El eclipse
Como es sabido, los eclipses suponen el ocultamiento transitorio de un astro por otro, pero desde hace muchos siglos su significaci¨®n para los hombres fue m¨¢s amplia. Incorporaron fen¨®menos de miedo colectivo, propiciando as¨ª el asentamiento de una concepci¨®n m¨¢gica en la evoluci¨®n de las sociedades. Y de paso permitieron un mejor conocimiento cient¨ªfico de los cuerpos celestes.Un poco de todo ello ha habido en la jornada del 14 de diciembre. Lo que pudo ser un d¨ªa de protagonismo sindical, justificado por la disconformidad en la pol¨ªtica laboral frente al Gobierno, y reconocido por ¨¦ste en los t¨¦rminos habituales del juego democr¨¢tico, se transform¨® en un enfrentamiento entre el sistema de poder dirigido por Felipe Gonz¨¢lez y los sindicatos de trabajadores, poniendo sobre el tapete no s¨®lo unos resultados econ¨®micos sino los componentes fundamentales de nuestro sistema pol¨ªtico. La responsabilidad de este salto cualitativo corresponde sin reservas al propio Felipe Gonz¨¢lez, quien opt¨® desde el primer momento por una beligerancia extrema frente a la convocatoria, hasta el punto de desencadenar una campa?a de no huelga que inclu¨ªa la pretensi¨®n de descabezar al sindicado socialista disidente. Ya que se habla tanto de Europa en medios gubernamentales, nuestros dirigentes podr¨ªan repasar la conducta de Gobiernos sometidos a fuertes sacudidas huelgu¨ªsticas, tanto en Italia como en Francia, para medir las oportunas distancias. El resultado es tambi¨¦n conocido, y hace recordar la escena final del Ricardo II de Shakespeare, cuando el se?or de Exton presenta al futuro rey Enrique IV el cad¨¢ver de su adversario. Es "tu miedo enterrado", le advierte. Aqu¨¦l le responde despreciativamente por haber hecho recaer esa infamia sobre ¨¦l y todo el pa¨ªs. Algo parecido deber¨ªa decir hoy nuestro presidente a los asesores que le aconsejaron la insensata cruzada de desestabilizaci¨®n de UGT y de Nicol¨¢s Redondo. Adem¨¢s, el intento de enterrar el miedo del poder fracas¨® e incluso ha venido a reforzar la determinaci¨®n de sus oponentes.
El miedo ha sido asimismo uno de los elmentos centrales de la campa?a gubernamental para desacreditar la convocatoria. En todo este proceso conviene repasar cuidadosamente las colecciones de Prensa para comprobar qui¨¦n present¨® el Plan de Empleo Juvenil como hecho consumado a los sindicatos o qui¨¦n destap¨® el tarro de la imagen de violencia para la huelga general, al actuar como portavoz del Gobierno tras un consejo de ministros. Paralelamente, y seg¨²n un gui¨®n que parec¨ªa escrito de antemano, surg¨ªan las evocaciones de las huelgas revolucionarias anteriores a 1936 para difundir entre los ciudadanos una sensaci¨®n de caos inminente an¨¢logo al registrado en v¨ªsperas de la guerra civil. Y hay que decir que el recurso fue efectivo conforme pod¨ªa comprobar cualquier persona atenta a las conversaciones de la calle. El ¨²nico inconveniente es que quiz¨¢ la campa?a tuvo un efecto bumer¨¢n, disuadiendo a muchos hombres y mujeres incluso de darse un paseo, a pesar de la normalidad reinante, y contribuyendo as¨ª al ¨¦xito de la huelga.
