David Leavitt, un joven de prosa incisiva
El escritor norteamericano presentar¨¢ en Espa?a su tercer libro, 'Amores iguales'
Con tres libros publicados antes de cumplir la treintena, David Leavitt, un norteamericano nacido en Palo Alto (California) y criado a caballo entre las costas atl¨¢ntica y pac¨ªfica de su pa¨ªs, ha logrado situarse como una de las m¨¢s interesantes singularidades del actual panorama literario. Sus dos primeros libros, Baile de familia y El lenguaje perdido de las gr¨²as (publicados en castellano por Versal en 1987 y en catal¨¢n por Columna), le acreditaron como incisivo narrador de un universo de relaciones familiares en quiebra en un trasfondo de bienestar y escepticismo, punteado por la omnipresencia de la televisi¨®n, los medios electr¨®nicos y las distintas oleadas de la cultura pop. La pr¨®xima semana, David Leavitt estar¨¢ en Espa?a para presentar su tercera, obra y segunda novela, Amores iguales, tambi¨¦n publicada por Versal y Columna en sus versiones castellana y catalana, respectivamente.
Por razones que el propio escritor no se explica del todo, sus libros han sido especialmente bien acogidos en Espa?a e Italia, adem¨¢s de en EE UU. Tal vez no es casualidad que Leavitt, residente habitual en East Hampton, una peque?a localidad de Long Island, a unas tres horas de Nueva York, acaricie la idea de pasar una larga temporada en Italia y se sienta "completamente c¨®modo" en Mil¨¢n por algo m¨¢s que por su afici¨®n a la cocina piamontesa, de la que no s¨®lo es degustador, sino tambi¨¦n practicante. Afirma "no considerar ning¨²n sitio en especial como el hogar" y, "precisamente por ello, busco la m¨¢xima privacidad en todas partes". La combinaci¨®n de intimidad, vitalidad social y alegr¨ªa de vivir de los milaneses le complace en grado sumo."No conozco Espa?a", dice, "y siento mucha curiosidad, por lo que me han contado de Madrid y Barcelona y por lo que he podido leer y ver en alguna pel¨ªcula". Leavitt se revela, en este aspecto, como un consumado conocedor y admirador de Pedro Almod¨®var, de quien ha visto casi todos los filmes y del que alaba muy especialmente ?Qu¨¦ he hecho yo para merecer esto?, destacando la gran actuaci¨®n de Carmen Maura e interes¨¢ndose por la identidad de "la actriz que interpreta a la abuela" [Chus Lampreave]. "Estoy impaciente por ver Mujeres al borde de un ataque de nervios", rubrica el escritor.
Amores iguales, la novela m¨¢s reciente de Leavitt, ha sido, de hecho, publicada primero en Italia (por Mondadori) y en Espa?a que en Estados Unidos, donde aparecer¨¢ en febrero del pr¨®ximo a?o. "Pienso que mis libros han sido mejor acogidos y comprendidos en Espa?a y en Italia que en el Norte de Europa, porque las sociedades del sur han cambiado m¨¢s r¨¢pidamente en los ¨²ltimos a?os y, sobre todo, porque son m¨¢s receptivas, por identidad cultural, a algunos procesos que est¨¢n presentes en mis libros, como la muerte, las relaciones familiares en conflicto y un cierto trasfondo de reencuentro religioso en un entorno materialista y marcado por la inmediatez, por la sensaci¨®n de ausencia de futuro".
Familia y ra¨ªces
"Como muchos norteamericanos de mi edad, soy completamente ignorante de la religi¨®n", dice Leavitt, "y plantear una b¨²squeda religiosa por parte de uno de los personajes de Amores iguales es una de las cosas m¨¢s arriesgadas que he hecho, porque es lo que menos conozco".
Esta utilizaci¨®n narrativa de lo religioso es simult¨¢nea al redescubrimiento por parte del propio Leavitt de sus ra¨ªces jud¨ªas (aunque su familia no fue nunca practicante). "Me preocupa esta cuesti¨®n", revela el escritor; "es un proceso que se va aclarando con el tiempo y del que soy cada vez m¨¢s consciente. Pienso que esa conciencia aumentar¨¢ con el tiempo".
La referencia familiar de Amores iguales, tambi¨¦n presente en sus dem¨¢s obras, tiene motivaciones obvias para Leavitt, quien dice que "la familia es la mayor y mejor excusa literaria que se ha inventado".
