Realidad y mitolog¨ªa de la recuperaci¨®n
Desde hace tres a?os, la opini¨®n p¨²blica espa?ola viene recibiendo el mensaje de la recuperaci¨®n econ¨®mica: la crisis qued¨® atr¨¢s. La consecuci¨®n de algunos de los objetivos propuestos por la estrategia econ¨®mica del PSOE ha dado lugar a la formulaci¨®n de ciertos planteamientos que se argumentan en nombre de la teor¨ªa econ¨®mica, pero que, a juicio de los autores, pertenecen al terreno de la mitolog¨ªa y parecen destinados a legitimar aquella estrategia.
La apuesta econ¨®mica del Gobierno socialista se ha fundamentado en tres objetivos b¨¢sicos: el equilibrio de algunas variables macroecon¨®micas (inflaci¨®n, d¨¦ficit p¨²blico y d¨¦ficit por cuenta corriente), la plena inserci¨®n de la econom¨ªa espa?ola en el mercado mundial y la recuperaci¨®n del crecimiento econ¨®mico. En aras de estos objetivos se ha llevado a cabo una dura reconversi¨®n del sector industrial y se han liberalizado los mercados de bienes, servicios y factores, tanto a nivel interno como hacia el exterior. Todo ello guiado por la convicci¨®n de que la recuperaci¨®n de los beneficios empresariales conducir¨ªa al aumento de la inversi¨®n y a un nuevo dinamismo de la econom¨ªa.Al cabo de un sexenio, los datos de la realidad econ¨®mica parecen ser elocuentes: el crecimiento del producto interior bruto es importante y se asienta en un incremento a¨²n m¨¢s elevado de la demanda interna, particularmente de la inversi¨®n, La balanza b¨¢sica presenta fuertes super¨¢vit y el nivel acumulado de reservas permite ciertas garant¨ªas de estabilidad en el sector exterior. La inflaci¨®n se redujo dr¨¢sticamente y el d¨¦ficit p¨²blico se ha limitado en relaci¨®n al producto interior bruto (PIB).
En la estrategia gubernamental el empleo ha constituido, de hecho, una variable inducida, puesto que se ha considerado previo el encauzamiento de otros desequilibrios y la consecuci¨®n de altos excedentes empresariales para que la inercia del crecimiento generase empleo. Sin embargo, este planteamiento se presta a vanas consideraciones, pues la cantidad y calidad del empleo depende del car¨¢cter que adopte ese crecimiento econ¨®mico.
T¨®mese como ejemplo la situaci¨®n del sector qu¨ªmico. Seg¨²n datos de la Direcci¨®n General de Industrias Qu¨ªmicas, en 1987 la producci¨®n creci¨® un 7%, las exportaciones e importaciones aumentaron m¨¢s del 15%, la inversi¨®n se increment¨® un 12%, pero, sin embargo, el empleo s¨®lo aument¨® un 0,7%, trat¨¢ndose de un sector que ocupa a casi la d¨¦cima parte de la fuerza de trabajo industrial y genera el 12% del valor a?adido industrial. La simple inercia del crecimiento, al menos en las condiciones en las que se produce en este per¨ªodo, tiene una reducida capacidad para generar empleo.
Ello ocurre despu¨¦s de que aquella pol¨ªtica econ¨®mica provocase la p¨¦rdida de m¨¢s de un mill¨®n de empleos y de que se elevase- la tasa de paro del 16% al 21% entre 1982-1985. Por otra parte, en la actualidad el empleo estable sigue reduci¨¦ndose en t¨¦rminos netos (un decremento del 3%, en 1988), y el empleo que se crea es mayoritariamente de car¨¢cter precario: temporal, baja remuneraci¨®n, relativa descualificaci¨®n, etc¨¦tera, principalmente en la construcci¨®n y los servicios. La flexibilidad del mercado laboral no provoca. sino la distribuci¨®n rotativa de ese empleo precario, principalmente entre mujeres y j¨®venes. En 1988, sobre un total de 8,4 millones de asalariados, la relaci¨®n entre empleo estable / temporal es de tres a uno, Adem¨¢s, la situaci¨®n actual sanciona el considerable retraso que mantiene la poblaci¨®n activa femenina con relaci¨®n al total de la poblaci¨®n activa, respecto al total de mujeres, o al total de mujeres en edad activa; los tres indicadores muestran porcentajes entre 8 y 15 puntos por debajo de la media europea.
El primer comentario debe dirigirse hacia el ¨ªndice de precios al consumo, pues la ponderaci¨®n que aplica para los distintos componentes del gasto resulta irreal, por ejemplo, en un apartado b¨¢sico como es el relativo a los gastos de vivienda, que son ponderados en dicho ¨ªndice s¨®lo como el 18,5% del gasto total, adjudic¨¢ndose menos del 2% al gasto de alquiler.
Cu¨¢ndo se sigue reclamando la moderaci¨®n salarial para controlar la inflaci¨®n no se hace sino un formidable ejercicio de amnesia deliberada, que ignora asuntos tan primarios como que los costes de las empresas no se limitan al factor trabajo, que el control de rentas tampoco se limita a las rentas laborales o que los precios son fijados por las empresas y no por los asalariados. Es as¨ª come, se omite, de hecho, que muchas empresas espa?olas mantienen una deficiente gesti¨®n en cuanto a los insumos que utilizan, a su tecnolog¨ªa y equipamiento, a su forma de organizaci¨®n, a sus sistemas de comercializaci¨®n, etc¨¦tera. Sin considerar esos elementos, se ha emprendido una obstinada presi¨®n sobre el control de los salarios como mecanismo antiinflacionario, que ha permitido una fuerte elevaci¨®n de los beneficios empresariales hasta el punto de que su participaci¨®n en el PIB es superior a la que muestran econom¨ªas como la de EE UU, la Rep¨²blica Federal de Alemania, el Reino Unido, Holanda y otras.
