Recuerdo admirado de una audaz mujer de letras
Pensaba que la conoc¨ªa a trav¨¦s de los versos de Rafael Alberti, fechados en 1929, en los que el poeta relataba que cuando ella apareci¨® en su vida ¨¦l penaba en la entra?a m¨¢s profunda de una cueva sin aire y sin salida, y "fue como si llegara al m¨¢s hermoso puerto del mediod¨ªa".Luego tuve ocasi¨®n de admirarla en las fotograf¨ªas incluidas por su marido en la edici¨®n de su Poes¨ªa completa de Losada, y en casi todas sonre¨ªa: junto a Neruda, en el homenaje a Luis Cernuda; con su melena rubia, entre Rafael y Federico, en un merendero de Cuatro Caminos, en Madrid, y, ya tiempo m¨¢s tarde, en Yalta y en Pek¨ªn, con la melena menos melena y menos rubia, pero tambi¨¦n con ¨¦l.
Despu¨¦s fui tropezando con otras im¨¢genes de la pareja, ya ante un fondo m¨¢s estremecedor. Por ejemplo, en la batalla de Brunete, Mar¨ªa Teresa est¨¢ dentro de un tanque, con casco y tambi¨¦n sonriente: "Afirm¨¦ mis nervios", escribir¨¢ sobre ese momento m¨¢s adelante, "y sonre¨ª como mejor pude para que no dijeran los sovi¨¦ticos que las mujeres espa?olas eran unas cobardes".
Fueron los a?os de El Mono Azul, la revista Octubre, de la Alianza de Intelectuales Antifascistas y de las Guerrillas del Teatro del Ej¨¦rcito del Centro. Quiz¨¢ por ello y por pertenecer Mar¨ªa Teresa a la primera generaci¨®n de l¨²cidas y audaces mujeres incorporadas, por mayor¨ªa, a la historia de nuestro pa¨ªs, algunas ¨ªdem de la m¨ªa, estudiantes en el setenta, so?¨¢bamos ser de mayores, si se pod¨ªa, como ellas, valientes y sonrientes y con parejas cultas, rebeldes y, a ser posible, guapas, como lo era la pareja Alberti, uno de nuestros puntos de referencia m¨¢s cotidianamente estimulantes.
S¨®lo cuando ambos regresaron a Espa?a ca¨ªmos en la cuenta de que aquella ni?a de trenzas largas de la foto, que esperaba con sus palabras ganar un para¨ªso inexistente, hab¨ªa escrito uno de los tres libros de prosa m¨¢s bellos de la generaci¨®n del veintisiete, Memoria de la melancol¨ªa, culminaci¨®n de una larga carrera de articulista, ensayista, adaptadora teatral y narradora.
No es momento y lugar, en esta apresurada y entristecida nota urgente, de comentar su obra, pero s¨ª de rendir un modesto homenaje a esta escritura casi secreta, gestada y tejida en pa¨ªses sobre los que ella iba proyectando el espejito c¨®ncavo de su memoria, anclada siempre en la patria infantil.
Hundida en la algodonosa tarde del exilio, atrapaba el sue?o del recuerdo con singular capacidad ("nunca he sentido m¨¢s reverencia por el estado de mi inquietud, por esa comez¨®n que me da el escribir"), reconoci¨¦ndose como mujer de letras ("no de palabras, de letras sueltas") sacadas de la m¨¢quina de tensi¨®n humana que es la mano.
Desmemoria
Han transcurrido muchos a?os de desmemoria general, interrumpida por alg¨²n homenaje o trabajo universitario que rescataron del olvido la obra de Mar¨ªa Teresa Le¨®n; tambi¨¦n de desmemoria suya y de silencios inocentes. Pero la ni?a que baila de joven con el Rey (con may¨²scula, como ella lo contaba, pues era hija de militar), la joven que recibe de las manos de Emilia Pardo Baz¨¢n una novela (la joven era de la familia de los Goyri) y la mujer que habla con su voz delicada de los destinos cortados de los otros; la mujer que salvara los cuadros del Prado, la amiga de poetas, la de enormes palmas (madre de media Espa?a) y de mejores pu?os, no se pod¨ªa morir as¨ª como as¨ª en esta capital de la gloria: "En 13 y martes, y en ma?ana de huelga general", musit¨® Rafael Alberti la ma?ana de su entierro como si lo estuviera oyen lo en ese corralito de muertos de Majadahonda, en las afueras de Madrid, en donde se ha quedado.
As¨ª, sin taxis ni barrenderos ni periodistas, con 20 ¨ªntimos y unas hojas de oto?o mezcladas en el viento con papeles usados ("qu¨¦ tristeza de tinta que ha de borrar el agua"), la amiga de Cervantes, Gustavo Adolfo B¨¦cquer, Louis Arag¨®n y Jos¨¦ Bergam¨ªn, la compa?era de Rafael Alberti en una Espa?a en la que las parejas rebeldes han dejado de llevar rebeld¨ªa -aquella rebeld¨ªa-, incluso pareja, Mar¨ªa Teresa Le¨®n se despidi¨® de todos.
Al regresar, en un coche de amigos, una abogada a quien llamo Concepci¨®n Arenal me ha ayudado a nombrar lo que todos pensamos: "?Cu¨¢nta mujer y cu¨¢nta historia se nos queda en ese corralito!".
Pero Mar¨ªa Teresa, como si no lo hubiera o¨ªdo, ha cruzado este 14 de abril adecembrado la Puerta de Alcal¨¢ como ella quiso, en su caballo blanco, al fin, sin que un solo fot¨®grafo fuera capaz de eternizarla a ella, patinadora de esta ma?ana fr¨ªa, la m¨¢s silenciosa y fr¨ªa de estos 50 a?os. ...Y pensar que ella dec¨ªa estar cansada de no saber morirse.
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