El amigo checo
Al volante de una hermosa camioneta azul, o con los discretos comentarios que a?ad¨ªa mientras visit¨¢bamos el castillo y diversos lugares de la ciudad, Jos¨¦ se fue convirtiendo en uno de los m¨¢s gratos recuerdos que guardo de mi visita a Praga. En un mundo en el que las jerarqu¨ªas han reemplazado a las clases sociales, y que se ha convertido pr¨¢cticamente en un r¨¦gimen de castas, este checo sin edad parec¨ªa haber optado por una cortes¨ªa sin mayores certidumbres en todo aquello que no concerniera a la historia de su pueblo y su ciudad. Praga es una ciudad rodeada y hasta invadida por maravillosos jardines y bosques, y mucho en el car¨¢cter de sus gentes nos habla de su origen monta?¨¦s Por eso Jos¨¦ hablaba poco, pero con mucho significado, sobre todo si uno desmenuzaba las torpezas de su castellano. Digamos que Jos¨¦ se expresaba mal, pero con mucha intenci¨®n y mayor intensidad.Nuestra llegada al castillo coincidi¨® con un cambio de guardia y no necesitamos hacer m¨¢s comentario que una mirada de reojo para entender que est¨¢bamos ante un buen ejemplo de lo absurdo-militar. El relevo de dos centinelas por otros dos, hecho todo con paso gansuno, pas¨® por una breve etapa en la que los reemplazos fueron directa y marcialmente a estrellarse con el muro de la fortaleza. Minutos m¨¢s tarde est¨¢bamos ya en el cuarto del tesoro, donde se encuentra, en oro, la cabeza de la reina Ludmila y algunas cositas suyas y de fines del siglo XIV, muy cerca de la mitra del santo checo Vojtecha, del siglo XIII, dos maravillosos cuernos de caza del siglo X y much¨ªsimos tesoros m¨¢s, todos eclesi¨¢sticos Termin¨¦ mi visita al recinto de tesoro como media hora antes que Jos¨¦, motivo por el cual, llevado por el afecto y el temor a herir susceptibilidades, la volv¨ª a empezar donde nuevamente se encontraba en oro la cabeza de la reina Ludmila.
Era importante e hist¨®rica la emoci¨®n de Jos¨¦ cuando salimos por fin, y momentos m¨¢s tarde comprend¨ª y comprob¨¦ que el hombre se me ir¨ªa quedando enlagrimado y con una expresi¨®n que se debat¨ªa entre la beatitud m¨¢s serena y duelo al sol a cada rato en cada museo y ante cada santo y cada reina. Lo mon¨¢rquico le encantaba definitivamente y su conocimiento de los matrimonios entre reyes, con lujo de detalles y dem¨¢s contubernios o concubina tos, hijos, ceremoniales y hasta presentaciones en sociedad y jet-set, lo habr¨ªan cualificado perfectamente para encargarse de una edici¨®n hist¨®rica de la revista Hola. Por lo dem¨¢s, seg¨²n mi amigo checo, profundo conocedor de la vida en la corte, los reyes no se casaban con tal rey o con tal reina, no, se?or; los reyes se cansaban entre ellos, y as¨ª tal rey se cans¨® con tal reina, y viceversa.
El presidente de Angola hab¨ªa abandonado por fin Praga, o sea que ya todos los accesos del castillo hab¨ªan sido abiertos a la circulaci¨®n peatonal. De la primera plaza pasamos Jos¨¦ y yo a la segunda, y esta vez s¨ª que pudimos extasiarnos con el g¨®tico original, en parte, y nuevo, tambi¨¦n en parte, de la fabulosa catedral de San Vito, que seg¨²n Jos¨¦ se empez¨® a construir en el siglo XII y se seguir¨¢ construyendo el siglo pr¨®ximo y para siempre ja m¨¢s; en fin, un poco como la Sagrada Familia, de Barcelona. La catedral de San Vito forma parte de aquel conjunto de joyas de la arquitectura universal que son la m¨¢xima justificaci¨®n y el mayor logro de la Iglesia cat¨®lica, aun que me terno que a Jesucristo no le habr¨ªa gustado que san Pedro construyera tanto y tan grandioso sobre la piedra en que le mand¨® edificar su Iglesia, motivo por el cual no dejan de, tener raz¨®n aquellos que piensan que las ideas de Cristo eran tan buenas que fue necesario inventar la Iglesia cat¨®lica para contrarrestarlas. Pero Jos¨¦ se me ha emocionado en la capilla del rey san Wenceslao, y con voz de confesi¨®n me cuenta que se trata del santo patr¨®n de Bohemia, agregando al cabo de unos segundos con voz que ya es de penitencia, que se trata del santo patr¨®n de la patria bohemia. "Nada menos Jos¨¦", le comento como quien acompa?a mucho a alguien en su dolor. Luego, como quien se con suela de una. gran pena, aunque no mucho, el amigo checo me hace visitar la capilla de San Juan Nepomuceno, bajo la cual