En poder del poder sindical
Es fama que la revoluci¨®n devora a sus hijos. Pero parece que tambi¨¦n lo hace la reforma. Primero Su¨¢rez, luego Carrillo y Fraga, todos los l¨ªderes de la transici¨®n han ido siendo defenestrados por sus propios barones. Ahora le toca el turno al ¨²ltimo que quedaba, Felipe Gonz¨¢lez, brutalmente descalificado por sus propias bases sociales -ya que no por sus barones, bastante m¨¢s f¨ªeles que los de sus competidores-. Pero ser¨ªa un error pensar que la derrota del 14-D afecta s¨®lo al PSOE -aunque sea el ¨²nico responsable- No se trata tanto de una reedici¨®n del mot¨ªn de Esquilache -celebrada contra la modernizaci¨®n impuesta desde arriba por decreto del despotismo ilustrado- como del grave riesgo de ruptura de aquellos pactos de la Moncloa que posibilitaron la transici¨®n econ¨®mica a la democracia -dada la amenaza de su contraproducente desnaturaliz aci¨®n que la victoria del poder sindical acarrea-.Antes de que los defenestraran, los otros l¨ªderes de la transici¨®n lograron cumplir la funci¨®n hist¨®rica que les result¨® encomendada: Su¨¢rez logr¨® completar la reforma jur¨ªdica que democratizaba el aparato del Estado, Fraga logr¨® democratizar a la burgues¨ªa espa?ola -desactivando pol¨ªticamente a la extrema derecha- y Carrillo logr¨® democratizar al proletariado urbano -legitimando la restauraci¨®n de la monarqu¨ªa parlamentaria ante los ojos de la izquierda-. Pero faltaba algo m¨¢s. Para poder adaptarse a la crisis econ¨®mica internacional, hac¨ªa falta conducir con seguridad una pol¨ªtica de ajuste salarial como la dise?ada en los pactos de la Moncloa: algo -que la clase obrera s¨®lo podr¨ªa asumir si se gestionaba desde la izquierda -y por eso hubo de hundirse UCD y triunfar en 1982 el PSOE- Y aqu¨ª es donde amenaza fracasar el Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez -si termina por ser tambi¨¦n defenestrado sin haber logrado completar la fiinci¨®n hist¨®rica para la que resulta destinado, que no es otra que la de pilotar -la pol¨ªtica de ajuste salarial, hasta que la crisis econ¨®mica del hiperdesempleo haya concluido por fin con el siglo-.
Durante el primer per¨ªodo del Gobierno socialista -1982-1985: la etapa Boyer, para entenderrios- pareci¨® que se estaba consiguiendo lo peor: las bases sociales aceptaron obedecer una severa pol¨ªtica de ajuste salarial, dado que tambi¨¦n el excedente empresarial ven¨ªa resultando negativo. Pero tras el cambio de la coyuntura econ¨®mica internacional, iniciado a partir de 1985, las cosas cambiaron: el excedente empresarial se restaur¨® y comenz¨® una etapa de claro crecimiento sostenido. A pesar de lo cual, hac¨ªa falta seguir aplicando una pol¨ªtica de ajuste salarial hasta tanto pudieran crearse los cinco millones de empleos netos que se precisan en Espa?a para acercar nuestra tasa de ocupaci¨®n al promedio europeo -pues ese, y no otro, es nuestro principal obst¨¢culo hist¨®rico: la grav¨ªsima infrautiliz aci¨®n de nuestros recursos humanos-.
Pero si bien hab¨ªa que seguir aplicando la misma pol¨ªtica de ajuste salarial, ello ya no pod¨ªa lograrse por los mismos medios. Es f¨¢cil convencer a los sindicatos de que se moderen cuando los empresarios se est¨¢n arruinando. Pero es muy dif¨ªcil conseguirlo cuando la burgues¨ªa se enriquece y la especulaci¨®n se dispara. Y aqu¨ª es donde se produjo el fracaso del segundo per¨ªodo de gobierno socialista -1985-1988: la etapa Solchaga-: el intento de vender una pol¨ªtica de ajuste salarial en etapa de reactivaci¨®n, con los mismos argumentos que sirvieron durante la previa etapa de recesi¨®n, estaba de antemano condenado al fracaso. En consecuencia, la batalla por el control de la opini¨®n p¨²blica se sald¨® con una derrota estrepitosa. Los sindicatos se rearmaron, la humillaci¨®n del refer¨¦ndum de la OTAN les encendi¨® la sed de venganza y los continuos errores del Gobierno les facilitaron poder plantear desde la calle su ultim¨¢tum al Parlamento.
