El Madrid mantuvo el empate con nueve jugadores

El partido termin¨® por definirse accidentalmente en los tres minutos que mediaron entre la ex pulsi¨®n de Gallego y la de Hugo S¨¢nchez, ya que entonces tuvo una lectura lineal: un equipo dispon¨ªa de 11 jugadores y el otro de nueve. En esa tesitura, el Sevilla, obligado a ganar, desarroll¨® un juego torpe y frustrante, mientras el Real Madrid alcanz¨® su mayor dimensi¨®n, limit¨¢ndose a una defensa aparentemente numantina, pero que no result¨® heroica. La torpeza del Sevilla termin¨® en grandeciendo la categor¨ªa t¨¦cnica de los madridistas, que no necesitaron de actos raciales ni de derroches de valor para mantener un d¨¦bil empate. El partido, de principio a fin, termin¨® decidido por cierto imperio de la sinraz¨®n.
Lo curioso fue que los ¨²ltimos 35 y decisivos minutos casi no respondieron a lo esperado. Sencillamente, no hubo partido. Por un lado, porque el colegiado, Ur¨ªzar Azpitarte, se asust¨® ante la magnitud de las dos expulsiones y trat¨® de aplicar sanciones discrecionalmente, lo que contribuy¨® a que el juego estuviera salpicado de interrupciones. En esa estratagema, el Madrid abus¨® tambi¨¦n de su necesidad imperiosa de que el tiempo pasara con el bal¨®n fuera del juego y consigui¨® su objetivo. Todo ello unido motiv¨® un desenlace muy intermitente, poco dram¨¢tico a pesar de la diferencia num¨¦rica y frustrante para el espectador local, que ni siquiera pudo de gustar alguna acci¨®n aut¨¦nticamente peligrosa.
Y es que el Sevilla se present¨® ante el Madrid desprovisto de aut¨¦nticos pensadores, tambi¨¦n llamados cerebros. Situaci¨®n que se manifest¨® importante en la primera fase del partido, pero ciertamente fundamental en la decisiva. A pesar de tan descarada superioridad, el Sevilla se empe?¨® en una torpe insistencia de llevar el bal¨®n por el centro del sistema de contenci¨®n madridista. Sus laterales permanecieron demasiado retrasados —Paco Llorente ten¨ªa cuatro defensas ante s¨ª— y su juego apenas gener¨® una posibilidad bien organizada. Nadie supo sacar consecuencias de tal ventaja y hasta el diezmado Madrid lleg¨® a disponer de dos buenos contraataques que no produjeron situaciones de gol por precipitaci¨®n de Gordillo y Paco.
El otro partido, el que se disput¨® hasta el minuto 56, fue dominado t¨¢cticamente por el Madrid, pero sin haber sacado de ello suficiente provecho por que el Sevilla empat¨® en una acci¨®n aislada, al aprovechar Polster un libre directo. Beenhakker hab¨ªa sorprendido a la concurrencia dejando en el banquillo a Butrague?o y optando por Paco Llorente, situaci¨®n te¨®ricamente her¨¦tica que result¨® eficaz sobre el terreno de juego. Paco jug¨® muy bien, entretuvo la pelota cuando era necesario, marc¨® el gol, cre¨® peligro y colabor¨® activamente en situaciones defensivas. El Sevilla, sin los pensadores Francisco y Bengoechea, innov¨® un marcaje al hombre en la defensa, que le dio muy malos resultados, mezclado con un marcaje zonal en el centro del campo. Mientras Mino, por ejemplo, se arriesgaba a perseguir a Hugo S¨¢nchez en el centro del campo y los laterales, Jim¨¦nez y Diego, se encontraban jugando en las mismas latitudes, Choya se ve¨ªa obligado a vigilar las zonas de paso madridista que eran utilizadas por Schuster,Gallego y hasta Sanchis, lo que termin¨® resultando demasiado tr¨¢fico para un solo guardia urbano. El Madrid domin¨® el partido, marc¨® pronto y se vio vencedor. El fallo de Buyo dej¨® el empate al descanso y tres minutos de incontinencia en la reanudaci¨®n cambiaron la faz del partido.
Todo este proceso l¨®gico, el mal planteamiento del Sevilla frente al riesgo rentable de una decisi¨®n de Beenhakker, ni siquiera result¨® anecd¨®tico. Fue un pr¨®logo intrascendente. Ese era el verdadero partido, pero qued¨® empeque?ecido por el ¨²ltimo acto: los 35 minutos que jugaron nueve contra 11. Y justo ah¨ª no hubo drama, ni demasiado hero¨ªsmo. El partido fue, por tanto, il¨®gico: el Madrid no gan¨® cuando jug¨® mejor el Sevilla tampoco cuando dispuso de una gran superioridad. Y no hubo tragedia cuando el Madrid ol¨ªa a cad¨¢ver. Y Paco Llorente no hizo echar de menos a Butrague?o, como Dasaev pas¨® inadvertido porque el partido acab¨® en otra direcci¨®n.
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