T¨¢mpoco es explicable que un Gobierno tan seguro de su raz¨®n tecnocr¨¢tica haya rehuido de plano de debate sobre la cuesti¨®n central que origin¨® el conficto el Plan de Empleo Juvenil. Desde la primera r¨¦plica oficial hasta los balones lanzados fuera por el presidente Gonz¨¢lez en la conferencia de prensa con Vranitzky, todo ha sido en insistir sobre la cuesti¨®n nominalista de que la huelga es pol¨ªtica, lo cual exime de entrar en el fondo real de la crisis. Como ocurre en el Madrid con Butrague?o durante las ¨²ltimas jornadas, el entrenador ha dejado al ministro Solchaga en el banquillo, impidi¨¦ndole as¨ª conocer los fundanentos de la infalibilidad gubernamental en el tema a debate. Ni siquiera la intervenci¨®n del n¨²mero dos del Ministerio de Trabajo aport¨® otra cosa que descalificaci¨®n para los presuntos responsables de una "asonada" (sic, esto es, protesta o disturbio violento contra el poder) y el desafortunado s¨ªmil de los trabajadores huelguistas como quienes tiran de la manta para destapar a los j¨®venes sin empleo. El alto cargo olvida que esa manta tiene ya un agujero del 20% de su capacidad de abrigo y tampoco explica de qu¨¦ forma van a quedar tapados los otros. En suma, por ese camino de la autoafirmaci¨®n no se va a ninguna parte.
Tal vez alcanzamos as¨ª el punto nodal que la huelga ha dejado al descubierto. Aludimos al creciente aislamiento del sistema de poder forjado a partir de 1982 respecto a las demandas que necesariamente crea una sociedad din¨¢mica como a nuestra. Si algo prueba el 14 de diciembre es que lleva camino de tocar fondo el entramado que integran la organizaci¨®n pol¨ªtica piramidal desde el v¨¦rtice Gonz¨¢lez-Guerra, el enlace con los centros de poder econ¨®nico y la manipulaci¨®n de los medios. Artilugio que hasta hace poco se presentaba ante nosotros con perspectivas de eternidad. Ciertamente el Estado-partido ha probado una vez m¨¢s su caracter de aut¨®mata en la movilizaci¨®n de cargos rompehuelgas,pero al margen de su inefectividad final todo aut¨®mata tiene algo de grotesco y desde luego no sirve a efectos de mediaci¨®n con una sociedad que percibe muy bien el tinglado de intereses subyacente a los autobombos, e incluso a las historias que nutren la prensa del coraz¨®n. Esa misma sociedad, o por lo menos algunos componentes nucleares de la misma, los sindicatos de trabajadores -por fortuna no de elite o de empresa, como sue?an en el v¨¦rtice del PSOE-, es la que ha decidido responder a esas fracturas niarcando un paso adelante quiz¨¢ decisivo en la construcci¨®n de nuestra democracia. La huelga general no ha sido una asonada, sino una acci¨®n c¨ªvico-pol¨ªtica dirigida a restablecer- los equilibrios quebrados entre el Gobierno y los agentes sociales, entre la representaci¨®n parlamentaria y la participaci¨®n de los ciudadanos en la vida social y pol¨ªtica.
Claro, que para la consolidaci¨®n positiva de esta tendencia no basta la acci¨®n sindical. Sigue en pie el problema de la traducci¨®n pol¨ªtica del impulso social. A la izquierda del PSOE, la imagen de: precariedad permanece; est¨¢ por forjar una euroizquierda que tambi¨¦n desde Espa?a encare la problem¨¢tica de la Europa unida de 1992, por no hablar de la futura casa com¨²n. En cuanto a Felipe Gonz¨¢lez, cualquier observador convendr¨¢ en que resulta m¨¢s dificil lograr de ¨¦l tina rectificaci¨®n de su l¨ªnea general que obtener anta?o de un emperador japon¨¦s la renuncia a la divinidad. Aunque los espa?oles son en ocasiones capaces con sus actos de alcanzar lo inesperado. Consiguieron hacer de Manuel Fraga un dem¨®crata, y tal vez a partir del 14 de diciembre otorguen a Felipe Gonz¨¢lez el don de la flexibilidad. Por lo menos han demostrado ya que la manipulaci¨®n no puede ser la f¨®rmula pol¨ªtica de la democracia.
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