Bush promete que EE UU ser¨¢ m¨¢s generoso y tolerante
Con una "mano tendida" al mundo y la promesa de una Norteam¨¦rica m¨¢s generosa y m¨¢s tolerante, George Herbert Walker Bush tom¨® a mediod¨ªa de ayer posesi¨®n como 41? presidente de Estados Unidos, cerrando la p¨¢gina de la presidencia de Ronald Reagan y abriendo un nuevo cap¨ªtulo pol¨ªtico, posiblemente menos espectacular, pero m¨¢s realista. Bush (64 a?os), un profesional de la pol¨ªtica, republicano moderado, sin carga ideol¨®gica, jur¨® su cargo ante el ala oeste del Congreso, frente a los monumentos de la imperial Washington, poniendo su mano izquierda sobre la Biblia utilizada por George Washington hace 200 a?os. Bush, con traje de calle y corbata color perla, pronunci¨® las 35 palabras del juramento, que recibi¨® el presidente del Tribunal Supremo, William Rehnquist. Hereda una prosperidad econ¨®mica y una paz internacional que le permitieron afirmar que "es un momento rico en promesas, pero podemos hacerlo mejor".
En un discurso de 20 minutos, muy alejado de la celestial ret¨®rica de los a?os de Reagan, Bush prometi¨® continuar la aproximaci¨®n a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, con esperanza, pero "vigilantes". "Ofrecernos al mundo un nuevo compromiso y una nueva promesa: nos mantendremos fuertes para proteger la paz. La mano tendida es un pu?o abierto, pero el pu?o, una vez que se forma, es fuerte y puede ser utilizado con gran eficacia", advirti¨® Bush, que llega a la Casa Blanca con m¨¢s experiencia internacional que ning¨²n otro presidente en la historia. Asegur¨® que EE UU cumplir¨¢ su palabra, hablar¨¢ claramente y reforzar¨¢ sus tradicionales alianzas. Habl¨® de una "nueva brisa que sopla", con el final de los dictadores y del totalitarismo y sus viejas ideas. Pero no hubo, sin embargo, hist¨®ricas frases o afirmaciones de liderazgo mundial, de "pagar cualquier precio" en la defensa de la democracia, y s¨ª un reconocimiento de los l¨ªmites del poder¨ªo de esta superpotencia al comienzo de los a?os noventa.
A las 12.40 horas, con un saludo militar, los presidentes saliente y entrante se despidieron a la entrada del Congreso. Y Reagan y su era se desvanecieron en la historia sobre el cielo despejado de Washington, en un helic¨®ptero, rumbo a California. A las tres de la tarde, los Bush hicieron su entrada definitiva en la Casa Blanca, despu¨¦s de almorzar en el Congreso y antes de presidir durante dos horas el tradicional desfile de carrozas que celebra el d¨ªa m¨¢s grande de la democracia norteamericana.
Antes de Bush jur¨® la vicepresidencia el joven y pol¨¦mico Dan Quayle (41 a?os y una dudosa preparaci¨®n para el cargo). Barbara Bush y Marilyn Quayle vest¨ªan sendos abrigos azules, dejando el granate para Nancy Reagan, que dej¨® escapar algunas l¨¢grimas en la hist¨®rica ceremonia, abierta por el rey de los predicadores norteamericanos, el reverendo evangelista Billy Graham, y cerrada por el canto del himno nacional por el sargento del Ej¨¦rcito Alvin Powell, de raza negra. El Gotha de la pol¨ªtica norteamericana, el cuerpo diplom¨¢tico y 100.000 ciudadanos de a pie contemplaron el fin de una era y el comienzo de otra.
Una naci¨®n endeudada
Bush, reconociendo la realidad de una naci¨®n endeudada y con un d¨¦ficit fiscal de 160.000 millones de d¨®lares (alrededor de 18,5 billones de pesetas), advirti¨® que "no hay dinero" para una pol¨ªtica de activismo gubernamental ni para continuar el rearme. Habl¨® de garantizar una "seguridad prudente". Pidi¨® en cambio a sus conciudadanos -y aqu¨ª se distingui¨® sobre todo del reaganismo- generosidad, sacrificio hacia los dem¨¢s y un menor culto al becerro de oro. Y prometi¨® que su presidencia no ser¨¢ indiferente a la pobreza y ser¨¢ "m¨¢s compasiva".
Recordando la importancia de viejos valores como el trabajo, el deber y el sacrificio, el nuevo presidente dijo que "no somos la suma de nuestras posesiones. No son la medida de nuestras vidas. No podemos esperar a dejar s¨®lo a nuestros hijos un coche m¨¢s grande y una cuenta corriente m¨¢s repleta". Pidi¨® que Norteam¨¦rica sea m¨¢s generosa y recobre altos principios morales.
El pa¨ªs est¨¢ optimista en esta tibia ma?ana de enero, casi primaveral en Washington, satisfecho con su prosperidad y sin nubarrones en el horizonte internacional, seg¨²n reflej¨® ayer una encuesta nacional de The New York Times y la cadena de televisi¨®n CBS. Pero los norteamericanos no esperan milagros de la Administraci¨®n de Bush. Las expectativas, que el nuevo presidente ha ayudado astutamemte a reducir, son bajas. Los ciudadanos estiman (un 75%) que no ser¨¢ capaz de equilibrar el presupuesto en los pr¨®ximos cuatro a?os, ni reducir¨¢ sustancialmente el problema de la droga o de la pobreza urbana. Tambi¨¦n la gran mayor¨ªa ve inevitable una subida de impuestos, aunque el nuevo presidente haya prometido lo contrario. Sin embargo, el 68% ve por delante un futuro optimista.
George Bush, que hab¨ªa dormido en la Blair House, inici¨® el d¨ªa m¨¢s importante de su vida acudiendo a la iglesia episcopaliana de Saint John, frente a la Casa Blanca, la iglesia de los presidentes, para rezar y pedir "fuerza" que le ayude en su nuevo cargo. Atr¨¢s quedan 22 a?os de servicio p¨²blico con una ¨²nica ambici¨®n, la presidencia, que llevaron a Bush desde un esca?o en el Congreso a la presidencia del Partido Republicano en los negros d¨ªas del Watergate, a la Embajada en la ONU, a la Embajada en Pek¨ªn, a la CIA y a la vicepresidencia, para derrotar el pasado 8 de noviembre en la batalla decisiva a Michael Dukakis.
A las once de la ma?ana, despu¨¦s de visitar por ¨²ltima vez la Casa Blanca como vicepresidente, George Bush, el siempre leal n¨²mero dos, se sent¨®, con Ronald Reagan y las esposas de ambos, en el nuevo Lincoln presidencial, que se estrenaba ayer (600.000 d¨®lares), para dirigirse al Congreso a trav¨¦s de la Pennsylvania Avenue, convertida ayer para 40 millones de norteamericanos, que siguieron la transmisi¨®n de poderes por televisi¨®n, en la Main Street (calle Mayor) de Am¨¦rica. Ronald Reagan dejaba por ¨²ltima vez la Casa Blanca, a¨²n presidente.
Sucede Bush a un presidente que lleg¨® a Washington hace ocho a?os como un outsider, decidido a disminuir el peso del Gobierno y de la burocracia federal y a contener al comunismo. Y se va habiendo conseguido lo primero s¨®lo a medias y con el asombro de haber concluido la guerra fr¨ªa, dejando las relaciones con la URSS mejor que nunca desde la ¨¦poca en la que los dos pa¨ªses fueron aliados durante la II Guerra Mundial.
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