El angustiante problema de la deuda
Las identidades reales de los pueblos no se revelan m¨¢s que en los momentos de crisis o de plenitud, en lucha contra los infortunios y las vicisitudes, en busca de su genuina expresi¨®n individual y colectiva, de su propia supervivencia. Esta lucha es la que hace surgir, indefectiblemente, en los momentos de crisis y desfallecimientos, a los dirigentes naturales de verdadero peso moral, de voluntad visionaria y al mismo tiempo pragm¨¢tica, compenetrados, consustanciados con la naturaleza de sus colectividades y la fuerza din¨¢mica de su destino hist¨®rico. Bol¨ªvar, San Mart¨ªn Artigas, Ju¨¢rez, Mart¨ª, son buenos ejemplos en Am¨¦rica Latina, en una amplia gama de actitudes de una acci¨®n verdaderamente carism¨¢tica con respecto a sus pueblos, aun cuando sus empresas de liberaci¨®n no fueran siempre coronadas por el ¨¦xito. Por lo menos, de momento inmediato.Conciencia cr¨ªtica
Por todo ello, la conmemoraci¨®n del descubrimiento va unida necesariamente a la toma de conciencia cr¨ªtica de los grandes problemas comunes y de una acci¨®n pol¨ªtica gradual y consecuente con la progresiva soluci¨®n de los mismos. El proyecto de unificaci¨®n es una empresa cada vez m¨¢s erizada de dificultades y escollos que parecieran condenarla a un aplazamiento indefinido. No se pueden correlacionar ni integrar magnitudes diferentes o que se hallan en desigual estado de desarrollo. Es evidente que el concepto de la Espa?a democr¨¢tica como compa?era de las naciones americanas en un plano de igualdad, y en un plan de comunidad org¨¢nica de naciones no resulta a¨²n viable. Salvo en empresas de cooperaci¨®n y ayuda unilaterales o parciales, y por lo mismo casi siempre transitorias e ineficaces. En su mayor parte, las colectividades latinoamericanas no han accedido a¨²n al asentamiento de sus instituciones democr¨¢ticas, agobiadas por el tremendo flagelo de la deuda externa, por los reg¨ªmenes desp¨®ticos, la inestabilidad pol¨ªtica y al marasmo econ¨®mico.
Un destacado dirigente pol¨ªtico latinoamericano defin¨ªa esta situaci¨®n cuando la describi¨® hace algunos a?os de la siguiente manera: "Un primer hecho que debemos considerar es que nuestros pa¨ªses exhiben profundas diferencias entre los que van consolidando, en medio de enormes dificultades, sus formas de organizaci¨®n y de gobierno en la democracia y aquellos que a¨²n no han superado los condicionamientos autocr¨¢ticos y olig¨¢rquicos que a su vez conspiran contra procesos de independencia econ¨®mica y afianzan el subdesarrollo, el atraso o el estancamiento. No constituimos una unidad pol¨ªtica con todos los caracteres comunes necesarios para garantizar proyectos de cooperaci¨®n exitosos, sino que adem¨¢s no hemos superado conflictos entre nuestros pa¨ªses, que una y otra vez nos colocan al borde de enfrentamientos y alientan carreras armamentistas en sociedades que en muchos casos no han alcanzado niveles dignos de subsistencia". ?ste es otro de los aspectos problem¨¢ticos de la integraci¨®n iberoamericana en su conjunto, no s¨®lo en lo que concierne a los pa¨ªses latinoamericanos entre s¨ª. El dirigente democr¨¢tico -cuyas palabras acabo de citar- actual presidente de una naci¨®n suramericana advert¨ªa, a rengl¨®n seguido, lo siguiente: "En un continente donde lo raro es la democracia y la independencia econ¨®mica, la cooperaci¨®n t¨¦cnica puede terminar siendo, de hecho, la cooperaci¨®n entre las filiales de las empresas transnacionales que, claro est¨¢, segu¨ªan por los centros de decisi¨®n externos. Y en el plano pol¨ªtico, lo que es m¨¢s grave a¨²n, las coordinaciones efectivas entre Gobiernos antipopulares se hacen para consolidar los f¨¦rreos esquemas de dominaci¨®n de las oligarqu¨ªas locales y para servir los intereses imperiales que se expresan bajo el manto de la teor¨ªa de la seguridad nacional". Estas palabras pertenecen al doctor Ra¨²l Alfons¨ªn, que las pronunci¨® antes de su ascensi¨®n a la presidencia de la Rep¨²blica Argentina con ocasi¨®n del II Encuentro en la Democracia (ICI, Madrid, 1983). Alfons¨ªn vio claramente el peligro. Como jefe de Estado ha cumplido actos importantes de gobierno (entre ellos el sonado juicio a los jefes militares de la guerra sucia, el primero en su g¨¦nero en Am¨¦rica Latina, realizado por la justicia del nuevo Estado de derecho), pero no pudo sentar en el banquillo las causas de la sideral deuda externa ni completar durante el curso de su mandato, a pocos meses ahora de su t¨¦rmino constitucional, su proyecto de levantar el pa¨ªs de su postraci¨®n a la que le sometieron sus victimarios.
