Europa, peligro en el 92
En el coraz¨®n del problema europeo est¨¢ Alemania. Los franceses no lo han entendido nunca. C¨®mo explicar a un pueblo jacobino, que festeja con delectaci¨®n el bicentenario de su Estado-Naci¨®n, esta Alemania multiforme, que no sue?a con la reunificaci¨®n, sino que aspira a reencontrar su alma, su amplia alma germ¨¢nica desparramada desde el Volga, en Viena, al Rulir, en Pomerania, y al Sarre, en Baviera. Si se cede ante el cartesianismo franc¨¦s, la l¨®gica quiere que esta Alemania sea el gusano en la fruta de Europa: cortejada por Gorbachov, desamparada por un Reagan nada decidido a morir por Berl¨ªn, Alemania no tendr¨ªa m¨¢s que dejarse absorber suavemente en la zona sovi¨¦tica. Pero se puede confiar en los alemanes, en tanto que son europeos como los dem¨¢s. "Cada semana visito a nuestros vecinos del Este", dec¨ªa Genscher, "no sue?an m¨¢s que con una cosa: llegar a ser como nosotros. Tener nuestro desempleo. Nuestra televisi¨®n." La atracci¨®n del Este no es fatal. El hombre europeo existe. Es un tipo que no acepta ni la ley de la jungla americana ni la tapadera de plomo sovi¨¦tica. Que sufre al ver c¨®mo la Iluvia ¨¢cida destruye los bosques y c¨®mo la marea negra engulle los p¨¢jaros. Que cree en las virtudes de la negociaci¨®n y que, alguna vez, visita sus museos, en donde recuerda su rico pasado. Este individuo del que hay 320 millones de ejemplares en el continente, ?merece que se luche por ¨¦l?
, 15 de enero
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