Las manipuladoras alemanas
Erotik f¨¹r FortgeschritteneGrupo Bl?ckwechsel. Barcelona, Teatre Malic, 23 de noviembre.
La pornograf¨ªa, en versi¨®n guarro light, lleg¨® al VIII Festival de T¨ªteres de Barcelona de la mano, o mejor ser¨¢ decir de los carnosos morros de fresa mordida, detres parientes lejanas de Mefist¨®feles.
El espect¨¢culo de las tres j¨®venes manipuladoras alemanas, Erotik f¨¹r Forfeschrittene, comienza en el umbral de un portal en miniatura, donde dos criaturas asexuadas, con un tango como excusa, retozan, se manosean, se apretujan y se magrean en un marchoso acoplamiento carnal.
Tras recobrar las dimensiones realistas, se inicia el segundo n¨²mero, Tragedia cosm¨¦tica, que tiene como escenario un polvoriento tocador poblado de objetos femeninos, desde una colecci¨®n de pintalabios a una caja de m¨²sica con bailarina en attitude reglamentaria, pasando por una piojosa peluca, que, por medio de t¨¦cnicas aproximadamente pedestres, ensayan una tosca y primaria animaci¨®n.
Una de las tres chicas se coloca tras el tocador, como si fuera la imagen del espejo, y se dedica a la larga ceremonia del maquillaje. Concluida la sesi¨®n decorativa, la actriz empieza a manipular las naturalezas muertas del tocador: el volteo de la bailarina al son de un organillo, un concierto de erecciones de pintalabios, un collar de perlas que se escurre del joyero, un cepillo de pelo que se l¨ªa con un coqueto espejo, una parejita de pastel de bodas que, bajo la evocaci¨®n de un cristo crucificado sin madera, recibe el regalo de un diminuto beb¨¦ literalmente defecado por una cig¨¹e?a, y cuatro chorradas m¨¢s por el estilo.Hasta ese momento, el enunciado erotismo del espect¨¢culo s¨®lo se hab¨ªa hecho presente, afortunadamente, a trav¨¦s de las apetitosas siluetas de las tres alemanitas, que se adivinaban bajo sus ajustados vestidos de ray¨®n, abiertos por detr¨¢s como manda la liturgia.Labios melosos
Con frecuencia, las,:chicas inclinaban su escote para mostrar un lechoso pecho de hembra centroeuropea. Eso, y esos labios de albaricoque meloso que exageraban con el reflejo de la saliva sobre el pintalabios de sangre de v¨ªbora, era todo el erotismo que, hasta entonces, pudimos padecer.
Y lleg¨® la llamada telef¨®nica que, como delataba el concupiscente desasosiego de la actriz, iba a convertirse pronto en unafulgurante fellatio del aparato. Sobre una mesa vac¨ªa en un vac¨ªo escenario, un telefono negro que suena. La chica sale precipitadamente, pero la l¨ªnea se corta antes de que alcance el aparato. Abre su gu¨ª&telef¨®nica y comienza un calvario de fracasos. No encuentra al deseado c¨®mplice, y se queda con un palmo'de narices. Al s¨¦ptimo intento, aunque tampoco consigue respuesta, su tel¨¦fono intercepta una l¨ªnea ajena. La fortuna le hace ser testigo de un di¨¢logo tropical entre dosvoces ardientes que se desean hasta estallar de placer. Y nuestra actriz, apasionada voyeur, se sumerge, fren¨¦tica, en el delirio carnal.
Despu¨¦s aparece un fiambre. Sacan a escena un monigote cadav¨¦rico de tama?o natural. Lo desnudan y lo cubren con toda suerte de frutas y hortalizas. Dispuesta la ensalada necrorilica, lo ali?an con aceite, vinagre y sal. Y se da la salida al banquete estilo Grand bouffe, no sin antes a?adir una aceitosa mahonesa entubada. Las chicas comen con desespero, se pelean por medio tomate, devoran la guarnici¨®n, se amorran al fiambre y le mordisquean los ojos.
Finalmente aparece una mu?eca hinchable que muestra su cuerpo hasta la cintura tras las cortinas de un peque?o armario. La ptippetiporno ensaya un canc¨¢n al tiempo que muestra con descaro sus formas. Y eso fue todo. El espect¨¢culo no pas¨® de ser una ingenua guarrada: mediocres escenas de sex-shop.
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