Impostor
Hace unos d¨ªas la Prensa habl¨® de una gesta heroica y formidable: un surafricano, huido de la b¨¢rbara represi¨®n de su pa¨ªs, lleg¨® a las costas espa?olas de polizonte. Se hab¨ªa pasado 25 d¨ªas metido en una estrecha caja; cuando pidi¨® asilo pol¨ªtico en Alicante se encontraba maltrecho, engarabitado y desmayado de hambre. Era una aventura ejemplar encendida por el fulgor de la epopeya.Pues bien, ahora resulta que nuestro hombre es "un impostor". Se llama Philip Kontcho, tiene 28 a?os y no es de Sur¨¢frica, sino de Camer¨²n. Esto es, no se trata de un negro m¨ªtico que lucha contra un sistema truculento, sino de un negrito pordiosero que batalla contra una miseria espeluznante. Y, claro, la cosa tiene mucho menos lustre y donosura.
Ahora Kontcho se encuentra a la espera de la orden de expulsi¨®n, si es que no ha sido arrojado ya al llanto y crujir de dientes de la hambruna. Porque con el est¨®mago vac¨ªo deben de chirriar lo suyo los molares. El personal anda al parecer furioso ante el enga?o: creyeron que la desnutrici¨®n de Kontcho era un admirable adorno de su gesta, producto de los 25 d¨ªas en la caja, y ahora han descubierto que su depauperamiento es ancestral, una vulgar enclenquez gestada c¨®modamente en Camer¨²n a lo largo de muchos a?os sin comida. As¨ª ya se puede. Es toda una decepci¨®n, no cabe duda.
De modo que llega nuestro negrito hambr¨®n y pretende hacer creer que lo suyo, su huida desesperada y sus tres semanas de sarc¨®fago, responde a una raz¨®n pol¨ªtica. Bien mirado, en eso est¨¢ en lo cierto: de todos es sabido que la penuria del Tercer Mundo est¨¢ en relaci¨®n directa con la superabundancia de los pa¨ªses ricos. Pero eso, en fin, no es lo que el buen y recto ciudadano entiende estrictamente por pol¨ªtica. Nuestra sociedad, siempre m¨¢s sensible a la ¨¦pica que a la ¨¦tica, ha desenmascarado al mentiroso Kontcho. Cre¨ªamos que era un h¨¦roe y no es m¨¢s que uno de los cientos de millones de muertos de hambre. Que lo embarquen.
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