Literatura y psicolog¨ªa
La posibilidad de que de la obra literaria se obtengan inferencias acerca del autor est¨¢ desacreditada. Hay su raz¨®n. La mayor¨ªa de las veces tales deducciones son de una gratuidad y ligereza absolutas; o bien responde a interpretaciones derivadas de doctrinas psicoanal¨ªticas que se aplican de modo estereotipado y mec¨¢nico, sin que se ofrezcan los pasos que hagan convincente la interpretaci¨®n.Es evidente, sin embargo, que toda obra es predicado del autor. Lo es un simple acto de conducta, lo es toda nuestra vida, como discurso de conducta, como texto que se despliega en actuaciones ramificadas, dispares, en sus ¨²ltimas derivaciones, las unas de las otras. Si cualquier ser humano inevitablemente ha de conjeturar c¨®mo es su interlocutor a juzgar por lo que hace y lo que dice, y toda la relaci¨®n con ¨¦l se hace a expensas de esta conjetura -toda relaci¨®n con otro exige un acto de fe, la confianza, mas tambi¨¦n la sospecha-, tambi¨¦n los lectores de un texto no s¨®lo tenemos derecho, sino que estamos abocados a construirnos una imagen del autor; es decir, a figur¨¢rnoslo. En ¨²ltima instancia, la mejor biograf¨ªa de un autor es su obra, no el conjunto de las acciones, en el fondo an¨¢logas a las de cualquier otro (comer, dormir, amar, acudir a una u otra tertulia, ir a la oficina o donde sea), que a diario se ve obligado a realizar.
La cuant¨ªa de informaci¨®n que cada cual, en este caso un autor, nos da de s¨ª mismo es insuficiente, y constituye, en el plano de la conducta, la instancia a equilibrarse mediante una informaci¨®n mayor, si no real figurada.
El problema, pues, no es que no se puedan hacer tales inferencias y deducciones, sino c¨®mo hacerlas de manera rigurosa, plausible, convincente, de modo que sirvan, en efecto, no s¨®lo para saber c¨®mo es el autor (o quiz¨¢ fuera mejor preguntar qui¨¦n es) -cosa que a muchos, bi¨®grafos por ejemplo, importa-, sino para vislumbrar el proceso mismo de gestaci¨®n de una obra de creaci¨®n y de imaginaci¨®n, la necesidad que le condujo compulsivamente a la escritara, precisamente a la escritura.
Los seres humanos realizamos muchos tipos de acciones, y todas ellas remiten al sujeto actor, Tambi¨¦n cuando nos entregamos a la fantans¨ªa, se plasme ¨¦sta en obra de creaci¨®n o no, estamos realizando acciones. Cuando la fantas¨ªa se concreta en una obra de arte literario, este resultado (una novela, un poema) remite directamente al creador, cualesquiera sean las mediaciones instrumentales de que se valga.
La novela es, pues, discurso del autor. Tambi¨¦n muchas cosas m¨¢s, pero ahora quiero interesarme s¨®lo por este aspecto. Todo en la novela es del autor y es el autor. Ocurre igual que en el sue?o. Si so?amos con A, B, C y D, aunque ¨¦stos sean, en su punto de partida, seres reales, los hacemos a nuestro modo en nuestro sue?o; son, por tanto, criaturas nuestras, partes de nosotros mismos, como los personajes de ficci¨®n, son ya seres de ficci¨®n. El novelista, como el so?ante, se fragmenta en innumerables personajes, que s¨®lo se diferencian de los so?ados dormidos en que son so?ados despiertos. Pero el novelista, como cualquiera en la vida cotidiana, mantiene su unidad a pesar de la diversidad de su fragmentaci¨®n. Controla su disociaci¨®n precisamente mediante ese proceso que es la ejecuci¨®n de la obra, y se salva as¨ª de la disociaci¨®n descontrolada que es o la fantas¨ªa como mero juego o el caos improductivo de la locura. La interpretaci¨®n (psicol¨®gica) de la obra literaria consiste en reconocer los diferentes procesos de identificaci¨®n del autor en sus personajes, qu¨¦ representan para ¨¦l, para qu¨¦ han sido construidos; qu¨¦ pretende decirnos con ellos. Cualesquiera sean los otros cometidos propuestos, hay algo consustancial con el autor: la necesidad que ha sentido de expulsar fragmentos de s¨ª mismo convertidos en personajes de ficci¨®n, es decir, en fantasmas.
El mecanismo es el mismo que el de la alucinaci¨®n, distinto, sin embargo, al del delirio: se precisa expulsar fragmentos de s¨ª porque, por razones que no puedo exponer ahora, ya no se pueden conservar dentro como partes de uno mismo, como integrados en uno, y hay que vivirlos como otros. Es por esto por lo que el novelista se vac¨ªa tras cada obra de creaci¨®n y apenas quiere saber acerca de lo creado. Por decirlo metaf¨®ricamente, cada obra concluida es una etapa hacia la cura; hacia una cura que no llega jam¨¢s, porque es inalcanzable, porque no existe; es, como lo es en los otros contextos, un curar y un des-curarse. De momento es s¨®lo alivio. Hasta que ¨¦l mismo vuelve a colmarse con su misma creatividad y surge de nuevo la reiterada necesidad de expulsi¨®n de sus fantasmas.
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