La ley del estruendo
Los vecinos de La Estaci¨®n, en Coslada, sufren la continua agresi¨®n sonora de los medios de transporte
Los 3.000 vecinos del barrio de La Estaci¨®n -situado a las afueras de Coslada y uno de los m¨¢s antiguos y con menor integraci¨®n en este municipio madrile?o- viven expuestos a un elevado nivel de decibelios, que se mueven a sus anchas entre los motores de los camiones que atraviesan el desv¨ªo de la nacional II hacia la terminal de Transporte Internacional por Carretera (TIR); el ferrocarril, que da ruidoso nombre al barrio, y, sobre todo, los vuelos procedentes del Sur hacia Barajas, cuyos aviones pasan ya en picado, mostrando ostensiblemente las manchas de su panza.
Para el psiquiatra Lorenzo Chamorro, ¨²nico especialista en salud mental para cuatro municipios (San Fernando de Henares, Coslada, Mejorada del Campo y Velilla de San Antonio, que re¨²nen una poblaci¨®n de 117.000 personas), "esa insoportable presi¨®n s¨®nica est¨¢ motivando patolog¨ªas espec¨ªficas entre los vecinos de La Estaci¨®n, que son, adem¨¢s, los de mayor media de edad dentro del municipio". "Curiosamente", agrega, "entre los pacientes est¨¢ generalizada la actitud de silenciar el ruido como causa de su trastorno".Seg¨²n el psiquiatra Chamorro, los pocos casos que ha podido tratar de la barriada reflejan "una somatizaci¨®n de los trastornos emocionales, en buena medida propiciada por ese sometimiento a un ruido constante". Chamorro asegura que su poblaci¨®n "es la de nivel cultural m¨¢s bajo y con mayor ¨ªndice de analfabetismo de todo el municipio, tambi¨¦n la de menor integraci¨®n, por lo que poseen menos recursos para reflexionar sobre sus propios padecimientos".
Pese a que se aprecian constantes entre los pacientes de La Estaci¨®n tratados, como son, a juicio del psiquiatra, "insomnios cr¨®nicos, p¨¦rdidas de atenci¨®n, ansiedades leves y palpitaciones", Chamorro considera habitual que todos ellos "eludan la directa referencia al sonido". En su opini¨®n, es preciso tener en cuenta la degradaci¨®n del entorno a la hora de diagnosticar a cada vecino del barrio.
Sin embargo, Chamorro asegura que son muchos los pacientes de La Estaci¨®n que no reciben atenci¨®n psiqui¨¢trica. "Algunos van al m¨¦dico de cabecera", se?ala, "y luego no son derivados al especialista; pero los hay tambi¨¦n que no van a ning¨²n lado, por falta de informaci¨®n".
Barcos en el Jarama
"Lo ¨²nico que faltar¨ªa ah¨ª, para completar el lote, es que hicieran el Jarama navegable", ironiza Bel¨¦n Lobo, la coordinadora de asistencia social del Ayuntamiento, en referencia a un barrio al que, en efecto, s¨®lo le faltan las bocinas de unas cuantas embarcaciones para completar la gama de sonidos de todos los transportes.Sin embargo, el Jarama cumple muy bien con su misi¨®n de deterioro de La Estaci¨®n. Aunque el s¨ªndrome no alcance de momento cotas audioolfativas, no hace falta aproximarse demasiado a la orilla, a una treintena de metros de las viviendas, para aderezar la irrupci¨®n de los aviones en vuelo rasante con la pestilencia de las aguas.
"Te caes aqu¨ª y mueres antes que de SIDA", pronostica Paulino, un pensionista por enfermedad, de 31 a?os, y el ¨²nico vecino que ha nacido en La Estaci¨®n -seg¨²n corrobora un grupo de personas en la desolada casucha que hace de hogar del jubilado y asociaci¨®n de vecinos-, es decir, el ¨²nico no inmigrante de alg¨²n pueblo de Castilla-La Mancha o Extremadura, que son los que esencialmente conforman la base de la poblaci¨®n estacionaria.
Contaminaci¨®n ambiental
Policarpo G¨®mez, natural de Ciudad Real y de 46 a?os de edad, es una de las voces cantantes en el despacho asambleario de la barra del bar. Con rapidez, invita a desviar la atenci¨®n de unos aviones a los que est¨¢ acostumbrado a escuchar desde hace lustros, con una frecuencia, en horas finales de la ma?ana y de la tarde, de un estruendo cada cinco minutos.Muy cerca, se encuentran las instalaciones de los laboratorios Juste. "Sueltan un humo amarillo y un olor a vinagre que est¨¢n intoxic¨¢ndolo todo", dice Policarpo G¨®mez, mientras muestra el visible deterioro de los chopos y los pinos. Los ¨¢rboles parecen dudar, por exclusi¨®n, si inclinarse hacia la ribera del Jarama o hacia el edificio donde se encuentra la empresa Juste.
"Adem¨¢s, el motor de los laboratorios se pasa desde las doce de la noche hasta las seis de la madrugada haciendo bli, bli, bli, un ruido oblicuo que se te mete en la mente y no te deja dormir", a?ade ahora Paulino al inventario s¨®nico de La Estaci¨®n. Asegura tambi¨¦n que los residuos de la planta se vierten en el r¨ªo, donde dice que ahora hay "mosquitos como gigantes", y que, de vez en vez, "vienen las gaviotas, atra¨ªdas por los peces putref¨¢ctos".
El extreme?o Juan Gonz¨¢lez, fontanero, de 38 a?os, y que lleg¨® a La Estaci¨®n a la edad de 12, asegura estar inmunizado ya contra el goteo de zumbidos de -los preaterrizajes en Barajas. Sin embargo, en contadas ocasiones-, termina por malmentar a voces a la familia del piloto. "Es cuando estoy viendo la pel¨ªcula que dan en la tele; basta que est¨¦s en lo mejor, en la intriga final, para que, zas, pase un avi¨®n y te la encharque", apostilla.
Aparte del ruido de los aviones que pasan a una altura apta para despertar en los ni?os la fantas¨ªa de alzar la mano y tocar su ala, est¨¢ la propina inaudita de los aparatos que se escuchan sin ser vistos, que operan en el ¨¢rea de Torrej¨®n de Ardoz -a unos cuatro kil¨®metros-, y los aviones que despegan de Barajas cuando cambia el sentido del aire".
En el punto m¨¢s cercano al aeropuerto de la barriada, en el puente situado en la antigua colonia de El Jarama, hay un momento en que surgen, desde abajo, caravanas de camiones; por arriba, el tren, y algo m¨¢s alto, no demasiado, las ruedas del en¨¦simo Boeing.
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