Acuerdo t¨¢cito en la derecha
YA SE sabe en qu¨¦ consiste el proyecto de refundaci¨®n de Alianza Popular (AP) empu?ado por Manuel Fraga para dar un contenido pol¨ªtico a su regreso a la direcci¨®n del partido. Fracasada la experiencia de Coalici¨®n Popular, federaci¨®n electoral de diversas corrientes de la derecha, se trata ahora de aglutinar a esas mismas fuerzas en un solo partido. No se trata, por tanto, de ning¨²n descubrimiento sensacional. Simplemente se intenta lo mismo desde un diferente punto de partida. Pero el modesto giro tiene al menos el m¨¦rito de dotar al partido de Fraga de una perspectiva que le permita salir de la par¨¢lisis en que se encontraba cuando el veterano pol¨ªtico gallego decidi¨® retomar las riendas. Para que el proyecto adquiera verosimilitud se hace preciso dotarle de factores de cohesi¨®n diferentes a los ensayados anteriormente. La recuperaci¨®n de Marcelino Oreja como cabeza del cartel para las elecciones europeas de junio -y, si el ensayo resultase, para las legislativas- es de momento el principal aglutinante introducido en el plan. El siguiente paso ser¨¢ tratar de centrar el discurso ideol¨®gico y la oferta electoral, lo que al parecer va a intentarse sobre la base de subrayar los componentes democristianos del partido refundado.Algunos factores exteriores han favorecido la operaci¨®n puesta en marcha: de un lado, la posibilidad de unas elecciones anticipadas ha entrado a formar parte del escenario veros¨ªmil en los pr¨®ximos meses; de otro, y se refleje o no inmediatamente en los sondeos, la crisis del proyecto socialista derivada de la ruptura con UGT acabar¨¢ reflej¨¢ndose en las expectativas de voto del PSOE. Con Fraga a la cabeza, Alianza Popular aporta un partido con implantaci¨®n nacional, recursos econ¨®micos y un m¨ªnimo de votos asegurado en cualquier circunstancia. Las incorporaciones personales e ideol¨®gicas previstas, simbolizadas de momento por la presencia de Oreja, deber¨¢n aportar una imagen diferente a la excesivamente conservadora proyectada por el fundador. Marcelino Oreja representa en cierto modo lo contrario que Fraga: no suscita grandes entusiasmos, pero tampoco recusaciones enconadas. Y si de lo que se trata es de hallar alguien capaz de aglutinar lo disperso, m¨¢s importante que el mucho entusiasmo es el escaso rechazo.
Naturalmente, los problemas comienzan a partir del paso siguiente. De momento, el discurso sigue present¨¢ndose en negativo: hay que unir a todos los que se oponen a los socialistas. Pero dista de ser evidente que exista una identidad entre rechazar un Gobierno socialista y aceptar uno articulado en torno a AP. El ¨¦xito obtenido por los regionalistas, por ejemplo, en las locales y auton¨®micas de 1987 se apoy¨® en la existencia de un ampl¨ªo sector del electorado que se sent¨ªa por igual ajeno a ambas opciones. Es preciso, por tanto, dotar al proyecto de unos perfiles que recojan en positivo los valores con los que se identifican esos sectores moderados que rechazan la polarizaci¨®n social y pol¨ªtica. Pero no es tan f¨¢cil. El antiguo t¨¢cito Marcelino Oreja ha aceptado integrarse en el proyecto a cambio de que el movimiento hac¨ªa el centro discurra por la senda democristiana. Cuestiones como el eventual cambio de nombre del partido y su posible adscripci¨®n a la Internacional Democristiana permanecen abiertas porque, ciertamente, AP no se identifica mayoritariamente con esa corriente. E incluso suponiendo amplias tragaderas a quienes en una d¨¦cada han transitado -mientras reprochaban a los dem¨¢s su incoherencia- sendas tan diversas como el continuismo franquista, el neoconservadurismo duro y el liberalismo ¨¤ la page, resulta dudoso que puedan ahora convertirse en fervorosos democristianos sin m¨¢s ni m¨¢s. Fueron ellos precisamente quienes echaron a pique a la UCD en tiempos de Su¨¢rez -la cosa empez¨® con su oposici¨®n a la ley del divorcio- y los primeros en abandonar la fragata de Coalici¨®n Popular cuando se vio que su patr¨®n ten¨ªa un techo.
Con todo, la vuelta de Fraga detiene la ca¨ªda libre de AP. Si exist¨ªa, el proyecto de renovaci¨®n de Hern¨¢ndez Mancha estaba condenado al fracaso porque resultaba un contrasentido postularse como eje aglutinante del centro-derecha cuando se era incapaz de aglutinar las dispersas filas del propio partido, convertido en un espect¨¢culo permanente. Mancha se arroj¨® a una piscina sin agua con su moci¨®n de censura, y all¨ª mismo se perdi¨®. No ha tenido suerte, pero su paso por la presidencia ha supuesto un avance en la credibilidad democr¨¢tica de AP. Se pronunci¨® contra la pena de muerte y contra la reforma restrictiva de la Constituci¨®n en materia auton¨®mica, dos viejos temas de Fraga. Se neg¨® a amparar las declaraciones pro Pinochet de Arespacochaga, lo que no hicieron otros. Y su retirada, neg¨¢ndose a aceptar los poco brillantes cargos que se le ofrec¨ªan, ha tenido dignidad.
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