Como consecuencia, entre 1982 y 1987 se ha profundizado la regresividad de la distribuci¨®n del ingrerso. El 30% de hogares con rentas m¨¢s bajas concentran s¨®lo el 10% de la renta familiar disponible, mi entras que en el otro extremo el 19% de los hogares ricos y acomodados concentra el 47% de la misma.
Renuncia a actuar
La plena libertad (interna y exterior) de los mercados, la paulatina desregularizaci¨®n econ¨®mica y una actuaci¨®n de los poderes p¨²blicos limitada al uso de determinadas pr¨¢cticas monetarias y fiscales ha significado una renuncia del Gobierno a orientar la actividad econ¨®mica. As¨ª, se ha minimizado la inversi¨®n p¨²blica en un pa¨ªs con grandes carencias de infraestructuras y equipamientos, se ha alentado sin control alguno la penetraci¨®n de capital extranjero y se ha dejado a la inercia de la l¨®gica empresarial toda acci¨®n inversora e importadora.
Desde el punto de vista presupuestario, la falta de disposici¨®n para actuar sobre ciertos gastos en r¨¢pida expansi¨®n (los gastos militares de manera destacada) o sobre ciertas rentas (beneficios empresariales, rentas de capital) ha determinado que el esfuerzo para contener el d¨¦ficit se haya basado en el incremento de la presi¨®n fiscal sobre las rentas del trabajo y la restricci¨®n de las prestaciones y gastos sociales. Esta es la otra v¨ªa por la que se ha profundizado la polarizaci¨®n social que hoy constatan m¨²ltiples indicadores.
Bajo el eufemismo de que la econom¨ªa espa?ola est¨¢ accediendo a un mercado mundial cada vez m¨¢s interdependiente se est¨¢ soslayando que en realidad la econom¨ªa espa?ola se inserta en condiciones de debilidad. El d¨¦ficit comercial alcanza los 2,3 billones de pesetas, pese a la considerable reducci¨®n del precio del petr¨®leo, manifest¨¢ndose los tradicionales desequilibrios internos que conducen a ese d¨¦ficit en momentos de mayor crecimiento econ¨®mico.
La balanza de servicios y transferencias reduce su saldo positivo, pues aunque los ingresos por turismo -y otros, como las remesas- siguen aumentando, tambi¨¦n lo hacen las salidas en concepto de rentas por inversi¨®n y los pagos tecnol¨®gicos. En 1988 la balanza por cuenta corriente ha sido negativa en torno a los 3.000 millones de d¨®lares.
Este d¨¦ficit parece no preocupar a las autoridades econ¨®micas debido a que las entradas de capital lo compensan con creces y elevan el saldo positivo de la balanza b¨¢sica por encima de los 5.000 millones de d¨®lares. Sin embargo, ese aluvi¨®n de capital extranjero que entra con gran regocijo y ning¨²n control de los poderes p¨²blicos se convierte en fuente de varios problemas. Por citar s¨®lo algunos cabe aludir al factor de inestabilidad que comporta una actividad productiva, comercial y financiera dise?ada desde el exterior, en funci¨®n de variables que escapan por completo a los avatares internos de la econom¨ªa espa?ola. El segundo dilema se refiere a la transnacionalizaci¨®n de la planta industrial, de buena parte de las redes comerciales y -en un futuro inmediato- del sistema financiero espa?ol. Quien se moleste en consultar las condiciones del crecimiento del sector industrial en estos ¨²ltimos a?os puede observar que muchas ramas apenas crecen y que la recuperaci¨®n se refiere casi en exclusiva a las producciones transnacionalizadas: material electr¨®nico, material de precisi¨®n, automoci¨®n, maquinaria y aparatos el¨¦ctricos, alimentaci¨®n y pl¨¢sticos.
El tercer aspecto que se?alamos se refiere a las relaciones comerciales con la CE, donde las exportaciones e importaciones espa?olas se vienen concentrando unilateralmente. El problema no consiste s¨®lo en que hasta 1985 el saldo fuese positivo y que ahora sea muy negativo (acerc¨¢ndose al bill¨®n de pesetas), sino que los principales d¨¦ficit se concentran en los cap¨ªtulos m¨¢s significativos de la industria: construcci¨®n mec¨¢nica, maquinaria el¨¦ctrica y electr¨®nica, instrumentos de precisi¨®n, siderurgia, qu¨ªmica de base y transformadora. La p¨¦rdida de posiciones comerciales es generalizada en las principales l¨ªneas de producci¨®n, y se reproduce el hecho de que los productos dedicados a la exportaci¨®n son intensivos en insumos primarios e intermedios que han de importarse.
Como corolario esquem¨¢tico de los comentarios anteriores parece necesario matizar el sentido que tiene la recuperaci¨®n econ¨®mica presente, pues fundamentalmente se refiere al crecimiento cuantitativo de ciertos indicadores globales. Sin embargo, considerando la din¨¢mica econ¨®mico en su conjunto, ese crecimiento nos parece que resulta incierto) precario por las bases en las que se sustenta. Se trata de un crecimiento que est¨¢ acentuando la polarizaci¨®n entre un n¨²cleo productivo y social minoritario cada vez m¨¢s din¨¢mico y una mayor¨ªa econ¨®mica y social excluida el ese proceso. Finalmente se trata tambi¨¦n de un crecimiento que se asienta en la creciente transnacionalizaci¨®n de la estructura productiva y sanciona una d¨¦bil inserci¨®n en el mercado mundial.
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