Mam¨¢ es la c¨¢mara
Es el ocaso de Mar¨ªa F¨¦lix y de Dolores del R¨ªo. Hay mujeres que llevan ya la luz bell¨ªsima y horizontal del ocaso desde su juventud. Pero no es mi turno de hacer literatura, aunque el contagio del texto de Carlos Fuentes sea grande. Aqu¨ª, pues, est¨¢n Dolores del R¨ªo y Mar¨ªa F¨¦lix, pero pueden no ser ellas, sino unas locas, quiz¨¢ no totalmente locas, que las imitan por admiraci¨®n en una sala de cine de los a?os treinta a medias derruida que tal vez sea su casa. ?Son hermanas? Hablan de su madre com¨²n, pero luego se explican algo m¨¢s (menos): mam¨¢ es la c¨¢mara. Ya se ve a qu¨¦ g¨¦nero teatral pertenece la obra Orqu¨ªdeas -las orqu¨ªdeas son ellas dos, adem¨¢s del viejo tango sensuala la luz de la Luna; obra de las llamadas abiertas, propuestas al espectador para que decida o para que acepte el encanto de la incertidumbre. Por otra parte, aqu¨ª hay dos actrices espa?olas, conocidas -bien-, que interpretan a dos mujeres que remedan a Dolores del R¨ªo y a Mar¨ªa F¨¦lix con el lenguaje personal de Carlos Fuentes.Escasa acci¨®n
Orqu¨ªdeas a la luz de la luna
Carlos Fuentes (1982). Int¨¦rpretes: Marisa Paredes, Julieta Serrano, Eusebio Poncela. Escenograf¨ªa y vestuario: Gerardo Vera. Direcci¨®n: Mar¨ªa Ruiz y Guillermo Heras. Teatro Nacional Mar¨ªa Guerrero, 23 de noviembre.
Puede uno distraerse mientras la escasa acci¨®n discurre, en ver c¨®mo se mezclan o c¨®mo se rechazan estos cuatro componentes , esta serie de distanciamientos. Otro camino de diversi¨®n no hay. Aunque s¨ª de inter¨¦s: la cantata al cine propia de muchos literatos, el lenguaje que se hace surrealista. Al principio el espectador se r¨ªe sin venir a cuento porque espera el ingenio de la pelea de soberbias y de divas entre las grandes: algo de chismes. Poco a poco lo dram¨¢tico se va metiendo en escena: el verdadero ocaso, la ca¨ªda, la falsedad de unas vidas o su sensaci¨®n de fraude. Por donde pueden entrar filosofias teatrales acerca de la naturaleza de la vida misma, acompa?adas siempre por el lenguaje surrealista de Fuentes, por sus inventarios po¨¦ticos, por la ,dulzura de su amor al cine, a las divas, al teatro y a la literatura.
Las actrices reales: al principio desconcierta ver dos seres m¨ªticos, tan repetidos y conocidos, interpretados por Julieta Serrano y Marisa Paredes. Sobre todo por lo tremendo de aquellas mujeres -a¨²n vive Mar¨ªa Felix-, que no eran ni siquiera ,grandes actrices, sino s¨ªmbolos, bellos monstruos femeninos. A .medida que entramos en el juego de la incertidumbre se prima, sobre todo, el trabajo denodado, el oficio de actrices de Marisa y Julieta, su pelea con el texto dificil de decir y con la situaci¨®n ambigua dif¨ªcil de mantener. Cuando llegan a la tragedia las vemos en su sitio, con Eusebio Poncela en un personaje breve pero no epis¨®dico, con sus correspondientes realidades e irrealidades, y su oportuna aparici¨®n para volver a lanzar ambig¨¹edades cuando ya no se soportan demasiado bien.
La direcci¨®n busca el clima de orqu¨ªdeas terminales y mujeres deshechas, luna gorda, misterio de sala de cine. Cuenta con un decorado Reno de recuerdos y est¨ªmulos visuales, de Gerardo Vera; y con un vestuario bello. Y con las luces, sugerentes. Mar¨ªa Ruiz y Guillermo Heras son dos j¨®venes veteranos en lo incierto: tienen su certidumbre.
Queda, sobre todo, el lenguaje de Carlos Fuentes, avalado por su historia literaria y por su Premio Cervantes. Se volcaron a ¨¦l los espectadores, que hab¨ªan ovacionado ya a los tres int¨¦rpretes.
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