda del mundo econ¨®mico capitalista". "No tienen ning¨²n medio de aprenderlo sin hacer ellos mismos el aprendizaje del capitalismo", afirmaba Lavigne, quien dejaba abierta una pregunta: "?Hasta d¨®nde se puede ir en esta direcci¨®n, salvaguardando el car¨¢cter espec¨ªfico del sistema sociajista?".
Barcelona puso de manifiesto las limitaciones que todav¨ªa existen en la URSS. Una de ellas, por ejemplo, es la discusi¨®n sobre la invasi¨®n de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia en 1968.
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