La juventud escondida de Andr¨¦ Gide
Se publica en Francia la correspondencia del escritor con su madre
Acaba de publicarse en Francia un voluminoso tomo de casi 800 p¨¢ginas que recoge la correspondencia cruzada entre el gran escritor Andr¨¦ Gide -que fue Premio Nobel de Literatura en 1947- y su madre durante los ¨²ltimos 15 a?os de la vida de esta ¨²ltima, que, por otra parte, enviud¨® el mismo a?o, 1880, en que esta correspondencia se inicia. Son los a?os en los que Gide despierta a la vida personal e intelectual, publica sus primeros libros y se entrega a las primeras amistades y experiencias er¨®ticas, que le conducir¨¢n despu¨¦s a la pederastia y a la rabiosa b¨²squeda de la independencia y la libertad.
Purgatorio
Si a ra¨ªz de su muerte, en 1951, la fama y la celebridad de Andr¨¦ Gide parecieron entrar en un prolongado purgatorio, pues su figura dej¨® de ser la del maestro de generaciones y l¨ªder de los nuevos movimientos literarios que antes hab¨ªa encarnado, no es menos cierto tambi¨¦n que a partir de entonces su figura y su obra han merecido una constante atenci¨®n por parte de la cr¨ªtica acad¨¦mica y universitaria, y no ha dejado de estar presente como uno de los m¨¢s recientes e inevitables cap¨ªtulos de la historia de la literatura universal. No pasa a?o sin que se enriquezca la bibliograf¨ªa en torno a su obra, se publiquen tesis, se descubran nuevos in¨¦ditos y aparezcan nuevas ediciones de sus obras. La serie de los Cahiers Andr¨¦ Gide goza de buena salud, y hasta en Espa?a acaba de aparecer una nueva versi¨®n de uno de sus relatos de primera madurez, La puerta estrecha, en la editorial Lumen. Tambi¨¦n es cierto que la interpenetraci¨®n en la figura de Gide de su vida y de su obra constituye un fen¨®meno singular. Andr¨¦ Gide parti¨® del esteticismo y simbolismo de finales del siglo pasado, pero estuvo presente en casi todos los combates de la modernidad: en la b¨²squeda de la libertad y de la independencia, en su af¨¢n de compromiso tambi¨¦n, en la reivindicaci¨®n de las heterodoxias sexuales, en la lucha a favor de la revoluci¨®n, en contra del -colonialismo, en el combate contra los errores judiciales y en su constante b¨²squeda a favor de toda rebeld¨ªa, de todas las marginaciones y marginalidades de su tiempo.
Obras como Los alimentos terrestres, Coryd¨®n, Viaje al Congo, Regreso de la URSS, Literatura comprometida o Recuerdos de un tribunal penal as¨ª lo demuestran, o su monumental Diario; para muchos, su obra maestra. Naturalmente, la II Guerra Mundial le encontr¨® a la cabeza de la lucha contra el fascismo, aunque siempre desde una posici¨®n profundamente individualista.
Desde su muerte es incontable la cantidad de vol¨²menes de correspondencia y documentaci¨®n que se le han dedicado. Si su vida y su obra mantuvieron una tan estrecha relaci¨®n, no cabe duda de que todos estos documentos las completan, aclarando y matizando su verdadero sentido.
Cartas cruzadas
Primero fueron las cartas cruzadas con Claudel; despu¨¦s, con Val¨¦ry, con Fran?ois Mauriac; las m¨¢s confidenciales, con Henri Gheon o Martin du Gard, y las m¨¢s testimoniales, con su traductora Dorothy Bussy, o los recuerdos de Mar¨ªa van Ryselberghe en Los cuadernos de la 'petite dame', un documento excepcional sobre casi toda su vida.
En este marco de espejos que se reflejan unos a otros, la importancia de esta Correspondance avec sa m¨¨re, recientemente publicada por Claude Martin (Gallimard, Par¨ªs, 1988), es indiscutible. Se trata de 94 cartas de su madre y de 125 de Andr¨¦ Gide, cruzadas a partir de 1880 -a?o en que muri¨® el padre del escritor- hasta 1895, cuando falleci¨® su madre, aunque en realidad la mayor¨ªa de las cartas pertenece al per¨ªodo de los ¨²ltimos cinco a?os. Es la ¨¦poca en la que aparecen sus primeros escritos: Los cuadernos y las poes¨ªas de Andr¨¦ Walter, Amyntas, Tratado de Narciso, La tentativa amorosa y, sobre todo, su primer gran texto, Paludes, y los primeros fragmentos de Los alimentos terrestres, que aparecer¨ªa completa en 1897.
Son tambi¨¦n los a?os de sus
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primeras amistades, los escritores Pierre Louys y Paul Val¨¦ry, el artista Paul Laurens; los del conocimiento de Oscar Wilde, que tanto le influy¨® en aquellos a?os, y sus primeros viajes por Alemania, Italia, Suiza, y, sobre todo, ?frica del Norte, donde descubri¨® la est¨¦tica -sobre la que edificar¨ªa una ¨¦tica- de los valores naturales y corporales.
