Nuria Espert, en el Covent Garden
Con Rigoletto se ha hecho de todo. La ¨²ltima gran versi¨®n que circulaba por el mundo era la que situaba la acci¨®n entre g¨¢nsteres italianos de Chicago, y no cuadraba mal. Nuria Espert la ha situado no en la ¨¦poca anterior a la que hab¨ªa recurrido Verdi para hurtar las censuras que sin embargo tuvo, sino en la misma ¨¦poca en que escribieron Victor Hugo y Verdi, es decir, restituyendo la actualidad del pensamiento de sus autores. Los dos grandes libertarios, el Hugo de Le roi s'amuse y Verdi, que tuvo que rebajar la condici¨®n de rey por la de duque por severas imposiciones oficiales, vertieron el uno en la novela y el otro en la m¨²sica de teatro la gran m¨²sica que era capaz de subrayar intenciones, caracteres, situaciones dram¨¢ticas, en la denuncia de una sociedad de poderosos corruptos utilizando sus medios para aplastar al pobre. Y para violar mujeres. Me parece entender que Nuria Espert ha moldeado ligeramente la ¨®pera para subrayar ese contenido de la mujer humillada y burlada. Toda su trayectoria en Londres se est¨¢ haciendo as¨ª, y quiz¨¢ la de toda su vida de adulta (desde la restauraci¨®n de la democracia en Espa?a, antes la lucha era otra). La casa de Bernarda Alba apenas necesitaba acentuaci¨®n; en Madame Butterfly insisti¨® en la pobreza y en la desolaci¨®n de la protagonista m¨¢s que en la pura historia de amor frustrado con que se sol¨ªa ver. Si es as¨ª o no, soy yo solo quien cree verlo, lo ha hecho con toda la delicadeza que permite una ¨®pera, que no es asunto que pueda moldear un director, y menos en el Covent Garden, donde se sabe el p¨²blico de memoria cada estrofa y cada frase musical.Lo que ha podido hacer, y lo que ha hecho, es liberar la ¨®pera de su prisi¨®n. Es una tendencia por la que est¨¢n luchando los directores j¨®venes de todo el mundo, que generalmente eran poco escuchados por la dictadura de los divos y de los directores musicales y muchas veces por la del p¨²blico, que se hab¨ªa convertido en una especie de reserva extra?a, de antepasados de s¨ª mismos. Todav¨ªa existe parte de ese rigor, pero la renovaci¨®n va siendo notable, y es algo que ayuda a la nueva difusi¨®n de la ¨®pera. Imagino que Nuria Espert, por venir del teatro hablado -el que antes se llamaba de verso y estaba en prosa-, ha acometido la ¨®pera sin ninguno de estos prejuicios antiguos; el hecho es que los cantantes act¨²an, se mueven con arreglo a las situaciones, no cantan cara al p¨²blico con los brazos abiertos -antes dec¨ªan que lo hac¨ªan as¨ª para expandir el pecho: mentira- sino como verdaderos protagonistas de una acci¨®n melodram¨¢t¨ªca viva. Lo consigue siempre con los grupos de dos o tres personajes -como ejemplo, las primeras escenas del tercer acto: el coqueteo entre Magdalena y el duque de Mantua, con toda su trama de muerte detr¨¢s, y el arranque de la tormenta (¨¦ vicino, en los dos sentidos de la expresi¨®n) con la intervenci¨®n del asesino Sparaf¨¢cile-. Rigoletto no acent¨²a sus deformidades y la sordidez de su venganza -al menos en lo posible- y s¨ª la de su car¨¢cter humano, y en Gilda no se ve la ni?a enga?ada, asustada y fascinada, sino toda una mujer. M¨¢s notable en el dif¨ªcil trabajo de hacer que el coro no sea una simple masa musical sino que cada uno de sus componentes tenga la individualidad posible en el movimiento.
Rigoletto
De Verdi, libro de Piave inspirado en Victor Hugo. Int¨¦rpretes: Neil Shicoff, June Anderson, Claire Powell, Brent Ellis, John Tomlinson. Escenograf0¨ªa y decorado: Enzio Frigerio. Vestuario: Franca Squarciapino. Direcci¨®n de escena: Nuria Espert. Direcci¨®n de orquesta: Michael Boder. Royal Opera House. Londres, 8 de diciembre.
Se ha apoyado en un vestuario -de Franca Squarciapino- de fraques, polisones para unos y harapos; para otros, para subrayar la gran diferencia entre riqueza y pobreza, como en el buen decorado de Frigerio, entre el palacio y las callejas s¨®rdidas. De alguna forma propia ha conseguido que sea un poco menos melodrama, un poco menos follet¨ªn, y tenga una calidad m¨¢s contempor¨¢nea.
Es pr¨¢cticamente innecesario decir que la voz de Brent Ellis en Rigoletto tiene una riqueza de graves continuando su limpieza de bar¨ªtono, o que June Anderson canta como con terciopelo en la garganta. Siempre son brillantes las notas del bajo -John Tomlinson- y del tenor con su aria convertida en leit motiv de acusaci¨®n a la mujer de aquello que ¨¦l est¨¢ perpetrando; Neil Shicoff mantiene ese cometido. La orquesta de la Royal Opera House tiene toda la flexibilidad que necesita Verdi, todos los tonos, desde la brillantez de la fiesta hasta las frases prernonitorias del destino y las voces de la tragedia.
El p¨²blico estuvo m¨¢s bien contento. Aplaudi¨® largamente a los cantantes como es costumbre -no m¨¢s all¨¢- y algunos mostraron su descontento. Y hay que decir tambi¨¦n que una mayor¨ªa del p¨²blico hab¨ªa competido por las dificiles entradas de este estreno de versi¨®n exclusivamente por Nuria Espert, a la que se acoge en Londres como a la persona que puede cambiar ciertas nociones de la ¨®pera.
Babelia
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