Armenia, un mar de ata¨²des
Las autoridades se debaten entre la evacuaci¨®n y la epidemia en las ciudades destruidas por el se¨ªsmo
Un mar de ata¨²des, de madera sin pintar, negros, grises y hasta rojos, invade, como si de una flota de barcas arrastradas por la tempestad se tratara, lo que fue el estadio de la ciudad armenia de Spitak hasta el 7 de diciembre pasado. Los ata¨²des, que esperan en las gradas los miles de cuerpos a¨²n atrapados entre las ruinas, se esparcen tambi¨¦n por las calles agrietadas de esta localidad de 20.000 habitantes que ha sido pr¨¢cticamente borrada del mapa por uno de los mayores terremotos de la historia con el epicentro a 10 kil¨®metros de aqu¨ª.
ENVIADA ESPECIAL, Spitak y Leninak¨¢n, dos ciudades situadas a unos 40 kil¨®metros de distancia entre s¨ª, fueron visitadas por esta corresponsal en un viaje de 250 kil¨®metros por las zonas siniestradas que quebrant¨® todas las normas de desplazamiento de extranjeros vigentes en la URSS. Tras la luz verde dada por el portavoz del Ministerio de Exteriores sovi¨¦tico, Guennadi Guerasimov, fue posible tomar el avi¨®n de Mosc¨² a Eriv¨¢n sin advertir con 48 horas de antelaci¨®n, como es habitual. Tambi¨¦n fue posible viajar de madrugada en un cami¨®n cargado con ropa y 14 alpinistas ucranianos desde Eriv¨¢n a Spitak pese al toque de queda, y viajar asimismo desde Spitak a Leninak¨¢n a media ma?ana en un jeep militar al mando de un teniente coronel que sirvi¨® en Afganist¨¢n. Y todo ello sin un solo control de documentaci¨®n.
Cad¨¢veres sin identificar
Al clarear el d¨ªa, cuando se levant¨® el toque de queda en Spitak, hombres y mujeres pobremente vestidos, fatigados y sucios, abandonaron las hogueras junto a las que permanecieron toda la noche y comenzaron a deambular entre los cad¨¢veres que aun quedaban por identificar.El olor de putrefacci¨®n se mezclaba con el de la le?a, la basura y los desinfectantes en el centro m¨¦dico (varias tiendas de campa?a del Ej¨¦rcito) improvisado en el estadio. Paruir Karapeti¨¢n emit¨ªa un gemido cada vez que infructuosamente levantaba la tapa. de un ata¨²d o la manta que cubr¨ªa a los muertos comprimidos y congelados en una noche de nieve y granizo. El fr¨ªo disminu¨ªa las esperanzas de encontrar a¨²n con vida a quienes est¨¢n entre los escombros, pero conjuraba el peligro de epidemia.
Quienes no renuncian a dar sepultura a sus parientes llevan varios (d¨ªas montando guardia en un paisaje apocal¨ªptico compuesto de monta?as de escombros y hierros retorcidos. "He perdido a mi suegra y a mi cu?ada", exclama Yuri Gurskei, un ruso residente de Eriv¨¢n que a las 4.15 de la madrugada viene a nuestro encuentro con una lata de conservas en la mano. Bajo un cobertizo de paja y tablones duermen su mujer y su hijo. Ahora que sus parientes han sido enterrados quieren recoger algunas de sus pertenencias y marcharse para siempre.
"Van a sacar a todo el mundo de aqu¨ª y clausurar¨¢n la zona. A partir de ma?ana s¨®lo quedar¨¢n los militares", dijo Gurskei. La evacuaci¨®n de Spitak y de Leninak¨¢n ha comenzado ya. Hasta el mi¨¦rcoles fue voluntaria, pero todo apunta a que las autoridades sovi¨¦ticas quieren que Spitak, e incluso Leninak¨¢n, queden vac¨ªas hoy mismo.
"Quieren derribarlo todo, echar cal y desinfectar la zona", dice un experimentado miembro de un equipo de salvamento occidental en Spitak.
"La comisi¨®n de emergencia ha discutido la evacuaci¨®n de toda la poblaci¨®n, ya que est¨¢ claro que no es posible sacar todos los cad¨¢veres en los pr¨®ximos d¨ªas", nos dice en Leninak¨¢n un estudiante moscovita de ingenier¨ªa que colabora en el rescate. "Al ritmo que vamos, tardaremos dos meses en removerlo todo", afirma el joven, que reconoce que el dilema actual est¨¢ entre la evacuaci¨®n y la epidemia. "Hace tres d¨ªas que trabajamos con mascarillas, y la putrefacci¨®n comienza anotarse", a?ade el estudiante.
En Leninak¨¢n las canalizaciones reventadas dejan escapar un tufo f¨¦tido. "Eso de que hay peligro con el agua son especulaciones", exclama un enfermero que en la plaza central de Leninak¨¢n reparte analg¨¦sicos a todo el que se lo pide. No tiene ning¨²n producto para desinfectar el agua y se le ha acabado ya el yodo para las heridas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.