Bush, a examen
MES Y medio antes de su toma de posesi¨®n, George Bush est¨¢ obligado por los acontecimientos a actuar como si ya fuera presidente de EE UU. El mundo tiene la sensaci¨®n de que Reagan ha dejado de ser primer mandatario, y las actitudes, sobre todo las econ¨®micas, han ido evolucionando en funci¨®n de lo que se presume ser¨¢ la pol¨ªtica de Bush cuando se instale en la Casa Blanca en enero. La consecuencia es que la capacidad de gobierno del presidente electo est¨¢ siendo sometida a an¨¢lisis antes incluso de que haya accedido al puesto de mando.El ejemplo m¨¢s claro es la ca¨ªda del d¨®lar. El anuncio de la elecci¨®n de Bush fue acogido por la Bolsa de Nueva York con un desplome de 100 enteros, y por los mercados financieros internacionales, con un brusco recorte del 10% en el valor del d¨®lar, muestra de la desconfianza con que eran recibidas entre los agentes econ¨®micos las escasas garant¨ªas aportadas por Bush para corregir los dos tremendos d¨¦ficit (el p¨²blico y el comercial) que lastran a la econom¨ªa norteamericana. El candidato electo ha declarado una y otra vez que no piensa tocar los impuestos. Los interrogantes que ello plantea en relaci¨®n con el d¨¦ficit presupuestario, con el comportamiento de las tasas de inter¨¦s si ¨¦ste no es corregido, con la depreciaci¨®n continuada del d¨®lar y con la evoluci¨®n de las restantes econom¨ªas desarrolladas, no pueden empezar a ser despejados, porque el presidente electo a¨²n tiene las manos atadas y, de hecho, no act¨²a. Pero la promesa de que ser¨¢ el primer tema al que se enfrentar¨¢ nada m¨¢s jurar el cargo el 20 de enero no ha tranquilizado a nadie.
Tambi¨¦n en el terreno de la actuaci¨®n pol¨ªtica, los acontecimientos no pueden esperar al relevo presidencial. George Bush ha tomado ya dos importantes iniciativas: ha celebrado una entrevista muy significativa con el presidente electo de M¨¦xico, Carlos Salinas de Gortari, que toma posesi¨®n de su cargo el pr¨®ximo 1 de diciembre, y tendr¨¢ una primera reuni¨®n de trabajo con el l¨ªder sovi¨¦tico, Gorbachov, durante la inmediata visita de ¨¦ste a Nueva York.
Pero es en el cap¨ªtulo de los nombramientos en el que el nuevo presidente est¨¢ dando m¨¢s pistas sobre las l¨ªneas maestras de su mandato. Despu¨¦s del grave error de escoger a Dan Quayle para la vicepresidencia, Bush est¨¢ recurriendo a pol¨ªticos largamente experimentados en cargos p¨²blicos para los puestos claves de su Administraci¨®n. Jim Baker, el nuevo secretario de Estado, no s¨®lo conoce los interiores de la Casa Blanca, sino que ha demostrado ser un h¨¢bil conductor de campa?a y ser¨¢ un negociador serio y competente. Para ayudarle en cuestiones estrat¨¦gicas y en las relaciones con la URSS, Bush ha seleccionado a dos halcones moderados: Brent Scowcroft, como consejero nacional de Seguridad, y -aunque est¨¢ a¨²n sin confirmar- John Tower, como secretario de Defensa. El presidente electo ha decidido adem¨¢s mantener a Jim Brady como secretario del Tesoro, lo que reforzar¨¢ la tendencia al continuismo en la pol¨ªtica econ¨®mica estadounidense, y ha nombrado a otro experto profesional, Richard Darman, como todopoderoso jefe de la Oficina de Presupuesto. The New York Times ha comentado que con estos nombramientos es evidente que George Bush "tiene m¨¢s inter¨¦s en resolver problemas que en hacer exhibici¨®n de ideolog¨ªa".
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