est¨¢n enterrados los reyes de la naci¨®n checa. La callejuela de oro con sus casitas casi de mu?ecas, pintadas de colores para ni?os, fue tambi¨¦n residencia de los alquimistas mucho antes de que en una de ellas, tal vez la m¨¢s chiquita, malviviera Franz Kafka, obsesionado sin duda en probarle a uno de los grandes amores con los que jam¨¢s quiso casarse (en su, af¨¢n de llegar a ser s¨®lo esp¨ªritu) lo p¨¦simamente mal que andaba el problema de la vivienda en Praga, todo mediante la m¨¢s minuciosa correspondencia. La verdad, entre los personajes ilustres que todos conocemos, s¨®lo Crist¨®bal Col¨®n, con su estrech¨ªsima casita de G¨¦nova, podr¨ªa rivalizar con Kafka. Aunque la verdad es que el autor de El proceso le gana en puertas al autor del descubrimiento de Am¨¦rica. El hombre, literalmente, ten¨ªa que inclinarse ante el mundo para pasar de una habitacioncita a otra. Pero Jos¨¦ es checo, y a los checos, por m¨¢s que Kafka ande todav¨ªa medio prohibido y tenga una aureola que recuerda a la de Ducek y la primavera de Praga, un jud¨ªo que escribi¨® en alem¨¢n es algo que los conmueve mucho menos que una reina que se cans¨® con un rey.
Abandonamos el castillo y nos situamos en un punto que nos permite ver una excelente panor¨¢mica de Praga: el puente Carlos, que cruzar¨¦ dentro de un rato, el Teatro Nacional, el edificio de la enorme empresa que comercializa maquinaria y veh¨ªculos Molotov, algunos de los grandes hoteles, como el Panorama o el Forum, y, a la derecha, la ciudad moderna, llamada Ciudad del Sur. Pero hay mucho m¨¢s Praga que ver y regresamos a la camioneta para emprender un descenso que r¨¢pidamente nos lleva a la calle de Jan Neruda y a la casa misma del poeta optimista. La casa se llama Dos Soles y, mientras me la se?ala, descubro que para Jos¨¦ los poetas, o Jan Neruda en todo caso, son inmortales: "En esa casa", me dice, "est¨¢ viviendo Jan Neruda. Y abajo sus padres est¨¢n teniendo una tienda".
Poco rato despu¨¦s cruzarnos la plaza en que se halla la sede del Gobierno federal, y Jos¨¦ me la se?ala y me lo explica todo, pero haciendo tan triste hincapi¨¦ en lo federal del Gobierno que inmediatamente me convierto en el mejor entendedor y enmudezco. Nuestro camino sigue entre facultades de la universidad Carolina, que suman m¨¢s de 100, a las que se a?aden las escuelas especializadas, y que, fundada por Carlos IV, domina plenamente la vida cultural del pa¨ªs. Y al llegar al complejo de Santa In¨¦s y la Galer¨ªa Nacional mi cansancio de mal turista desaparece por completo. ?Maravillosa pintura checa del siglo XIX! Casi incomparable, dir¨ªa yo, a juzgar de Josef Man¨¦s (Mujer al anochecer y Mujer al amanecer), que fue hijo de Vaclav Man¨¦s y hermano de Antonnin y tambi¨¦n creo que de Guido. La familia entera se re¨²ne en la galer¨ªa, y qu¨¦ maravilloso el Anochecer con lluvia de Slavicek y el Anochecer de primavera de Jean Preisler, y por nada del mundo hay que perderse los cuadros de Josef Navratil, en los altos de la galer¨ªa.
Durante un almuerzo tard¨ªo, largo y muy conversado creo penetrar en el secreto del mercado negro. A pesar de que cualquier tienda de ropa o alimentos de Praga est¨¢ repleta de todo lo que uno pueda necesitar, y de primera categor¨ªa, el fetichismo de lo extranjero se ha encarnado en las tiendas llamadas Tuzex, algo as¨ª como una niezcolanza-resumen de todas las boutiques del mundo occidental. En ellas se compra con las llamadas coronas t¨²zex y en el banco le dan a uno m¨¢s de cinco de estas coronas por un d¨®lar. Ahora bien, un checo puede adquirir una corona t¨²zex por cinco coronas checas en el mercado negro. Todo un c¨ªrculo vicioso y negro, por lo visto, y cuanto m¨¢s pregunt¨¦ m¨¢s me contaron por aqu¨ª y por all¨¢ que todo ese mercado es un tremendo negociado que, a veces, est¨¢ en manos de altos funcionarios de la nomenclatura (ello explicar¨ªa que una misma persona permanezca a?os en la puerta del mismo hotel y que nadie le impida seguir comprando tranquilamente sus d¨®lares negros); otras veces, me aseguran, el mercado negro de dinero podr¨ªa estar controlado por mafias polacas que hasta tienen sus casitas de cambio en su propio domicilio, todo tan clandestino como abierto al p¨²blico a cualquier hora del d¨ªa y de la noche.
