Libertinos y aburridos
El azar gasta malas pasadas, y mala pasada es que la reposici¨®n televisiva de Mogambo coincida con el estreno de Pasiones en Kenia. En cualquiera de las miradas ir¨®nicas o burlonas de Ava Gardner, en la simple mostraci¨®n del bigote de Clark Gable o en el m¨¢s elemental de los aspavientos de mojigata de Grace Kelly hay m¨¢s pasi¨®n que en el cat¨¢logo completo de entretenimientos sexuales que nos propone Michael Radford.La pel¨ªcula parte de una idea equivocada: cree en la posibilidad de dignificar culturalmente series como Dallas, Dinast¨ªa o equivalentes, que est¨¢n muy bien -o muy mal, depende de c¨®mo se mire- tal como est¨¢n, que no precisan de dignidad porque su ¨²nico atractivo es que carecen de ella. Radford quiere que condenemos moralmente a los personajes porque son promiscuos y libertinos, porque han huido del Reino Unido en plena guerra para refugiarse en el sexo, el alcohol y la permisividad que les garantizan sus posesiones coloniales en ?frica. Y la verdad es que, cuando la pel¨ªcula acaba, la ¨²nica raz¨®n por la que condenarles es por resultar tan aburridos.
Pasiones en Kenia
Director: Michael Radford.Int¨¦rpretes: Greta Scacchi, Charles Dance, Joss Ackland, Sarah Miles, Geraldine Chaplin, John Hurt, Ray McAnally, Catherine Neilson y Trevor Howard. Gui¨®n: M. Radford y J. Gems, basado en un libro de James Fox. Brit¨¢nica, 1988. Madrid, cines Azul, Minicine y La Vaguada.
Cada uno de los personajes de Pasiones en Kenia se autodefine a partir de su peculiaridad sexual: voyeur, ninf¨®mana, mujeriego, zo¨®fila, etc¨¦tera. Las relaciones entre ellos no aportan nada nuevo, no les modifican, de manera que los hechos avanzan por un lado mientras la colonia de happy valley sigue inmutable y, por consiguiente, tanto da que sir Henry Delves Broughton se arruine o no, que Errol sea o no un cazadotes, que Alice (Sarah Miles) estuviera enamorada de Errol o tan s¨®lo de una parte de su anatom¨ªa, que Colvile se acueste con sus fieles masai o se conforme con llevarlos como mascarones de proa de su Rolls Royce.
Este moralismo que exige cintur¨®n de castidad cuando la patria est¨¢ en peligro no es el mejor punto de partida para crear unas anti-Memorias de ?frica. Pollack tendi¨® a ponerle mucha sacarina a las miserias africanas, y Radford cree mostrar la real: dad porque les baja los pantalones a sus criaturas. El desfile de nalgas es considerable, y si Greta Scacchi, con su eterno moh¨ªn de fastidio, es muy atractiva; Charles Dance, muy musculoso; Sarah Miles, muy pat¨¦tia, y Joss Ackland y Ray McAn¨²ly, muy buenos actores, la pel¨ªcula, a pesar de su cuidada producci¨®n y de basarse en hechos reales, s¨®lo mejora los seriales que pretend¨ªa dignificar sin pasar a valorar la calidad de un proyecto tomamos como ¨²nico punto de referencia los l¨ªmites marcados por la censura institucional.
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