La leyenda
Tras la muerte, la leyenda. Tres d¨ªas despu¨¦s de encontrado su cad¨¢ver envuelto -en un arrabal de Los ?ngeles- por la chatarra ensangrentada de su autom¨®vil, sobre el fantasma de Murnau se precipitaron, como lor, buitres sobre una carro?a, los sacerdotes del tam-tam de la tribu.Fue la misma noche del estren¨® de Tab¨², mientras los buitres, en la oscuridad, sal¨ªan deslumbrados por la belleza y sencillez del filme. Por lo visto, la pelicula llevaba dentro una maldici¨®n: Murnau hab¨ªa violado en ella un tab¨² y hab¨ªa pagado el precio justo de su culpa. Y as¨ª sobrevolaron a Tab¨² otros tab¨²es opacos, lejanos a la transparencia del filme.
Y al fondo resurgi¨® a voces lo que hasta entonces hab¨ªa asomado t¨ªmidamente en los corrillos de puertas adentro de las mansiones doradas y blancas: la innombrable homosexualida d de Murnau. Tras destaparla, llegaron los sombr¨ªos detalles de la tragedia: el m¨¢s exquisito de los cineastas se fue al otro mundo en posici¨®n rastrera.
He aqu¨ª el suceso, ofrecido en bandeja por Keeneth Anger en Su Hollywood Babilonia: "Murnau hab¨ªa contratado como criado a un bello muchacho filipino llamado Garc¨ªa Stevenson. Cuando ocurri¨® el fatal accidente, el chico se hallaba al volante del Packard de su amo. Las viperinas lenguas de Hollywood no tardaron en afirmar que, cuando el veh¨ªculo se sali¨® de la carretera, Murnau estaba practicando una delicadafellatio sobre Garc¨ªa".
Once personas asistieron al entierro. Charles Farrel y Janet Gaynor, a quienes ¨¦l encumbr¨® en Amanecer, se negaron a ir. El ¨²nico rostro c¨¦lebre de la comitiva era el de Greta Garbo. La actriz, que so?¨® ser dirigida por Murnau, encarg¨® a la funeraria que, antes de enterrarle, hicieran una mascarilla mortuoria de escayola. Todav¨ªa la conserva la diosa en su cueva, ocupando un hueco en el estante de las oportunidades perdidas.
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