Y empieza a caer la noche mientras pasamos por el moderno hotel Internacional. Al frente, una colina donde hasta principios de los sesenta se alzaba una gigantesca estatua de Stalin, en el lugar de primero de la clase y seguido en fila de uno por las estatuas del auge del comunismo estalinista: la del soldado, la del obrero, la del campesino y as¨ª las de los dem¨¢s representantes del pueblo. Jos¨¦ comenta: "Pero el pueblo le llamaba la cola para comprar el pan". Busco cigarrillos negros que no hay en el estanco y, gracias a Jos¨¦, los encuentro en uno de los mil supermercados Potravini, donde no se venden cigarrillos normalmente. Nada que envidiarle a un supermercado franc¨¦s o espa?ol, y entre los productos de primera que se exhiben en las vitrinas, un poster grande y buen mozo de Gorbachov al que las amas de casa le sonr¨ªen al pasar, a pesar de que por todos lados me cuentan que si hay algo que le apesta a un checo es un sovi¨¦tico.
Amor prohibido
En la iglesia del Ni?o Jes¨²s de Praga me tropiezo, por indicaci¨®n de Jos¨¦, con santa Rosa de Lima y san Mart¨ªn de Porres, compatriotas ambos y con excelente reputaci¨®n en mi pa¨ªs. Lo cual me hace pensar que a¨²n no he visitado el populoso barrio de Zizkov, cuna de grandes poetas, como Seifart, a quien nadie conoc¨ªa hasta que gan¨® el Nobel, y cuna tambi¨¦n de valientes y combatientes sindicalistas. Al margen de esto, Zizkov es el equivalente checo de Vallecas, en Madrid, o del barrio grone de la Victoria, en Lima. Digamos, pues, que no apto para turistas, salvo que quieran llegar a lo alto del cerro Vitkov y visitar un Memorial Nacional ecuestre, reunirse clandestinamente con un amor prohibido, acercarse a las tumbas de todos los presidentes de la Rep¨²blica, pero s¨®lo a partir del 1948 socialista hasta nuestros d¨ªas, o m¨¢s sencilla y bellamente contemplar una de las m¨¢s perfectas panor¨¢micas de la trist¨ªsima belleza de Praga.
Cuatro veces cruc¨¦ el puente Carlos el d¨ªa que estuve con Jos¨¦. Para m¨ª, que he visto pasar agua bajo muchos puentes y he estado en muchos Senas, el de Carlos IV es el, puente m¨¢s bello del mundo. El r¨ªo VItava se ensancha y al atardecer oto?al despliega bajo la resolana colores como plumas de pavo real. Uno siente primero algo pesado sobre los hombros, como cuando llega a Atenas y lo aplasta el principio de algo inmensamente suyo. Despu¨¦s, entre mir¨®n y cabizbajo, se abruma. Finalmente llora de belleza y de ausencia. Es un llanto quedo y stendhaliano el que produce la visi¨®n de la hermosura total, pensando en el ser amado y lejano. Que as¨ª es la rosa. Veinte o treinta estatuas, entre las que escojo la de Mat¨ªas Braun, no lo acompa?an a uno para nada. Est¨¢ terriblemente fr¨ªo este entrado oto?o de guante. Jos¨¦ no me acompa?¨® nunca en esta traves¨ªa. Prefer¨ªa dejarme vivir y gozar en solitario esta suerte de hora grande, de mucha verdad. Y yo repet¨ªa siempre el mismo itinerario. Jos¨¦ me dejaba en la torre del puente y con la camioneta se iba a esperarme al otro lado del r¨ªo, junto a la torre de la ciudad vieja.
La iglesia de San Nicol¨¢s, joya del barroco, y algunas c¨¦lebres cervecer¨ªas de la Mala Strana completaron una jornada que deb¨ªa terminar en casa de Marina, esposa de uno de los mil redactores de la revista Internacional, del partido comunista, con sede en Praga y edici¨®n en 46 idiomas, como para que siga rond¨¢ndonos el fantasma del comunismo. Marina es venezolana y me recibe con ese alboroto intenso e inmenso que arman los amigos venezolanos cuando uno llega. Me despido de Jos¨¦ obsequi¨¢ndole una botella de whisky. Y como que se la bebi¨® de un trago cuando empez¨® a darme las gracias.Praga est¨¢ repleta de todo lo que uno pueda necesitar..., el fetichismo de lo extranjero se ha encarnado en las tiendas Tuzex, algo as¨ª como una mescolanza-resumen de todas las 'boutiques' del de el undo occidental.
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