La sabidur¨ªa de la certeza necesaria
Si como dice Ernesto S¨¢bato conviene escribir de lo que se conoce, acaso porque s¨®lo desde ese conocimiento lo imaginario alcanza la intensidad de lo verdadero -aunque en esto de la escritura todo es relativo y misterioso- no me cabe la menor duda de que Juan Pedro Aparicio, trabaja con la sabidur¨ªa de esa certeza necesaria. Con la sabidur¨ªa de quien asienta su mundo narrativo en una ficci¨®n que destila de la vida, de esa vida inmediata e imperiosa que te acorrala y echa contigo su cuarto a espadas, detentando parte de tu propia memoria, teni¨¦ndote cogido por el cuello.Quiero decir que Juan Pedro Aparicio est¨¢ involucrado hasta el corbej¨®n en sus novelas, en sus relatos, en sus art¨ªculos. Que no es un escritor de laboratorio, ajeno al viento que sopla en su ventana, sino un narrador que construye su mundo entre los aromas y las experiencias de lo que la vida arrastra, con ¨¦l metido en medio.
Escritor insistente de f¨¢bulas, en las que con notable incidencia se despliegan obsesiones sobre la fatalidad de vivir, sobre el poder que de tantas asechanzas se disfraza, sobre el amor que casi siempre resulta un sue?o inabordable, sobre el pasado que guarda secretos rastreros que puedan en cualquier momento amenazarnos. Sobre todo, en este pa¨ªs donde el pasado sigue siendo un tel¨®n que no termina de desprenderse del todo.
Aparicio nos ha contado -y llega camino de seguir, pues hay obsesiones que no tienen remedio- f¨¢bulas sobre los nazis que aterrizaron en nuestra provincia y se guarecieron en el secreto de sus intentos desaforados, sobre franceses que cayeron del cielo -como m¨¢gicos paracaidistas- para poner patas arriba la vida de alguna dormida urbe del mism¨ªsimo Camino de Santiago, sobre estramb¨®ticos dictadores, y viejos h¨¦roes deportivos cuya gloria fue trabucada en el recuerdo de quienes estaban llamados a enaltecerlos.
Creencias cotidianas, tamizadas por la fantas¨ªa y el humor, en las que f¨¢cilmente podemos encontrar la mueca distorsionada de muchos mitos cortempor¨¢neos, esa imaginer¨ªa m¨¢s o menos estrafalaria que nos vende de estraperlo en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos y las revistas ilustradas.
A Juan Pedro Aparicio siempre le ha interasado la novela de personajes, la f¨¢bula muy habitada donde los retratos abundan -desde la alcoba al ambig¨²- y penden con su mirada de esquivos y entra?ables fantasmas, viendo lo que la vida siempre les neg¨®. Hay muchas sombras provinciales -del pasado, del presente y me temo que del futuro- en esos retratos que sostienen el mundo imaginario ole un fabulador, que ajusta la s cuentas con su memoria, ajust¨¢ndonoslas a todos.
Babelia
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