La lucha de clases y los nuevos dependientes
Antes se entraba en una tienda o en un bar y el cliente se topaba con un dependiente amable o rudo. Tambi¨¦n los hab¨ªa excesivamente amables y excesivamente rudos, con lo que en total ven¨ªan a sumar cuatro las categor¨ªas de personal con las que era posible toparse al entrar en un establecimiento. El cliente hab¨ªa desarrollado, por su parte, las t¨¢cticas correspondientes para enfrentarse a cada variedad. Pero, poco m¨¢s o menos, los comportamientos eran bastante predecibles. Ahora ha surgido una categor¨ªa nueva y, en mi opini¨®n, completamente madrile?a. Se trata del dependiente que se mide en la escala social con el visitante y cuya particular relaci¨®n con ¨¦ste no tiene otro objeto que demostrar sus enormes posibilidades en la vida, desgraciadamente truncadas por alg¨²n azar. Para esta clase, el cliente es s¨®lo un tipo que se cree socialmente superior por el hecho de gastar dinero en su presencia y que lo ignora todo acerca del empleado, aut¨¦ntico protagonista, en su propia opini¨®n, de lo que sucede en el establecimiento. Por ejemplo, no sabe que el dependiente ha estudiado una carrera, escrito un libro de poes¨ªa, le¨ªdo a Wodehouse, hecho teatro independiente, expuesto colectivamente en alguna galer¨ªa Moriarty, asistido a un seminario de comunicaci¨®n y psicoan¨¢lisis o que es amigo de una celebridad que le recibe en su casa -entre otras cosas porque se cas¨® con una hija suya que tambi¨¦n acab¨® de dependiente- sin olvidar que fue un destacado dirigente de las juventudes de un partido a elegir. Todas estas cosas son impunemente ignoradas por el cliente acerca de la tremenda personalidad a la que le ha solicitado un caf¨¦ con leche corto de caf¨¦, una corbata con rombos o las obras completas del Tostado. Semejante situaci¨®n da lugar a di¨¢logos como el que sigue.-Perdone -susurra el abyecto visitante en un local lleno hasta la bandera- ?Trabaja usted aqu¨ª?
La pregunta no es ninguna tonter¨ªa, porque no es f¨¢cil hacer distingos cuando estos nuevos dependientes aparecen mezclados con la turba. Suelen vestir un basto estilo Adolfo Dom¨ªnguez y llevar pegado en la boca algo que nadie confundir¨ªa con una sonrisa. Uno, seguramente, les servir¨ªa el caf¨¦ o 1 a corbata a poco que insistieran. Sobre todo, para perderlos de vista.
-Bueno -responde con ambig¨¹edad el interpelado, dando a entender que su posici¨®n social es transitoria y que ma?ana mismo nos lo podemos encontrar de subsecretario o qui¨¦n sabe.
-Es que si es usted de aqu¨ª, yo ven¨ªa buscando algo.
-Aj¨¢.
-?Es usted de aqu¨ª?
-Si se empe?a...
-Yo quer¨ªa una agenda de cuero.
-Aj¨¢. Pues no puedo decirle. Pregunte por ah¨ª.
Juro que este di¨¢logo es mera trascripci¨®n de uno ver¨ªdico y que se limita a retratar la realidad. Los nuevos dependientes tienen su guarida en tiendas de objetos art¨ªsticos (as¨ª cataloga dos por ellos mismos) o de artesan¨ªa, cafetines donde una banda de somal¨ªes se anuncia com m¨²sicos de Nueva Orleans, librer¨ªas de barrio y de frecuencia modulada y sitios con ese aire. Y provienen de esa masa descalificada que ha salido de la universidad espa?ola con una mano delante y otra detr¨¢s, o sea, con el cielo arriba y la tierra abajo No s¨¦ s¨ª me explico. En todo caso, es un deber avisar al p¨²blico de que esos muchachos son peligrosos: han hecho de la lucha de clases, el admirado concepto paleol¨ªtico, una cuesti¨®n personal. Y ya se sabe que aqu¨ª cuando alguien hace cuesti¨®n personal es mejor llevar los cuchillos al afiladero.
La t¨¢ctica m¨¢s conveniente cuando no queda m¨¢s remedio que tratarlos es demostrar concienzudamente que uno, en el fondo, es s¨®lo un pobre tipo. Es cierto que termin¨® su carrera con una suculenta oferta de empleo, que ahora disfruta de los favores de un volvo metalizado, que su mujer proviene de la alta burgues¨ªa (la que mide m¨¢s de 1,75), etc¨¦tera, pero que, a pesar de todo, hubiera deseado la libertad que proporciona un empleo sin futuro y la dignidad sin m¨¢cula del fracaso art¨ªstico e intelectual. Antes de pedirle el art¨ªculo que usted necesita, p¨®ngale en antecedentes y no tenga misericordia con su biograf¨ªa. Al poco tiempo, eso les ablanda.
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