Iniciativas inconexas
Los organismos regionales, los pactos y acuerdos entre pa¨ªses son, por supuesto, tentativas intermitentes de la voluntad de unificaci¨®n, pero son precarios y carecen de la fuerza de una convocatoria multilateral porque, en la mayor¨ªa de los casos, son iniciativas inconexas entre Estados y Gobiernos sin una suficiente conciencia nacional que los respalde. La Asociaci¨®n Latinoamericana de Libre Comercio (ALAC 1960), el Sistema Econ¨®mico Latinoamericano (SELA), el Mercado Com¨²n Centroamericano, el Parlamento Latinoamericano y los sucesivos pactos interregionales, incluso el Pacto Andino (1970) -el mejor dise?ado y el m¨¢s activo de todos hasta su declinaci¨®n-, tampoco pudieron ampliar los promisorios ¨¦xitos de sus comienzos. El Pacto Andino, por ejemplo, en su decisi¨®n n¨²mero 24 (que establec¨ªa un r¨¦gimen com¨²n de tratamiento para las inversiones extranjeras) choc¨® violentamente con la resistencia de las corporaciones multinacionales, adversas siempre a los procesos de integraci¨®n regional. Situaciones an¨¢logas se registraron con respecto a las laboriosas e infructuosas gestiones de Contadora en el asunto de Nicaragua, del Grupo de Apoyo, del Consenso de Cartagena (cuyo objetivo central es el tratamiento de la deuda), bajo las presiones directas o indirectas, las intimaciones e intimidaciones del socio mayor norteamericano dispuesto a no dejar que se cumplan los objetivos regionales comunitarios.
En este sentido, las negociaciones pol¨ªticas -pese a los fracasos iniciales- revelaron una eficacia mayor en el planteamiento de los conflictos subregionales centroamericanos; negociaciones que culminaron en el acuerdo de Esquipulas 2, con el plan Arias para la paz en Centroam¨¦rica, a¨²n en curso, y que en su momento pareci¨®, si no conjurar por completo, al menos aplazar y aun derivar la inminente intervenci¨®n norteamericana contra Nicaragua.
Voluntad de consenso
Pese a su relativa eficacia, las numerosas tentativas de acuerdos comunes son, sin embargo, los hitos que jalonan el proceso de unificaci¨®n e integraci¨®n latinoamericana. Son gestos, si se quiere, precursores pero firmes. Este proceso es previo, aunque simult¨¢neo, a la eventual integraci¨®n con Espa?a y Portugal, si ella ha de producirse alguna vez. Ella debe surgir como una voluntad de consenso y de acci¨®n no s¨®lo de los Gobiernos y los Estados, sino, principalmente, de las grandes masas populares con cuya decisi¨®n referendaria necesariamente se debe contar. Sin la existencia de este consenso referendario -que s¨®lo en la democracia es posible-, el proceso de unificaci¨®n estar¨¢ siempre expuesto a no lograr m¨¢s que ¨¦xitos transitorios y, en el peor de los casos, a la acci¨®n saboteadora de las oligarqu¨ªas locales y extranjeras, celosas de sus privilegios, y el riesgo a¨²n mayor de los estallidos de violencia, revolucionarios o no, que se incuban en el atraso y la miseria.
En ausencia de espacios permanentes de concertaci¨®n, Am¨¦rica Latina no tiene una pol¨ªtica europea, desde el momento que tampoco existe una pol¨ªtica coherente y sin demagogias para romper las horcas caudinas de la dependencia y la dominaci¨®n, cuyos vectores son, en primer t¨¦rmino, los canales del imperialismo econ¨®mico y financiero. El m¨¢s claro ejemplo de tal situaci¨®n es el hecho de que no se haya logrado arribar a acuerdos multilaterales para que el conjunto de los pa¨ªses afectados pueda gestionar y resolver el angustiante problema de la deuda y quebrar de una vez el siniestro pero invisible mecanismo que la genera en un c¨ªrculo vicioso al parecer irremediable. Su inexorable crecimiento lo convierte, m¨¢s que en un ilevantable peso econ¨®mico y financiero, en una enorme rueda de molino atada al cuello de nuestros pa¨ªses, ricos o pobres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.