La huelga ten¨ªa que triunfar absolutamente porque si bien las razones econ¨®micas jugaban a favor del Gobierno seg¨²n reconocen todos los observadores cualificados-, las razones pol¨ªticas, por el contrario, jugaban en su contra en virtud de sus propios errores -como percibi¨® el sentido com¨²n de la opini¨®n p¨²blica- Entre tales errores -y sin temor a que se agote la lista tan interminablepueden citarse los siguientes. La anteposici¨®n de la lucha contra la inflaci¨®n a la lucha contra el desempleo. La subida artificial de los tipos de inter¨¦s elevadores del precio del dinero. La escasa incentivaci¨®n de la inversi¨®n, formadora de capital y creadora de empleo. La permisividad ante el rentismo especulativo e improductivo de los mercados inmobiliario y financiero. Y, en fin, la aparente complicidad con un estado de cosas -el consumo ostentoso de las capas de nuevos profesionales urbanos s¨²bitamente enriquecidos- que, sin terminar de caer en el esc¨¢ndalo de corrupci¨®n, casaban muy mal con la pol¨ªtica de ajuste salarial dogm¨¢ticamente predicada desde el Gobierno.
Pero todo lo anterior no ser¨ªa nada sin su amplificaci¨®n, potenciada y alimentada por dos factores adicionales: la mala conciencia del partido gobernante -que se sab¨ªa culpable de leso progresismo, al tener que menospreciar sindicalistas para poder halagar empresarios- y su ausencia total de profesionalidad para lidiar -con diestra maestr¨ªa torerala l¨®gica resistencia opuesta por los sindicatos. Todo terapeuta sabe que la terapia consiste en torear -sortear y desviar, para desvirtuar e invertir en sentido propio- la resistencia opuesta por los pacientes: como en las llaves de yudo, pues m¨¢s vale ma?a que fuerza. Pues bien, en lugar de eso, el Gobierno, lejos de saber dar salida a la resistencia de los sindicatos, trat¨® de enfrentarse a ella de poder a poder: de frente y por derecho. Con lo cual, claro est¨¢, en vez de atenuar o suavizar su resistencia, la encendi¨® y alent¨® m¨¢s todav¨ªa, realiment¨¢ndola hasta que alcanz¨® su punto de ignici¨®n. Y, una vez anunciada la huelga general, el Gobierno, sin saber cambiar de tercio, entr¨® al trapo y acept¨® con suicida atolondramiento un combate cuerpo a cuerpo en el mismo terreno y con las mismas armas y reglas de juego que quiso imponerle su adversario. As¨ª, el resultado estaba de antemano cantado.
Ahora el Gobierno debe pagar el precio de su derrota, aceptando las capitulaciones que quiera imponerle su vencedor. Pero hasta para claudicar hay que negociar: rendirse supone comprometerse a unas determinadas concesiones, en detrimento de otras posibles. As¨ª, al Gobierno le queda margen todav¨ªa para elegir en qu¨¦ cede y en qu¨¦ no debe ceder. Mi modesta opini¨®n es que el Gobierno puede entregar al poder sindical los "cinco conejos" que ¨¦ste le pide: por onerosos que resulten, no amenazan poner en peligro la tasa de inversi¨®n y crecimiento. Pero que, sin embargo, nunca deber¨¢ entregar lo irrenunciable: que es la necesaria moderaci¨®n salarial -comprometida por y desde los pactos de la Moncloa- que constituye la conditio sine qua non para que la creaci¨®n de empleo se mantenga: es el futuro de las clases trabajadoras lo que se juega.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Pol¨ªtica nacional
- Opini¨®n
- Democracia
- Transici¨®n espa?ola
- Manuel Fraga Iribarne
- Santiago Carrillo
- Adolfo Su¨¢rez
- Felipe Gonz¨¢lez M¨¢rquez
- Presidencia Gobierno
- PSOE
- Sindicatos
- Gobierno
- Sindicalismo
- Historia contempor¨¢nea
- Administraci¨®n Estado
- Relaciones laborales
- Partidos pol¨ªticos
- Historia
- Trabajo
- Administraci¨®n p¨²blica
- Transici¨®n democr¨¢tica
- Conflictos pol¨ªticos
- Pol¨ªtica