La novela Amores iguales comenz¨® a gestarse a partir de dos proyectos de historias bien diferentes que el escritor quer¨ªa acometer "y que", explica, "se me hicieron demasiado largas como narraciones; de un lado, quer¨ªa escribir sobre un personaje femenino de la generaci¨®n de mi hermana y as¨ª surgi¨® la chica llamada April. Por otro lado, quer¨ªa escribir sobre mi madre [que acababa de morir de c¨¢ncer] y todo el pasaje de la novela que trata de la muerte de la madre es real. De un lado, no tiene demasiada importancia para el lector, pero pienso que ser¨ªa deshonesto si tratara de ocultarlo. Por otra parte, el resto de los personajes no est¨¢n en absoluto basados en la realidad".
Amores iguales es, para su autor, "un libro que trata sobre el poder femenino, sobre mujeres fuertes, mucho m¨¢s fuertes que los hombres, como son April, la hermana, y Louise, la madre. Tambi¨¦n pienso que es el libro m¨¢s optimista que he escrito; aunque hable de la muerte, no es un libro triste".
El autor explica que "siempre comienzo con una imagen, un lugar, el sentido de una situaci¨®n; eso es lo que me interesa al escribir y, en el punto de partida, s¨®lo conozco lo que viene de una manera muy vaga". Leavitt cita, en este punto, una frase que le impresion¨®, acerca de la percepci¨®n del significado de una obra durante su escritura: "?C¨®mo puedo saber lo que quiero decir antes de ver lo que digo?".
"Creo", aventura el escritor, "que lo m¨¢s b¨¢sico que quiero dar a entender es que los personajes son muy distintos entre s¨ª, pero en realidad son uno mismo; quiero crear esta doble impresi¨®n, esta paradoja de la singularidad simult¨¢nea a un trasfondo com¨²n, que es lo que nos hace ¨²nicos y al mismo tiempo universales, lo que muestra, como dice el t¨ªtulo de una narraci¨®n, que todos nuestros secretos son el mismo. Esto es lo que me gusta hallar como lector y lo que trato de generar al escribir".
'Star Trek' y pintura flamenca
"Decir que no hay futuro es una afirmaci¨®n que no har¨ªa ahora, porque no creo que sea un sentimiento asociable con una generaci¨®n, sino con una edad", explica David Leavitt acerca de sus actuales reservas ante el Manifiesto de mi generaci¨®n, un art¨ªculo aparecido en 1986 en la revista norteamericana Esquire (y en EL PA?S el 31 de enero de 1987) que le ha hecho casi tan famoso como sus narraciones y novelas. Leavitt, que tiene ahora 27 a?os y escribi¨® el Manifiesto a los 24, dice que "no es que quiera retractarme, pero creo que ahora no escribir¨ªa algo as¨ª; har¨ªa algo m¨¢s personal, sin extrapolar, bajar¨ªa el tono de las generalizaciones. Pero lo importante para m¨ª es que el Manifiesto es una pieza vieja; los ¨²ltimos tres o cuatro a?os de mi vida han sido muy intensos y muy significativos. Por aquel entonces me cre¨ªa muy listo, muy precoz y ahora ya no me lo parece tanto, pero me siento m¨¢s maduro. Por otra parte, mi juventud ya no resulta ultrajante para los dem¨¢s y esto incide en mis sentimientos acerca del futuro"."Yo escrib¨ª que 'no hay futuro' para mi generaci¨®n en un sentido filos¨®fico y creo que ¨¦se era el error del Manifiesto, el de generalizar, porque, por cada miembro de nuestra generaci¨®n que no se v¨¦ a s¨ª mismo con un futuro, otros s¨ª lo ven. Ahora creo que plantear las cosas a esos niveles de generalizaci¨®n y especular con algo que, por principio, nos excede, como es el futuro, no tiene demasiado inter¨¦s. Me gusta mucho m¨¢s explicar historias".
El paisaje de fondo configurado por la televisi¨®n, los medios de difusi¨®n y la literatura, en sus diversos y contrastados niveles, es, en cambio, uno de los trazos recurrentes en la obra de Leavitt en los que el escritor se reafirma, incluso gozosamente. "Para m¨ª y para mucha gente de esta generaci¨®n", explica, esta influencia no ha sido ni siquiera objeto de elecci¨®n. Desde la primera infancia, la televisi¨®n era el ruido de fondo de mi vida; no puedo hacer nada por evitarlo".
"Pero adern¨¢s", insiste, "yo soy un verdadero adicto a los medios de difusi¨®n y comunicaci¨®n, un media-junkie. Me gusta verlo todo; estoy dispuesto a recibir, ver, escuchar y leer todo tipo de mensajes y adem¨¢s, como estoy radicalmente en contra de cualquier esnobismo en este terreno, me alegro mucho de no haber tenido que hacer elecciones forzadas o establecer prioridades entre alta y baja cultura; me siento totalmente c¨®modo al hablar de pintura flamenca y de la serie televisiva Star Trek con la misma intensidad y al mismo nivel. Me alegro mucho de no haber tenido que ser un ista de nada".
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