El terror
El terror tiene un car¨¢cter sagrado y sus v¨ªctimas son siempre propiciatorias. Cuando hoy se produce un atentado sangriento hay que pensar en un dios moderno que acaba de pedir su diaria raci¨®n de carne. Este dios tan voraz no es distinto de aquellos que en la antig¨¹edad exig¨ªan sacrificios humanos en altares de piedra labrada, si bien ahora las aras est¨¢n en cualquier esquina ,del asfalto y detr¨¢s de ellas no se eleva la pir¨¢mide, sino un cuartel de la polic¨ªa o un centro comercial que se le sirve de retablo. Terror se deriva de tierra. Es una sensaci¨®n primigenia que penetra en el interior de los hombres y de los animales por la ra¨ªz de los pies, hace vibrar la pelvis, causa un vac¨ªo en las v¨ªsceras y entonces, como reacci¨®n, se produce la estampida antes de que sus efectos lleguen al cerebro.Terror es la voz latina que equivale al p¨¢nico de los griegos: ese sentimiento del dios Pan, guardi¨¢n del Todo, que adentraba a los mortales en el coraz¨®n del bosque tocando el caramillo y all¨ª los envolv¨ªa con la pulsi¨®n estremecedora de la naturaleza. El Todo segrega un excipiente que es el fanatismo y de este veneno beben los oficiantes antes de comenzar la liturgia.
Los terroristas poseen un talante religioso. Sus verdaderos colegas son aquellos brujos, sacerdotes e inquisidores que, sinti¨¦ndose representantes de una deidad carnicera, le ofrec¨ªan sacrificios cada d¨ªa para aplacarla. En honor del sol, de la lluvia, de los genios que habitan en la cumbre de los montes, de los ¨ªdolos que simbolizan la identidad de una tribu, de la idea abstracta que sintetiza una patria o una raza, han sido destripadas infinitas criaturas y sus entra?as ofrecidas a estos poderes sobrenaturales por unos encargados del culto que antes llevaban el pu?al de oro bajo bordadas vestiduras y ahora van con chubasquero y metralleta y manejan la dinamita como la mirra. El nacionalismo adopta a veces la imagen de un dios terrible de la naturaleza. A ¨¦l se sacrifican v¨ªctimas an¨®nimas a cargo de unos matarifes sagrados en un ritual que no ha variado desde la noche de los tiempos.
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