La batalla de las Ardenas
Nos quej¨¢bamos de que en el concierto de Donna Hightower hubieran puesto un micr¨®fono, y en el de los Johnny Thompson Singers pusieron cinco. ?No quer¨ªamos caldo? Pues marchando no tres, sino cinco tazas. Y luego, para lo que valieron. A¨²n habr¨ªan tenido disculpa tanto micr¨®fono y tanto equipo de sonido si por lo menos hubiesen cumplido la que se supone que era su obligaci¨®n: hacer que aquello se oyese mejor.Pero qu¨¦ va. Lo ¨²nico que hicieron los micr¨®fonos y el equipo de sonido fue escandalizar, confundir las voces y echarlo todo a perder. Entre el jaleo de los micr¨®fonos, que la gente tocaba palmas como Dios le dio a entender y que una de las cantantes se pas¨® todo el rato d¨¢ndole a una pandereta, aquello m¨¢s que un concierto parec¨ªa una batalla. No la de Jeric¨®, que se solucion¨® a trompetazos, sino la de las Ardenas. Para rematar la funci¨®n, el suelo estaba todo lleno de cables y altavoces y, cuando alg¨²n cantante se adelantaba a hacer un solo en medio de aquel l¨ªo, nos ten¨ªa a todos los all¨ª reunidos en un puro sobresalto.
The Johnny Thompson Singers
Auditorio Nacional. Madrid, 22 de diciembre.
Por lo que se pudo distinguir, los cantantes del reverendo Johnny Thompson forman un grupo gospel bueno y de lo m¨¢s t¨ªpico. Algunos despistados van todav¨ªa a estos espect¨¢culos buscando autenticidad y primitivismo, y lo que se encuentran son coreograf¨ªas estudiadas y armon¨ªas sofisticadas y complicad¨ªsimas. El repertorio interpretado fue tambi¨¦n el t¨ªpico, sin que faltara -?c¨®mo iba a faltar?When the saints.
Al piano, Johnny Thompson es lo contrario del cuidadoso acompa?ante que estuvo con Donna Hightower el d¨ªa anterior. Aqu¨¦l procuraba no dar zurriagazos, y Thompson los da todos. Como director del grupo, el reverendo muestra no menos ¨¦nfasis y acometividad; en The battle of Jericho parec¨ªa que quer¨ªa derribar las murallas ¨¦l solo, y en el Himno de batalla de la Rep¨²blica poco falt¨® para que nos pusiera a todos a marcar el caqui. Cantar, no cant¨® mucho, pero cuando lo hizo dio la impresi¨®n de ser el que ten¨ªa la voz con m¨¢s car¨¢cter.
Dilo en la monta?a
Los otros cuatro, dos chicos y dos chicas, no mostraron especiales cualidades, si exceptuamos un poco al bar¨ªtono, que adem¨¢s fue el que se desenvolvi¨® con m¨¢s soltura entre el l¨ªo de cables. Canta este hombre con gran poder de convicci¨®n; cuando interpret¨® entre el p¨²blico Dilo en la monta?a, se?alaba hacia el fondo de la sala, y a uno le entraban ganas de volverse, convencido de que la monta?a estaba justo all¨ª detr¨¢s. De los otros, hab¨ªa una chica que se llamaba Dorothy y le echaba a la m¨²sica tanto entusiasmo como el propio director del grupo. Pero no deb¨ªa de o¨ªr bien a los dem¨¢s, y ten¨ªa tantos problemas para afinar que se quedaba, m¨¢s que calada, por debajo de la l¨ªnea de flotaci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.