En su primer viaje a Argelia y T¨²nez, en compa?¨ªa de Laurens, descubre tambi¨¦n el erotismo bisexual, aunque cae enfermo, y su madre llega en persona a rescatarle de sus fascinaciones. Y en el segundo, en 1895, es cuando se da un nuevo encuentro con Wilde y Alfred Douglas, y su sexualidad se encamina hacia la pederastia de manera definitiva.
Puritana
La Figura de su madre, que aparec¨ªa monol¨ªtica y puritana tanto en los escritos de Gide como en otros testimonios -sobre todo en el magn¨ªfico La juventud de Andr¨¦ Gide, del doctor y acad¨¦mico Jean Delay-, aparece mucho m¨¢s matizada en esta correspondencia, que en parte reivindica su memoria. Aqu¨ª no se cuentan los verdaderos hechos, que est¨¢n m¨¢s claros en Si la semilla no muere, escrita y publicada un cuarto de siglo despu¨¦s, pero s¨ª se describe el amor intenso, exigente, sutil y complejo que hubo entire este joven y huidizo aprendiz de escritor y una madre evidentemente rigorista, pero capaz de toda suerte de matizaciones y disfraces. Como dice el compilador Claude Martin, la figura de la madre, Juliette Gide, siempre ha sido considerada como la dura, r¨ªgida y monol¨ªtica, frente a la de la esposa, Maeleleine, siempre adornada con los rasgos de la delicadeza y amor de una v¨ªctima; pero fue Madeleine, no la madre, la que quem¨® las cartas de su marido al enterarse de su homosexualidad. Y eso, acaso, no lo hubiera hecho la madre.
Todo son hip¨®tesis, desde luego. Nada queda claro al final, como suele suceder en la obra de Gide, donde la sinceridad se proclama desde el principio, para luego matizarse y complicarse hasta la exasperaci¨®n. El campe¨®n del acto gratuito, de la serenidad, del clasicisimo, el debelador de toda ret¨®rica, era tambi¨¦n, hasta en su vida y desde el principio, el gran maestro de la reticencia, de la duda, de la tolerancia, del relativismo y del escepticismo hasta el final.
La ?ltima discordia
El 19 de febrero de 1895, Andr¨¦ Gide escribe a su madre desde la localidad argelina de Biskra, donde se halla en una segunda larga temporada, comunic¨¢ndole dos proyectos: el primero, llevarse a Par¨ªs a su joven criado ¨¢rabe Athmann, que podr¨¢ servirles de ayuda dom¨¦stica en el castillo familiar de La Roque, y despu¨¦s comprar un terreno en Biskra para construir en ¨¦l una peque?a casa de descanso y vacaciones. La ciudad se est¨¢ poniendo de moda, los precios de los terrenos son todav¨ªa baratos y los hoteles caros, y en todo caso la casa podr¨ªa alquilarse cuando Gide no estuviera en Biskra.
Naturalmente, ambos proyectos son rechazados por la madre del escritor, cada vez m¨¢s preocupada por el rumbo que ha tomado la vida de su hijo, que sin embargo cuenta ya 26 a?os de edad y ha publicado sus primeros libros. Le recomienda que espere para comprar el terreno, y se niega de plano a recibir en Francia al joven criado ¨¢rabe. Andr¨¦ Gide, sin embargo, compra el terreno con el dinero procedente de -una peque?a herencia, y se empecina en llevarse a Athmann a Francia. Su madre se vuelve a negar, alegando que ser¨ªa m¨¢s un estorbo que una ayuda, y que su hijo se muestra cruel por satisfacer sus caprichos perturbando la vida de los dem¨¢s.
Dureza
Andr¨¦ Gide vuelve a la carga frente a la ofensiva que su madre ha desencadenado contra sus proyectos, haciendo intervenir a otras personas amigas y familiares. Los tonos de su hijo son duros, como se lee en una carta del 11 de marzo del mismo a?o: "Tus consejos me son insoportables pues no buscan aclarar las cosas, sino modificar conductas... ?No comprendes que hay locuras ¨²tiles? Estoy convencido de la inutilidad de mi carta, pero quisiera que tambi¨¦n t¨² estuvieras convencida de la inutilidad de las tuyas".
Finalmente, como luego cont¨® el escritor en su autobiograf¨ªa, Si la semilla no muere, fue decisiva la intervenci¨®n de la vieja criada de su madre, Marie, quien amenaz¨® con irse de la casa si all¨ª entraba "aquel peque?o negro", lo que hizo a Andr¨¦ Gide desistir de este proyecto. Y poco despu¨¦s, el 31 de mayo, muri¨® la madre del escritor y ya no hubo m¨¢s peleas.
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